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El haraquiri portugués en su primer partido del Mundial

Si en el Arena Fonte Nova hubiese que señalar a un 'culpable' del desastre, los dedos irían todos en la misma dirección.

EFE
17 de junio de 2014 - 04:08 p. m.

Képler Laveran Lima Ferreira, 'Pepe', comprometió el recorrido de Portugal en el Mundial en el regreso al nordeste brasileño que le vio nacer. Su expulsión a los 37 minutos ante Alemania se asemejó a un acto de inmolación, de él mismo y del combinado capitaneado por Cristiano Ronaldo.

Pepe nació en Maceió hace 31 años, capital del Estado de Alagoas que dista unos 600 kilómetros de Salvador, donde los portugueses, el lunes, y los españoles, el viernes, fueron masacrados por alemanes (4-0) y holandeses (5-1), respectivamente.

Los pueblos ibéricos, antiguos colonizadores de Brasil, habían claudicado ante la pujanza de bárbaros y nibelungos.

Si en el Arena Fonte Nova hubiese que señalar a un 'culpable' del desastre, los dedos irían todos en la misma dirección: al competente central del Real Madrid le traicionó, de nuevo, su sangre caliente.

Aunque su fama de duro no se corresponda en el capítulo de expulsiones -con sus clubes no llega a la decena y con la selección la del martes fue la primera-, a Pepe, como en aquella semifinal de 'Champions' ante el Barcelona, le volvió a traicionar el temperamento en un momento clave.

En el debut mundialista de Portugal ante la Alemania refinada de Joaquim Low, la templanza era una cualidad que no podía faltar, pero el segundo tanto de los germanos acabó por desbaratar la estabilidad psicológica de los lusos.

El córner botado por Toni Kroos, abierto al corazón del área pequeña, halló la testa del central del Borussia Dortmund Mats Hummels, que se elevó más que Pepe, normalmente un seguro por arriba.

La contrariedad de un 2-0 era aún mayor por la forma en la que había transcurrido el partido. Se había cumplido media hora y, hasta entonces, estaban mejor que sus adversarios.

Al haraquiri se le conoce en el Japón tradicional como una forma de suicidio ritual practicado razones de honor o por orden superior, consistente en abrirse el vientre. Inspirado metafóricamente o no por esta práctica, el central merengue inició el proceso de descomposición de Portugal.

El tri-goleador Thomas Muller exageró un toque con la mano de Pepe. El espigado alemán se echó al suelo y el central del Real Madrid reaccionó como un juvenil exaltado. Se encaró con el aproximando su cabeza de la del alemán de forma amenazante, tanto que pareció una agresión o así lo entendió el serbio Milorad Mazic.

A falta de una hora para acabar el encuentro, Pepe ya estaba expulsado y la selección lusa perdía 2-0.

En la zona mixta del Arena Fonte Nova, reclinó hablar con la prensa y, emulando a Cristiano Ronaldo en el Mundial del 2010, cuando dijo "hablen con Carlos (Queiroz)" por el revés ante España en octavos, disparó a los periodistas: "Pregunten al árbitro".

La irreflexiva actitud del defensa luso-brasileño no tiene parangón en sus 59 partidos internacionales.

Con Portugal, se había visto al Pepe más centrado y líder, el único capaz de darle un grito a Ronaldo si había un fallo de marcaje (como en un Portugal-Holanda de la Eurocopa del 2012).

Respetado por todos sus compañeros, el apodo de "limpia balones" hacía justicia a su colocación, elasticidad y concentración.

Devoto de La Virgen de Fátima y de Santa Edwiges -patrona de los pobres y los endeudados-, a Pepe le consideran el heredero de la voz de mando que otrora perteneciese al aguerrido Jorge Costa, antiguo central del Oporto.

Con cuatro goles en contra en la saca, Portugal se aferrará a su calidad para tumbar a Estados Unidos y Ghana.

Buscará ganar holgadamente a los primeros el día 22, pero con tres bajas de peso. La de Pepe, por sanción, más de la Fábio Coentrao y Hugo Almeida, lesionados. La del lateral zurdo Coentrao, especialmente sensible.

Quizá para el partido de Ghana, el 26, Képler Laveran Lima Ferreira regrese al once de Paulo Bento aunque, igual que después de las patadas que propinó a Javier Casquero (Getafe) en el 2009, tendrá que volver a luchar contra la etiqueta de defensa violento.

"Hoy en día, soy un jugador que comete una o dos faltas por partido. Y casi siempre faltas muy normales. Aun así, los árbitros me amenazan con tarjetas amarillas. Es lamentable, pero tengo que saber convivir con eso", recordó Pepe hace un par de temporadas.

Por EFE

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