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Así son las obras en un estadio del Mundial

Faltan cuatro meses para que ruede la bola y de los 12 estadios mundialistas siete han sido entregados. De los cinco que aún están en construcción, el Beira Rio de Porto Alegre es el más avanzado, sin embargo falta mucho para ponerlo en manos de la FIFA.

David E. Guzmán. /Especial para El Espectador
29 de enero de 2014 - 05:29 p. m.
Estadio Beira Rio de Porto Alegre. /Gloria Estrada
Estadio Beira Rio de Porto Alegre. /Gloria Estrada

Bajo una temperatura de 38 grados centígrados y una sensación térmica de 45, setecientos obreros trabajan para culminar cuanto antes las obras de remodelación del Gigante de Beira Rio, la casa del Inter de Porto Alegre, conocido también como “el colorado”.

El estadio se empezó a construir en 1959 a orillas del lago Guaíba sobre un terreno inundado que la municipalidad cubrió con tierra ese mismo año. A su construcción contribuyeron miles de hinchas que llevaron ladrillos, hierro y cemento. Diez años después, el 6 de abril de 1969, se inauguró y desde ese momento fue testigo del show da bola sin que sus visitantes imaginaran que años más tarde sería uno de los escenarios del máximo evento futbolístico del planeta.

El 30 de octubre de 2007, cuando se anunció que Brasil realizaría la Copa mundo de fútbol del 2014, Porto Alegre se perfiló de inmediato como sede: es una de las ciudades más ricas del país, capital del estado de Rio Grande do Sul, ubicada en una zona estratégica para el Mercosur por su cercanía con Buenos Aires y Montevideo. Aunque el Comité Ejecutivo de la Fifa la confirmó como anfitriona en mayo de 2009, solo tres años después, en marzo de 2012, la firma constructora Andrade Gutiérrez inició la remodelación del Beira Rio. Las expectativas eran optimistas y se esperaba concluir las obras en septiembre del año pasado. Sin embargo, para el 31 de diciembre, primer plazo fijado por la Fifa, los trabajos no estaban listos.

Hoy, a cinco semanas de cumplirse el nuevo plazo otorgado para el 28 de febrero y a cuatro meses del Mundial, los alrededores del Gigante lucen en obra negra. Las autoridades portoalegrenses, encargadas de las obras de movilidad urbana exigidas también por la Fifa, aseguran que el nuevo puente Pinheiro Borda y la ampliación de corredores y calzadas en las dos principales avenidas de acceso al estadio están al 70%. Pero con un panorama compuesto de retroexcavadoras, grúas, tierra amontonada, huecos y escombros resulta difícil imaginar cómo será el tránsito por estas vías, dónde será el nuevo edificio de parqueaderos o hacia qué lado estarán los mil metros cuadrados de bares y restaurantes prometidos.

Dentro del Gigante

Para visitar las obras al interior del Beira Rio hay que convertirse en hincha pasajero del Inter. Es necesario, como mínimo, ponerse un casco que lleva el escudo del equipo y si el periodista llega en chanclas, bermudas o con los hombros descubiertos para mitigar el calor, debe ponerse la indumentaria del “colorado”, que incluye botas y sudadera roja. Alexandre Correa, del departamento de prensa, dice que las normas de seguridad así lo exigen, mucho más después de los accidentes que terminaron en muertes en otros estadios del país (ver recuadro). Alexandre y Felipe Perfeito, funcionarios del Inter, son quienes guían las visitas de la prensa.

En la entrada se pueden ver, sin desempacar, los molinetes electrónicos que controlarán el ingreso de los espectadores; envueltos en plásticos dejan ver unas equis encendidas que parecen desaprobar los atrasos. Más adelante, al pasar por el espacio estrecho que deja un bulldózer, aparece el Gigante, imponente, haciendo honor a su apodo. Si bien el panorama afuera es desalentador, dentro del estadio cambia el semblante de las obras. Lo principal y más atractivo es la cobertura, una estructura metálica que cubre los asientos, las rampas y los accesos; consta de 65 membranas de material opaco —politetrafluoretileno, sintético, resistente a todo tipo de clima— en forma de hoja. Estas láminas se intercalan con la misma cantidad de módulos del mismo material, pero traslúcido. El diseño está inspirado en los estadios del Mundial de Alemania 2006; de hecho las hojas son traídas del país teutón. Cada una de ellas mide 23 metros de largo. Para el apoyo de este techo se necesitaron 130 pilotes. Aunque las membranas opacas se terminaron de instalar el pasado 13 de enero, aún falta poner las traslúcidas. Los asientos, todos rojos, ya están en su sitio en todas las tribunas.

El área técnica del estadio está recién tapizada. Pliegos enrollados y recortes de grama sintética están arrumados en varios puntos. Dice Perfeito que esta grama fue traída de Estados Unidos donde se utiliza en fútbol americano; aquí se hará la prueba para ver cómo funciona y aplicarla en canchas de todo Brasil. El césped del terreno de juego es nuevo y natural, cultivado en Rio Grande do Sul. Ribery, Robben y Messi serán algunos de los futbolistas que jugarán sobre este terso tapete verde que tiene unas pocas partes cubiertas con tierra. Los bancos de suplentes también están instalados; la silletería, protegida con plásticos, huele a nuevo. Los partidos que se disputarán en el Beira Rio son Francia-Honduras, Australia-Holanda, Corea-Argelia y Nigeria-Argentina en la primera ronda, y albergará un cotejo de octavos de final: primero del grupo G contra el segundo del H.

Hasta el momento solo hay un arco en la cancha, colocado a medias el pasado 6 de diciembre pues todavía le falta la red. Alexandre cuenta que fue colocado en el mismo lugar donde quedaba la portería en la que Claudiomiro marcó el primer gol en la historia del Gigante, contra el Benfica; y en la que Figueroa anotó el llamado Gol iluminado en la final del campeonato brasilero de 1975.

Mientras avanza la visita, se instalan luces y reflectores. En total son 404 proyectores de dos mil vatios de potencia que prometen una iluminación con características próximas a la luz del día. Con inmensas grúas montan los altoparlantes, compuestos por tres cajas de sonido que quedarán fijadas en el techo. Los vestuarios y camerinos estarían listos si no fuera por la zona húmeda que aún espera por los acabados. Cuentan con jacuzzi, duchas múltiples y bañera.

Según Perfeito, las obras van en un 97% y es probable que estén al cien para el 28 de febrero. Por el momento, la Fifa no descuida ni un solo día los avances y cada tanto envía sus emisarios a inspeccionar los estadios que faltan. En el Beira Rio la revisión más reciente fue el pasado 21 de enero, cuando lo visitaron los consultores Carlos Botta, Roberto Siviero y Fábio Carvalho. La valoración fue positiva pero parca. Mejor que guarden sus elogios para cuando el Gigante y sus alrededores hayan recorrido el último tramo de esta recta, en la que obreros y máquinas ya no pueden ir a paso de enano, por más que el sol de verano abrase y adormezca.

Otros datos del Gigante

- El costo de la remodelación se calcula en 330 millones de reales (unos 183 millones de dólares).
- Las intervenciones incluyeron el cambio de la grama, modificaciones en el sistema de drenaje y sustitución de los sistemas eléctricos e hidráulicos del estadio.
- Se calcula que para después de la Copa Mundo el estadio podrá ampliar su capacidad de 50 mil lugares a 56 mil, quitando las sillas en algunas tribunas.
- El total de palcos que tendrá el Gigante de Beira Rio será de 121, además de las cinco mil sillas VIP exigidas por la Fifa.
- El estacionamiento contará con 8.000 lugares.


¿Y cómo van los demás estadios?

La semana pasada (22 de enero) se inauguró el Arena das Dunas de Natal, que tendrá capacidad para 42 mil personas. La prensa informó que minutos antes del partido inaugural del domingo 26, obreros daban los últimos toques de acabado.

El 18 de febrero se definirá si sale del abanico de sedes el estadio Arena Baixada de Curitiba, el más crudo de todos. De cancelarse, los partidos programados para jugarse allí se distribuirían entre los demás escenarios.

El Itaqueirao de Sao Paulo, de Corinthians, solo podrá entregarse el 15 de abril luego de que a finales del año pasado una grúa derribara parte del techo y ocasionara la muerte de dos obreros.

El Mané Garrincha de Brasilia fue entregado el año pasado. Sin embargo, y a pesar de ser el más costoso de todos (alrededor de 500 millones de dólares), se inundó en diciembre por goteras. En su reconstrucción murió un obrero que cayó de 50 metros de altura.

El Arena Amazonía de Manaos, el más alejado de todos, también es uno de los más retrasados. No cumplió la fecha de entrega en diciembre y se espera que a finales de febrero pase la prueba tras una nueva visita de los consultores de la Fifa. En las obras murió también un operario el año pasado.
El Maracaná, en Rio de Janeiro, está listo hace rato, pero las autoridades locales se enfrentan cada tanto a las protestas ciudadanas por la demolición de las casas de una favela situada en los alrededores del estadio.

También están listos y entregados los estadios Mineirao de Belo Horizonte, el Castelao de Fortaleza, el Pernambuco de Recife y el Fonte Nova de Salvador.

Junto con el Beira Rio de Porto Alegre, el Arena Pantanal de Cuiabá, donde jugará Colombia, tiene fecha de entrega para finales de febrero.
 

Por David E. Guzmán. /Especial para El Espectador

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