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Barranquilla sí juega

La ciudad se transforma cuando actúa la selección. Ayer, como siempre, vibró y sufrió con el primer triunfo, camino a Rusia.

JUAN CARLOS SALGADO*
09 de octubre de 2015 - 10:36 a. m.
Los hinchas en el estadio Metropolitano celebran la primera victoria de Colombia. / AFP
Los hinchas en el estadio Metropolitano celebran la primera victoria de Colombia. / AFP

Cuando juega la selección, Barranquilla es carnaval. Se podría decir que desde el mismo momento en el que el sol despierta la ciudad lo hace con el mismo brillo y literalmente se viste de amarillo. Nadie, por más alejado que sea, se puede abstraer de la fiebre amarilla que, como los arroyos del invierno barranquillero, inunda cada rincón de la ciudad con la selección, la de Pékerman, y hay motivos de peso para levantarse con otra cara y para que la ciudad se sienta como en sus mejores días carnestoléndicos.

Cuando juega Colombia, Barranquilla vibra porque sabe que todos los ojos del país se posan sobre ella y que quizás es el mejor momento para mostrar su desarrollo, pero de igual manera una gran posibilidad para hacerse sentir y dejar en claro, sin asomo de dudas, por qué ha sido bautizada como la casa de la selección. Así, en medio de gritos y vivas hacia Teo, el ídolo local, de sonidos estridentes de los llamados picós, en las afueras desordenadas del Metropolitano también se dejan escuchar voces de protesta de quienes reclaman mejores condiciones de sus empleadores y de un buen número de discapacitados que para hacerse sentir, y reclamando un espacio en la pista atlética del escenario, bloquearon uno de los accesos principales, poniendo en aprietos a las autoridades. Porque como ellos dicen: “Cuando Colombia juega, nosotros tenemos derechos”.

Derechos que se han ganado con creces los barranquilleros, soportados en una alegría contagiosa que bien podría ser utilizada para reafirmar por qué estamos catalogados como el segundo país más feliz del mundo.

Porque adentro y afuera del escenario se vive con la misma intensidad cada una de las jugadas de los muchachos de la selección.

El camino a Rusia es largo, pero con Perú se dio el primer paso, de muchos que hay que dar e ir consolidando en la medida en que vengan los otros equipos, los llamados de quilates, que aunque no son rivales directos, son los que el pueblo también quiere ver vencer.

Vivir un partido de la selección en la tribuna siempre será inolvidable y no se equivoca quien dice que a veces el antes resulta más emocionante que el mismo juego, pues el clímax se da cuando comienzan a sonar las notas del himno nacional. Si ese nacionalismo y sentido de pertenencia lo viviéramos los colombianos en cada actividad, sin lugar a dudas, además de felices, seríamos potencia.

Porque el himno, en el Metropolitano y en cualquier estadio del mundo, se canta con sentimiento y pasión, con un orgullo ejemplar que, infortunadamente, resulta momentáneo.

Felicidad también hubo en la cancha, así el ritmo, como dicen los especialistas, no haya sido el mejor. Fácil decirlo desde afuera, en la comodidad de la tribuna, en la que también se siente el sopor, aunque la única actividad es el aplauso y una que otra parada cuando Teo, Bacca o Guarín aparecieron amenazantes sobre los predios del arquero Gallese.

Éxtasis, también, para fortuna, gracias al cabezazo de Teo, cuestionado afuera, pero querido en su terruño, como el más.

Y Teo, el indomable, correspondió con gol y con un gran gesto, pues tras el baile, sello de la selección, se dirigió al banco para abrazar al compañero Falcao, al también ídolo, que aunque no pasa por su mejor momento, es baluarte de esta selección.

Abrazo grande entre dos grandes que encendió la tribuna y que tuvo como recompensa el ensordecedor grito de “Teo, Teo, Teo”, el cual minutos más tarde cambiaría de protagonista cuando el Tigre salió a calentar, junto con sus compañeros de banca, a la zona lateral.

Nervios, claro, porque Perú tomó el balón en el segundo tiempo y creó opciones que hicieron dar susto, como se dice popularmente, pero si no fue el palo, estuvo la categoría de David Ospina y la falta de puntería de los incas.

Dirían los entendidos, con sobrada razón, que el cuadro de Ricardo Gareca mereció más, pero los mismos también dirán que el fútbol no es de merecimientos sino de hechos. Y el hecho fue que en la última jugada Cuadrado, que siempre rondó por la derecha, desbordó como lo sabe hacer y Falcao, que había sido impulsado a la cancha por los gritos de la tribuna, se llevó la marca, para que de atrás apareciera Cardona para sellar un triunfo sufrido que encendió las tribunas del Metropolitano, en las que no se juega, pero sí se duda y se pierden kilos, como si hubieran jugado los 90 minutos.

Colombia dio su primer paso hacia Rusia y eso es lo que cuenta, y así lo entendió la afición, porque la victoria, para el hincha, primero que todo, borra cualquier error.

 

* Invitado por Chevrolet.

Por JUAN CARLOS SALGADO*

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