Publicidad

El Barça se estrella contra el Málaga

El excelente ejercicio defensivo del Málaga y la terrible pifia de Alves condenan a un Barça de lo más insípido.

Jordi Quixano, El País
21 de febrero de 2015 - 06:02 p. m.
Barcelona perdió la oportunidad de ponerse líder en la Liga de España. Foto: AFP
Barcelona perdió la oportunidad de ponerse líder en la Liga de España. Foto: AFP

Tras superar una acentuada etapa tumultuosa, donde no era reconocible ni un estilo ni un patrón de juego, Messi impuso su fútbol y el Barça se reencontró a tiempo para afrontar la fase clave del curso, la de las eliminatorias y el penúltimo estirón liguero. Con swing, ritmo y pegada, además de una riqueza de recursos y tres delanteros que definen el juego con sus travesuras y goles, se daba por descontado que el Camp Nou cantaría un nuevo triunfo, el número 12 de forma seguida, y quizá el 10 atraparía a Cristiano Ronaldo en la tabla de goleadores. Pero todo eso le negó el Málaga, fiado a un encomiable ejercicio defensivo y azuzado por la torpeza de Alves, silbado definitivamente por un Camp Nou que bostezó más de la cuenta.

Ya le trajo el Málaga de cabeza en el duelo de la primera vuelta liguera y repitió estrategia y tormento ayer. Escaso de ambición con el balón entre las botas, aunque afilado a la contra, es puro cloroformo para el Barcelona. Sobre todo porque se remite a su sólido planteamiento defensivo, el más repetido desde que se sabe que al equipo de Luis Enrique le van los duelos de correcalles. A saber: defensa abrochada en el balcón del área con la invitación a que les ataquen por las bandas para que los extremos o los laterales actúen de aspersores con los centros, el menor de los males azulgrana porque carece de centímetros. Ocurre, sin embargo, que el Málaga llevó la artimaña a un grado superlativo porque los diez jugadores de campo estaban casi cogidos de la mano, con las líneas bien apretujadas y apenas unos metros por delante de Kameni. Amalgama insuperable para el Barça, que sin la efervescencia de Messi ni Neymar evidenció que no hay tutía.

Con la eliminatoria del Manchester City a la vuelta de la esquina, Luis Enrique sorprendió al no rotar demasiado, dando cabida a Mathieu y Rafinha y entregando la tarea del gol a sus puntas estrella. Así, empezó alegre el Barcelona como expresó en la raíz del juego, dinámica, precisa y solvente por más que hubiera situaciones comprometidas. El balón volaba raso desde atrás. Pero en vez de agitarse al cruzar la medular, entraba en fase comatosa porque el Málaga no ofrecía huecos ni rendijas, pegamento del bueno. Solo los cambios de orientación les daban un respiro, un alivio para Neymar y Messi, que disfrutaban de apenas un segundo y otro metro para encarar. Pero si se iban del primero se encasquillaban en el segundo. Por lo que sin el zigzag triunfal, ambos optaron por sacar centros. Y esos balones rebotaban en los centrales Weligton y Angeleri, lógico cortafuegos, o los absorbía Kameni, fiable como pocas veces se le recuerda.

Conforme con correr detrás de la pelota, el Málaga elevó al cubo el contragolpe gracias a la terrible pifia de Alves. Resulta que Kameni lanzó en largo y el balón cruzó el campo sin aparente peligro. Pero el lateral, dubitativo y torpe, trató de reconvertir el balón en un pase al portero que se quedó a medio camino. No despegó tampoco Bravo el velcro de sus botas con el césped y lo aprovechó Juanmi, a quien le alcanzó con un toque para descontar al meta y con otro para festejar el gol. Cuatro toques y una condena para el Barcelona.

La algarabía era del Málaga, que jugó de rechupete sus cartas porque así se lo permitió también el colegiado, que no sancionó las reiteradas pérdidas de tiempo y se hizo el longuis en varias faltas en la frontal del área. Si bien, el equipo de Javi Gracia desdibujó de manera impecable a los delanteros universales y, de paso, argumentó con acierto sus contras. Bien que lo constató Darder, que completó un partido sensacional, trampolín para Castillejo y Samuel, que retaban a sus pares al sprint. Suficiente para poner en entredicho a la zaga azulgrana, que no recibía ayudas de los medios porque su única obsesión era el empate, el gol que nunca llegó. Por el contrario, Samuel puso el esférico al movimiento de un Darder que se lució con un taconazo y que Horta no definió. E incluso Horta disfrutó de una ocasión parecida desde dentro del área que resolvió con una tijereta, también floja y a los guantes del portero.

Menos fútbol destiló el Barcelona, que prosiguió con su discurso insípido y basado en los centros al área. Nada o bien poco, acaso un remate de Luis Suárez de lo más tibio y otro de Iniesta peor. Por lo que a falta de 20 minutos, Luis Enrique removió el puzle, con cambios extraños porque se cargó al centro del campo –entró Pedro por Iniesta- y puso una zaga de tres para entregarle la banda a Alba. Movimientos estériles que en nada cambiaron un partido de narcolepsia. Solo cuando Piqué se puso de ariete –paradoja máxima para esa línea mágica-, el Barça pisó área, con un disparo desviado de Pedro y otro bien atajado por Kameni. Auténtico descalabro que aguarda desenlace; juega el Madrid, líder con un punto de ventaja y un partido menos.

Por Jordi Quixano, El País

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar