Los equipos brasileños son de los que olfatean el miedo y muerden donde más duele. Gremio de Porto Alegre identificó el respeto desmedido de anoche de Millonarios y lo superó, aunque con lo justo, en el partido de ida de los cuartos de final de la Copa Sudamericana disputado en Brasil. Y de no ser por una dosis de buena suerte, el equipo bogotano habría regresado con más goles en contra y sin la posibilidad clara de remontar en la revancha el 15 de noviembre en El Campín.
En principio, el equipo colombiano no se vio muy superado por el rival. De hecho, trató de mantener el balón en campo contrario, tuvo posesión mientras Máyer Candelo tuvo espacios y hasta pudo marcar con el pie de Hárrison Otálvaro, quien en los primeros minutos (13’) remató al arco y el arquero Grohe desvió con lo justo. La intención protagónica contagió hasta al mismo Luis Delgado, que reaccionó de manera circense para evitar un remate fortísimo de Zé Roberto, quien ingresó al área por detrás de un desubicado Lewis Ochoa. El mismo Delgado aprovechó para hacer una volada espectacular en un tiro libre de Fernando que sopló la red exterior y ocasionó el festejo falso del técnico Vanderlei Luxemburgo.
Pero el gol en contra (36’) fue una sarta de desatenciones de jugadores colombianos. Antes que nada, un mal rechazo con los pies del arquero Luis Delgado hacia el centro originó la jugada del tiro de esquina fatídico. Tras la ejecución, un roce hacia atrás con la calva de Juan Esteban Ortiz habilitó en el segundo palo al volante Marco Antonio, que no falló de cabeza.
A partir del gol a Millonarios lo invadieron los nervios: no tuvo reacción efectiva y siguió cometiendo errores en defensa. A los cuatro minutos del segundo tiempo el boliviano Marcelo Martins sorprendió a Pedro Franco por su espalda y el anticipo pasó a centímetros del palo izquierdo de Delgado. Era el resultado de la esterilidad ofensiva del club bogotano, que apostó más a los pelotazos y pases al vacío a Wilberto Cosme y Wason Rentería, silbado por los hinchas de Gremio por su pasado en el Inter de Porto Alegre (2005).
Por eso el club, dirigido por Hernán Torres, perdía constantemente el balón, como en la acción infortunada a los 52, cuando Johnny Ramírez entregó mal en la mitad y se armó una contra de cuatro veloces contra el mismo número de defensas retrocediendo a duras penas. El remate de Leo Gago, que pasó cerca del palo derecho de Delgado, debió premiar el contragolpe más rápido del encuentro.
Los intentos fallidos de entregar, las salidas sin resultado de Hárold Martínez por izquierda, la marca férrea de al menos tres rivales cuando Máyer Candelo tomaba el balón y los errores ocasionales de todo el partido en la mitad generaron espacios y obligaron a Millonarios a caminar sobre el filo de la navaja. De hecho, un pase a espaldas de los centrales a Leandro debió terminar en penalti, cuando el delantero brasileño enganchó hacia fuera en el mano a mano y Delgado lo rozó sutilmente antes de derribarlo.
Las decisiones del portero bumangués durante el partido pudieron haber ocasionado un resultado peor, porque a los 70 dio un rebote tras un disparo débil, pero que luego atajó en el segundo remate a quemarropa. También la suerte fue su escudera, porque minutos después su vertical izquierdo devolvió un remate fortísimo de Marquinhos y en el último minuto anularían un gol de André Lima por un fuera de lugar fino. En definitiva, sería un poco de lo mismo en ataque, imposibilidad de Millonarios y algo de cautela en defensa para evitar una goleada. La goleada que mereció Gremio a su favor.
Una remontada factible
En Bogotá, en el juego de vuelta que se disputará el 15 de noviembre en El Campín, Millos disputará un partido remontable. Ahogar a Gremio en la altura a través de la posesión de balón será la misión, tal cual como lo lograron contra Palmeiras. En esa ocasión el resultado era más adverso (3-1) y en definitiva el club bogotano brilló en el mejor juego desde que dirige el tolimense Hernán Torres. Eso sí, el juego efectivo que mostró su equipo durante el semestre, pero que pasó en puntitas y en silencio anoche por tierras brasileñas, debe revivir en dos semanas. Es menester.