Carlos Bacca: Nos duele porque merecíamos avanzar más

Carlos Bacca habla con tristeza y frustración por las decisiones arbitrales, por haber perdido, según él, contra un rival sin tantos argumentos futbolísticos y por otros factores externos generados al enfrentar al anfitrión.

Juan Diego Ramírez / Enviado Especial a Fortaleza, Brasil
06 de julio de 2014 - 01:02 a. m.
Carlos Bacca debutó  en el Mundial ante la selección de Brasil.  / AFP
Carlos Bacca debutó en el Mundial ante la selección de Brasil. / AFP
Foto: AFP - EITAN ABRAMOVICH

Cuando Camerún confirmó su eliminación de este Mundial, sus jugadores salieron apenas cabizbajos. Samuel Eto’o, minutos después, permaneció un largo rato riéndose con una periodista española que no veía desde que se marchó del Barcelona. “¿Y cómo van tus hijos?”, le preguntaba el delantero. Dos días después, el ecuatoriano Christian Noboa, luciendo una gorra de rapero, salió con una sonrisa notoria en su rostro. Y tras el segundo juego de octavos de final, algunos como Forlán, Lugano y Godín tenían la cara más radiante que la de sus mismos verdugos colombianos. Esas formas de asimilar la derrota son muy diferentes a la nuestra.

El viernes después de abandonar el camerino del Castelão, los 23 colombianos parecían provenir de un funeral. Todos, sin excepción, tenían los ojos rojos y en sus discursos se atravesaban algunos quiebres de voz. “La derrota tiene una dignidad que la ruidosa victoria no merece”, diría Jorge Luis Borges. Esas lágrimas y esa posición ante la eliminación, demuestran la grandeza de esta Selección Colombia, desnudan el hambre que tenían y la ambición que habían venido alimentando.

“Es muy difícil estar contentos por una participación histórica, porque nuestro objetivo era llegar más lejos de cuartos de final. Por eso los rostros de tristeza”, dijo Carlos Bacca un poco indeciso sobre cómo expresarse. Sonrió de vez en cuando, frunció el ceño, se le encharcaron los ojos, miró hacia el piso, se lamentó con suspiros que no dijeron nada pero significaron todo. “Para mí, el penalti que me comete Julio Cesar merecía expulsión. Pero estamos en Brasil… ¿Si me entiendes?” .

Habla en códigos para no pasar por mal perdedor. Ese nunca ha sido su estilo ni el de esta Selección. Pero se refiere a un arbitraje cuestionado y a la permisividad del juego rudo contra jugadores como James Rodríguez y Juan Guillermo Cuadrado. “Hubo una cantidad de factores externos que es mejor no mencionar para que no suene a excusa. Eso nos duele, nos entristece. Tal vez se nos pase en unos días”, recalca mientras se le acelera la respiración. Imposible no notarlo.

Jugó menos que la mayoría de sus compañeros. De hecho, el viernes debutó en el Mundial. Pero su aflicción no desentonaba con la de los titulares. Ni siquiera estaba más tranquilo Camilo Vargas, quien fue el único de los 23 de la Selección que no jugó. “Acá somos una familia, nos queremos mucho. Y a todos nos duele por igual porque habíamos soñado con al menos la final. Nos entristece también que perdimos con una versión irregular de Brasil. Por eso queda uno con sensaciones encontradas. Nos duele sobre todo por eso: porque creemos que merecíamos avanzar más”.

Fue el segundo que salió del camerino y al primer medio al que se encontró fue a El Espectador, que le sirvió casi como un hombro de consuelo. No hacía muy poco habían llorado en conjunto. Entre algunos detalles sueltos que pudo decir en medio de la tristeza, podría uno imaginarse una escena conmovedora. Pékerman llega después de la rueda de prensa, interrumpe el silencio y les dice que se siente orgulloso de ellos. (“Es que nadie cree más en nosotros que él”, dice Bacca). Mario Alberto Yepes pide la palabra, dice que todos sienten el mismo orgullo por Pékerman, se dirige a los más jóvenes y les habla como despidiéndose, como haciendo entrega de un legado que él ya no puede seguir llevando. Sus ojos brillan y sonríe al mismo tiempo.

Todos lloran, se abrazan, se lamentan, pero también se consuelan (“al fin y al cabo hemos hecho el mejor Mundial de nuestro país. Eso no los vamos a olvidar jamás”). La sonrisa perpetua de Armero desaparece, los bailes pasan a un segundo plano, pero la satisfacción del esfuerzo máximo los mantiene en pie. “Lo dimos todo. Que eso no lo dude nadie. Por eso seguimos pensando que merecíamos más”, añade el atlanticense.
Ese lamento tiene algo de positivo. Son lágrimas de promesa, de un futuro promisorio en el que estarán la mayoría de este grupo a excepción de Yepes y Mondragón. Esa tristeza sólo nos confirma que Colombia, en el fútbol, ya no se conforma sino con finales.

 

Por Juan Diego Ramírez / Enviado Especial a Fortaleza, Brasil

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