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James Rodríguez: la ‘berraquera’ del 10

La figura del mediapunta es omnipresente en Colombia, donde lo consideran algo más que un ídolo

Javier Lafuente, El País
11 de mayo de 2015 - 01:45 p. m.
James Rodríguez celebra uno de sus goles en el Mundial. Foto: AFP
James Rodríguez celebra uno de sus goles en el Mundial. Foto: AFP

Tiene 23 años y ya se le ve como el colombiano del siglo. En un país que abandonó la escala de grises y las medias tintas en muchos debates, no hay mayor comunión que la que impera en torno al ‘10’ de la selección y el Real Madrid. Su camiseta, sea la amarilla nacional; la blanca, rosa o negra de su club, es parte del paisaje diario de Bogotá. No hay conversación que no desemboque en él. Nadie que se precie de futbolero se pierde un partido del Real Madrid e incluso os hinchas locales del Barça se muestran condescendientes con el eterno rival por el mero hecho de que es el ídolo quien viste los colores prohibidos. En palabras del Pibe Valderrama, leyenda del fútbol colombiano: "Antes que nada, somos hinchas de James".

Su omnipresente figura representa para muchos la berraquera, algo así como el coraje, las agallas, por ser finos. Una suerte de historia de superación y gloria que anhelaba Colombia y ahora celebra, al unísono con otros deportistas como Nairo Quintana o antes con Radamel Falcao.

A diferencia del exdelantero del Atlético, el chico de Cúcuta, que primero hizo campeón a un club argentino (Banfield); triunfó en Portugal (Oporto); bebió del orden de Ranieri en el Mónaco y fue máximo goleador en su primer Mundial, su fichaje por el Madrid y la relevancia en el juego del equipo blanco, lo ha colocado en un pedestal inalcanzable. "Nadie pensó que lo lograría, pero lo alcanzó", celebra Valderrama.

La pasión por James alcanzó niveles de locura el verano pasado en Brasil. Colombia regresaba a un Mundial después de tres campeonatos ausente, tras los fiascos de Francia 98 y Estados Unidos 94, donde la mejor generación, con permiso de la actual, sucumbió pese a su brillantez. La Colombia de Pekerman llegó hace un año donde nunca antes: los cuartos de final, en los que fueron apeados por la anfitriona. Poco importaba a esas alturas. "El Mundial nos enloqueció, hacía tiempo que no éramos tan felices como pueblo", recuerda Gabriel Meluk, editor de Deportes del diario El Tiempo, que “culpa” a James, máximo goleador del torneo, de gran parte de ello. El también periodista Nicolás Samper va más allá. “Es como si fuera un producto de Marvel. En el Mundial era Clark Kent, se metió en la cabina para suplir a Falcao y lo consiguió”, relata, mientras recuerda con gestos el gol a Uruguay en octavos: aquel control dirigido con el pecho y el zurdazo que se coló en la escuadra de Muslera. “No escucharás a nadie en el país decir que es un tronco ni pondrá pegas sobre su juego. Hay unidad nacional absoluta con él”, remata.

Fuera del estadio, James sigue un camino similar al que inició Falcao años atrás. Su imagen dista mucho de la de aquellos mitos colombianos de los noventa, los Higuita, Valderrama o Asprilla. La mayoría de sus compatriotas ven en él a un tipo modélico, no solo por estética. Alaban también su comportamiento. Muchos recuerdan cómo durante su presentación con el Madrid un chaval saltó al césped del Bernabéu en su búsqueda. Pese a que la seguridad del club lo interceptó, James lo defendió, abrazó y regaló un balón. No fue un caso aislado. Unos meses después, en Londres, durante un amistoso contra Estados Unidos, otro hincha con la camiseta, la bandera y la cara pintada con los colores colombianos se fue en busca de su ídolo, que lo abrazó. Al acabar el partido, James colgó una foto del momento en su cuenta de Instagram con un mensaje para el mundo: Colombia es pasión.

Por Javier Lafuente, El País

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