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El Madrid y Brasil, ¿historia de amor?

Si debuta en el Bernabéu, Danilo será el 23º de su país que lo haga. Entre sus predecesores figuran nombres como los de Ronaldo, Roberto Carlos, Didí o Kaká.

Guillermo Hildebrant, El País
02 de abril de 2015 - 02:51 p. m.
Ronaldo, campeón mundial con Brasil en Corea y Japón 2002. Foto: Archivo Agencias
Ronaldo, campeón mundial con Brasil en Corea y Japón 2002. Foto: Archivo Agencias

En 1935, el Real Madrid, por la situación política que pasaba España, no era Real (aunque ya lo había sido). Era, simplemente y como en su fundación, el Madrid Foot-Ball Club. Vestía, eso sí, de blanco. Y fue aquel año la primera vez que el Brasil de Getúlio Vargas vio partir a un compatriota —Rubens Pasi Guidicelli, Fernando— con destino a España para eso, para vestir de blanco. Desde entonces, 23 futbolistas del gigante sudaméricano han peleado con la camiseta del club de Chamartín. El último, anunciado en la madrugada del martes al miércoles y que no se incorporará hasta el próximo verano, fue Danilo Luiz da Silva, procedente del Oporto.

En la lista, en la que no se incluye al actual central Pepe (cambió su nacionalidad por la portuguesa) y que tuvo 26 años de paréntesis (entre 1965 y 1991) se cuentan personajes que han pasado a la historia como grandes peloteros, como Ronaldo o Roberto Carlos; como también hay de los que triunfaron antes o después, pero no durante su estancia en el club de merengue —Kaká, Didí, Ze Roberto, Baptista, Casemiro empieza a hacerlo desde que salió con rumbo a Oporto...— Finalmente, figuran otros que, por unas razones u otras, quedaron simplemente como apuestas fallidas, como Evaristo, en los años 60, o el propio Fernando.

Si hay una posición que ha quedado marcada en el césped del Santiago Bernabéu por la impronta brasileña, esa es la que ocupa Danilo: la de lateral. Durante 11 años, Roberto Carlos, un paulista que no levantaba metro setenta del suelo y "de color café con leche" —como él mismo ironizó tras uno de los habituales episodios racistas que albergan los estadios de fútbol—, hizo suya aquella banda izquierda y maravilló a la afición merengue con su velocidad y con la potencia de su tiro de zurda. De paso, en sus 370 partidos oficiales —es el extranjero que más ha jugado en el club— colaboró en la consecución de tres Copas de Europa, una Supercopa, dos Intercontinentales, cuatro Ligas y tres Supercopas de España.

Danilo se encontrará —si Florentino Pérez no da otra sorpresa de aquí a final de temporada— con dos paisanos cuando empiece a entrenar en Valdebebas. Uno, por el que el Madrid desembolsó unos 15 millones de euros, seguirá siendo un recién llegado de 22 años Su nombre es Lucas Silva. Su posición natural, mediocentro (como lo era la de Flavio Conceiçao y la de Émerson).

El otro es Marcelo. Desde su aterrizaje en Madrid en el año 2006, procedente del Fluminense con apenas 18 años y con la enorme carga de ser denominado "el sustituto de Roberto Carlos" por el entonces presidente, Ramón Calderón, el de Río de Janeiro ha sabido hacerse un pilar dentro del Madrid. En la misma posición que su mítico predecesor, Roberto Carlos. No tuvo tanto éxito Robinho que, a pesar de su deslumbrante debut en Cádiz, no logró hacer carrera en Chamartín. Ganó dos Ligas: con Fabio Capello (2006-07) y Bernd Schuster (2007-08) y una Supercopa de España (2008), pero apenas duró tres temporadas en el equipo. El extremo se convirtió, en 2008, en la primera gran venta del Madrid. El club blanco lo traspasó al Manchester City por 43 millones de euros tras ficharlo por 30 millones procedente del Santos.

Ahora está por ver qué es capaz de hacer Danilo en la margen contraria. Tendrá que competir, al menos, con dos jugadores de garantías como son Carvajal y Arbeloa. Le precede la fama de su potente disparo y su habilidad para entrar en posiciones de remate, no reñida con una cabeza fría para no perder las referencias defensivas. Ha ganado ya dos campeonatos ligueros con el Oporto y tiene en su historial 13 partidos con la Canarinha. Lo bueno, o lo malo, es que lo tiene prácticamente todo por demostrar.

Por Guillermo Hildebrant, El País

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