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La hora del guisante blanco

El delantero mexicano despierta sentimientos encontrados hasta en su país.

Juan Diego Quesada / El 'País'
02 de septiembre de 2014 - 05:38 a. m.
El mexicano Javier ‘Chicharito’ Hernández luce feliz la camiseta de su nuevo equipo.  / AFP
El mexicano Javier ‘Chicharito’ Hernández luce feliz la camiseta de su nuevo equipo. / AFP
Foto: AFP - BELEN DIAZ

El fichaje de Javier Hernández (Guadalajara, 1988) por el Real Madrid despertó sentimientos encontrados en México. Los mexicanos se alegran de que un compatriota vaya a vestir la camiseta de uno de los clubes más admirados del mundo, aunque, y ahí radica el problema, muchos ponen en duda que el nueve vaya a hacerse un hueco en una delantera formada por Benzema, Cristiano Ronaldo y Bale. Al Chicharito —su padre era el Chícharo, por ser pequeño y tener los ojos verdes como un guisante— le auguran estos últimos muchas tardes en el banquillo, uno muy cómodo y lujoso, con toda la pompa que rodea al equipo que preside Florentino Pérez, pero a la sombra al fin y al cabo.

Hijo y nieto de futbolistas, es el cuarto mexicano que jugará en el equipo de Chamartín. José Ramón Sauto, nacido en la Ciudad de México, estuvo 11 temporadas en el Real Madrid y llegó a ser capitán. Durante la Guerra Civil se marchó a Francia con el pasaporte norteamericano como salvoconducto, pero regresó y acabó combatiendo en el bando sublevado. Le siguió José Luis Barbolla, un volante izquierdo, en 1942. El Manito, como le llamaba la prensa de la época, apenas jugó cinco partidos y al año siguiente se marchó. Tuvieron que pasar cuatro décadas hasta que llegara al club Hugo Sánchez, este sí puramente mexicano, ya que los dos anteriores tenían ascendencia española. El delantero, licenciado en odontología, fue cuatro veces máximo goleador (86-90) y es el referente más cercano para Chicharito, aunque ya haya llovido.

La ambivalencia de sus compatriotas hacia Hugo Sánchez resume la compleja relación entre México y España. Es visto como un referente, alguien que puso al país en el mapa futbolístico, y a la vez como un malinchista —el complejo de que lo extranjero siempre es mejor que lo propio— que se casó con una española, que cada vez tenía más acento castellano y volvía a México dando lecciones. En ningún sitio ha sido más cuestionado que en su tierra.

Al mismo tiempo los mexicanos tienden a creer que el trato que se le dio a Hugo Sánchez en España es la prueba de que los españoles no saben apreciar lo mexicano. Los aficionados siguen recordando que en muchos campos le gritaban “¡indio!”, como si fuera un insulto y, si triunfó, no es porque se lo pusieron fácil, más bien lo consiguió por testarudo.

Hernández no siempre ha sido visto con buenos ojos en México. Guapo, chico anuncio y religioso, la imagen de yerno perfecto no siempre le ha beneficiado. Sus malas actuaciones durante la fase de clasificación al Mundial —como la del resto de sus compañeros— pusieron en duda su compromiso con la selección. A él y al resto de jóvenes que jugaban en Europa parecía molestarles viajar desde tan lejos para enfrentarse a países de poca monta como Jamaica. El seleccionador Miguel Piojo Herrera, quien se hizo cargo del equipo para la repesca contra Nueva Zelanda, fue muy aplaudido por dejar fuera de la convocatoria de ese partido a todos los que jugaban fuera. El lugar de Chicharito, entre la algarabía general, lo ocupó Oribe Peralta, de origen humilde y apodado irónicamente El Hermoso.

Chicharito no fue capaz de recuperar la titularidad en Brasil. Aunque sólo le dio carrete en las segundas partes durante el Mundial, El Piojo tiene una opinión inmejorable de él. “Es buen chavo, profesional, muy centrado. Mucho gol. Entrena muy bien, va a ponerle las pilas a Benzema. Los ratos que tenga los va a aprovechar al máximo. Nos llena de orgullo como mexicanos que juegue en un club que tanto estimamos acá”, cuenta Herrera por teléfono.

Acogido en el Manchester United con entusiasmo por sir Alex Ferguson cuando, después del Mundial de 2010, lo contrató procedente de las Chivas de Guadalajara, en las siguientes temporadas fue perdiendo protagonismo. Su registro goleador, no obstante, es bastante bueno: 59 goles en 85 partidos como titular y 69 como suplente. El muchacho que reza de rodillas antes de los partidos y alza los índices al cielo cuando marca un gol no ha perdido el olfato.

Por Juan Diego Quesada / El 'País'

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