Maradona, 50 años entre el mito y la sed de revancha

Este sábado el astro del fútbol argentino cumple sus bodas de oro.

AFP
28 de octubre de 2010 - 09:49 p. m.

El argentino Diego Maradona celebra el sábado sus 50 años, con el resplandor intacto de su leyenda como futbolista, pero amargado por la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, y con sed de revancha por la dura eliminación de Argentina en el Mundial de Sudáfrica-2010.

"Argentina perdió un gladiador, un hombre que se la jugó siempre, que la sacó del pozo. Tuve poco contacto con él, pero me pareció siempre alguien que se la jugaba por sus ideales", dijo el ex DT de la selección y ex campeón mundial con la albiceleste, tras visitar la capilla ardiente del ex mandatario.

Momentos antes, Maradona entró al velatorio en el Salón de los Patriotas de la Casa Rosada (gobierno) y abrazó con emoción a la presidenta Cristina Kirchner, viuda del ex mandatario, lo cual despertó un aplauso en los presentes.

El ex jugador le había dado fuerte respaldo al Gobierno al lanzarse el 'Fútbol para Todos', una reforma que eliminó la televisación paga de los partidos y los convirtió en gratuitos.

"Hoy tengo las puertas cerradas de la selección", declaraba recientemente, masticando rabia porque la liga AFA excluyó su nombre de los candidatos a DT de la albiceleste que elegirá el sucesor en noviembre.

En su desesperación por volver, tras el abrupto adiós por la goleada de Alemania 4-0 en cuartos de final, llegó a decir que es un don nadie el favorito, Sergio 'Checho' Batista.

Aquella gesta quedó grabada en la memoria y así prefieren recordarlo los exigentes aficionados argentinos, para quienes no ganar un Mundial es un fracaso.

Pero tanta es la pasión de Maradona, lindante con el fanatismo, que confesó que ni siquiera pudo ver los partidos de la nueva era de Argentina, incluso la goleada al campeón España 4-1, porque no le gusta que haya tantos volantes de contención.

"Volvería a hacer exactamente lo mismo", dijo sin autocrítica sobre el planteo contra Alemania, que ignoró el desbarajuste de una defensa que venía haciendo agua por los cuatro costados.

Por eso los desilusionados hinchas desean evocarlo en el pedestal de México-1986, cuando enfureció a los ingleses con un gol con la mano en cuartos de final y los hundió con otro de película, una joya de ensueño gambeteando rivales como si fueran conos de entrenamiento (2-1).

La 'Mano de Dios' en la vida de Maradona, en realidad, no fue aquella ilícita 'picardía de potrero' (cancha callejera) sino la que lo salvó de la muerte en sus crisis causadas por adicciones.

La droga y alcohol lo dejaron dos veces postrado en camas hospitalarias e incluso amarrado a raíz de la locura de un síndrome de abstinencia.

A punto estuvo de ser otra fábula trágica, como la del ejecutado guerrillero Ernesto 'Che' Guevara o la líder política Evita Perón, que murió de cáncer a los 33 años en su apogeo, o como el cantante de tangos Carlos Gardel, mito compartido por argentinos y uruguayos, fallecido en accidente de aviación.

Pero renació con su fortaleza casi sobrenatural hasta reciclarse como animador de TV y jugador de showbol (fútbol sala), aunque su obsesión es seguir al frente de la Selección.

Se hizo una drástica operación estomacal para superar una obesidad que le daba un aspecto monstruoso y volvió a formar pareja con una mujer 20 años más joven, pero sin olvidar la adoración por sus dos hijas y un nieto.

Y jamás olvidó su origen, que fue una villa miseria (asentamiento), la de Fiorito, en la empobrecida y violenta periferia sur, donde nació el 30 de octubre de 1960.

"Yo crecí en un barrio privado... privado de luz, privado de agua, privado de teléfono...", dijo en una de sus tantas frases ingeniosas, medio en broma pero también en serio, quien hizo de su rebeldía y transgresión con la pelota una actitud ante la vida.

Combatió al ex presidente estadounidense George W. Bush, contra quien organizó una marcha multitudinaria en una visita al país, mientras cantaba loas al líder cubano Fidel Castro, al venezolano Hugo Chávez y al boliviano Evo Morales, con el 'Che' tatuado en un brazo.

Como jugador fue un poeta del gol, un Mozart del fútbol y un prestidigitador de la bola de alcance universal, como Pelé.

Jugó 678 partidos con 345 goles y su magia le hizo dar vueltas olímpicas a Boca Juniors, al FC Barcelona de España, a Nápoles de Italia y a la selección Sub-20 en Japón-1979, pero cayó al abismo cuando lo atraparon dos veces con el dopaje, la segunda en el Mundial de Estados Unidos-1994.

"Me cortaron las piernas", lloró aquella vez, pero en el partido de homenaje y despedida, dejó otra frase para la historia: "La pelota no se mancha", en alabanza a la pureza del deporte que vence a la trampa y la humillación.

Por AFP

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