“El 10 se pone en el campo, no en la camiseta”: James Rodríguez

La vida del colombiano estrella del Real Madrid, equipo que mañana jugará frente a Juventus la vuelta de la semifinal de la Champions.

Manuel Jabois, ''El País''
12 de mayo de 2015 - 03:35 a. m.
El futbolista colombiano James Rodríguez, una de las figuras del Real Madrid, en poco tiempo se adueñó de la titular.
El futbolista colombiano James Rodríguez, una de las figuras del Real Madrid, en poco tiempo se adueñó de la titular.
Foto: AFP - Jorge Guerrero

Lo primero que hizo la madre de James Rodríguez (Cúcuta, 1991) al parirlo fue preguntar si había nacido con todas las extremidades. Veintitrés años después un fisio se las levanta, las deja caer y se las machaca para que la estrella del Madrid se ponga a punto. Es domingo por la mañana y James dormita boca abajo.

—¿De niño tenía pesadillas?

—No recuerdo ninguna.

Su madre guarda un gol favorito, y no es el del Mundial de Brasil, sino uno que marcó en 2010 con Banfield ante Lanús. James se deshizo de un rival, la pisó y taconeó para un compañero, entró en el área como un bisonte y de nuevo con el balón encaró al portero. Lo tiró llevándose la pierna atrás como si fuese un taco de billar y la levantó suave. Ni a izquierda ni a derecha: James apuntó a la cabeza del portero y le obligó a agacharse. La madre de James, Pilar Rubio, se preguntó entonces si su hijo no habría nacido con alguna extremidad de más.

Hoy sus piernas son lecciones en la Academia Tolimense en la que creció en Ibagué. En James, su vida, escrito por Nelson Fredy Padilla, el autor cuenta cómo a cada rato los técnicos gritan a los niños: “Párela como James”, “acuérdese cómo levanta la cabeza James”, “péguele tres dedos como James”. Y un técnico dice: “Aquí comió tierra James. Era bueno, de toma y dame, pero había que joderlo para que diera el máximo”. En Banfield, cuando se encontró con que lo bajaban al filial y hasta le sentaban en cuarta, un técnico le dijo que era “petiso y retacón”, o sea bajito y culón, y James lloraba. “Si se da por vencido lo pierde todo”, le respondía Juan Carlos Restrepo, su padrastro.

Valdebebas a esta hora, víspera del viaje a Turín, es un balneario. Modric pedalea en una bicicleta estática a los pies de la piscina vigilado por dos médicos. Chicharito se va con una fotografía enmarcada, la de él arrodillado celebrando su gol al Atlético. Ramos, toalla a la cintura, lo ve pasar y recuerda que quiere algo así: una foto de Alejandro Ruesga del cabezazo de Lisboa.

James sale de las camillas y se va a las duchas. Al cruzar la puerta mira de reojo una foto famosa: la de Beckham, Figo, Ronaldo, Zidane y Raúl volviendo entre risas de celebrar un gol. James tenía once años, le dijo a José Ramón de la Morena, y se hizo definitivamente del Madrid. Pudo llegar al club procedente del Porto, pero el Mónaco pidió demasiado dinero. Entonces el Madrid se retiró. La temporada pasada James se fue a Múnich a ver al Madrid como un fan y pidió un autógrafo a Cristiano. Su temporada convenció al Madrid de que era la figura que necesitaba; el Mundial lo elevó a ícono por el que suspiró hasta Rihanna, que le llamó bebé. Semanas después el Madrid pagó casi el doble de la cantidad que le había parecido cara: 80 millones.

A Florentino Pérez le gusta decir que para jugar en el Madrid hay que soñar con jugar en el Madrid. La madre de James ha dicho que su hijo no quiso ser futbolista: que él nació futbolista. Su padrastro le recuerda siempre que tiene tres padres: el biológico, Wilson James Rodríguez, que dejó a su familia cuando el niño tenía tres años; el propio Restrepo y Dios. Restrepo lo cuidó como a un diamante y tuteló su carrera hasta que voló de Banfield en dirección a Europa.

James pasó la vida queriendo ser Oliver Aton y Valderrama, una mezcla de dibujo animado e ídolo nacional. “Yo llegaba de la escuela por la tarde y me ponía a jugar al fútbol hasta las nueve de la noche. Tenía que venir alguien de mi familia a buscarme”, dice. Fue el más precoz debutando en Colombia, el más precoz en ganar un título en Argentina, el 10 en Portugal, Francia y España.

—Y en Colombia. Antes la llevaba el mítico Valderrama, por eso es algo que no es extraño para mí. Pero lo importante es lo que haces en el campo, no el número que lleves. El 10 se pone ahí.

Cuando era crío dijo: “Los que usan la 10 y saben jugar no les pesa el número. Si no saben vuelan por los aires”.

—Yo siempre fui el 10, desde niño. Y siempre tuve la responsabilidad de ser el líder.

James es una estrella de fútbol y un producto de mercado. Cualquier movimiento en torno a él moviliza a un ejército. Por encima de todos están dos hombres: Florentino Pérez, que vela por la marca Real Madrid, y Jorge Mendes, que vela por la marca James. Tanto control sobre el chico obliga a una moderación exagerada. Sus respuestas suelen ser anodinas, repletas de clichés y políticamente correctas. Ha llegado a decir que de Cristiano admira su “humildad”. El único margen que desborda es el de su ambición.

—Lo que el equipo necesite. Yo participo en todas las vertientes del juego. Y la razón de trabajar a diario con el máximo empeño es para intentar aprender. Estamos siempre aprendiendo, siempre.

—Yo creo mucho en la selección de Colombia. Tiene calidad para soñar cosas grandiosas y ganar cualquier título. Tenemos hambre de triunfos: con humildad lo vamos conseguir.

El 4 de febrero James marcó un gol al Sevilla y se lesionó. Cuando llegó a la enfermería del Bernabéu se encontró a Ramos, que se había lesionado un poco antes. Los dos se quedaron en silencio. Se preguntaron para cuánto tenían. James dijo: “Dos meses”. Luego pidió una agenda, hizo números y le anunció a Ramos el día de su regreso. Los clavó. “Es un cyborg. Cualquier cosa menos latino. Esa sangre caliente y esos arrebatos tan nuestros. Debe de tener un antepasado alemán”, dicen en el club. El primer sorprendido fue Ancelotti. Sabía que recibía a un jugador de una zurda extraordinaria. Hoy, si le preguntan por la gran virtud de James, diría que su carácter.

—Me enfadaba de niño si perdía. Siempre he sido competitivo.

Hace un mes Modric se torció la rodilla frente al Málaga. Al acabar el partido James fue hacia a él y se lo encontró llorando. Un directivo le abordó en ese momento para decirle que era su hora.

—Tienes que echarte el equipo a la espalda.

El cerebro de James procesó rápido la orden y la descartó al encontrar incompatibilidades.

—Para eso está Cristiano.

Pero Cristiano, le insistieron, tira del equipo desde arriba. “Tú tienes que fabricar todo lo que termine él. Cristiano no puede sostener solo al Madrid”. James asintió. Desde entonces ha sido el mejor en partidos decisivos de Liga y Copa de Europa.

—Estoy pasando por una etapa buena —reconoce— y quiero seguir así. En mi cabeza está ayudar al equipo, evaluarme y mejorar todos los días. Lo mejor está todavía por pasar.

Inventó un túnel para que Cristiano le diese el gol a Chicharito contra el Atleti; creó una jugada de la nada en Turín para que Cristiano marcara un gol ante la Juve. Y él mismo estrelló un balón en el larguero que pudo ser el 1-2.

—Es una jugada extraña porque el defensa toca el balón con la punta del pie y el balón se va para el travesaño. De 20 veces pasa una y me pasó a mí.

—¿Qué temen de la Juve en la vuelta?

—El Madrid no teme a nadie. Respeto, todo el del mundo, pero nada de miedo. Sabemos cómo son los italianos. Defienden bien y tenemos que saber cómo abordarlos. Hay que marcar. Si lo dejamos todo estamos en la final.

Si lo hacen es probable que James y sus compañeros se crucen con Messi en Berlín.

—El talento de Messi puede definir partidos. Exactamente igual que Cristiano Ronaldo.

El sábado, después de ver marchar la Liga, los jugadores salieron acalorados de la avalancha contra el Valencia. Sólo uno se paró en las escaleras y contó a dos empleados del club en qué habían fallado. Llevaba el partido dentro del disco duro. Hizo autocrítica. No hubo emociones en su análisis pese a estar lastimado. El único rasgo humano después del impresionante esfuerzo es que sudaba. Tras el diagnóstico se metió en el vestuario.

Antes del duelo habló del llanto en Brasil.

—¿Ha llorado con el Madrid?

—Hasta el momento no.

Por Manuel Jabois, ''El País''

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