“Pensamos en grande”: Baldomero Perlaza

El equipo cardenal busca tres puntos que lo acerquen a los octavos de final de la Copa Libertadores. El volante, una de sus figuras, ha sido clave en el proceso.

Enrique Gamboa Durán
15 de marzo de 2016 - 05:05 p. m.

Como todos los niños de su barrio, Chiminangos en Tuluá, Baldomero Perlaza jugaba fútbol durante todo el día en las calles. En la escuela Sarmiento Lora, una de las más importantes del fútbol nacional, el volante cardenal empezó a dar sus primeros pasos en el mundo del balompié. Su buena contextura física y sus excelentes condiciones con el balón hicieron de él uno de los alumnos más destacados de las categorías de formación.

Con tan sólo 15 años de edad, Baldomero debutó en el profesionalismo con la camiseta del Tuluá. Diego Barragán fue el técnico que le dio la confianza. “Lo conocí siendo él muy joven. Era un jugador técnico, física y tácticamente era muy bueno, a pesar de su edad, además de ser polifuncional. Lo hacía muy bien de medio centro, de media punta, de lateral por derecha y hasta de delantero. Es muy inteligente a la hora jugar”, destacó el actual asistente técnico del Bucaramanga.

Pero lo que más elogió su exentrenador es la parte humana de Perlaza: “Como persona es un chico respetuoso, muy culto. Dentro de un plantel, jugadores así son importantes. Es callado y reservado, pero ha llegado lejos gracias a su forma de ser”.

Al principio de 2015 llegó a la capital de la República y en el expreso rojo se empezó a hacer importante en el mediocampo, y junto con Yeison Gordillo ha conformado una de las parejas más importantes del fútbol nacional.

Sobre la actualidad de su exdirigido, Barragán comentó: “Me gusta mucho lo que está haciendo en Santa Fe. Ha sido un jugador clave en el plantel. Es de esos futbolistas que siempre me gustaría tener en mi equipo. Ojalá siga como hasta ahora. Está triunfando y eso me pone muy feliz”.

El volante usa orgulloso la camiseta 14 del equipo bogotano, pues Freddy Rincón, uno de sus ídolos, también la portó en Santa Fe: “Siempre que salgo a la cancha intento dejar en alto este número, sé lo importante que ha sido en la historia del club”. Él entiende la trascendencia del partido de esta noche contra el Cobresal chileno: “Sabemos que tenemos la clasificación en nuestras manos. Somos un equipo que piensa en grande y queremos seguir en la Copa Libertadores para ganarla”.

Perlaza, que ha recorrido un camino muy largo y difícil para llegar al equipo bogotano, dijo que lo más importante para una persona es no olvidar sus orígenes: “Para mí, lo importante ha sido la humildad. Sé de dónde vengo y no puedo dejar la sencillez. Soy muy alegre y me he ganado el cariño de todos mis compañeros, y para mí eso es lo más lindo de todo”.

“En Santa Fe somos una familia. Desde que llegué hace un año me lo han hecho saber. Cuando estamos en momentos difíciles, nos motivamos entre nosotros. Esa sin duda ha sido la clave para ganar todo lo que se ha conseguido”, le dijo a El Espectador.

Baldomero, que de a poco se ha venido ganando un puesto en la titular cardenal, sabe qué le puede dar al grupo: “Aporto en todas las facetas del juego. Le doy una mano al equipo cuando necesita que se tenga el balón. En defensa soy aplicado y también puedo llegar a gol o asistir a los delanteros. Para estar en un club como este se tienen que demostrar las condiciones. Creo en lo que he venido haciendo. He tenido la continuidad que me ha ayudado a crecer en mi juego y en mi vida personal. He tenido la confianza de los cuerpos técnicos y eso ha sido lo más importante durante mi paso”.

Hoy, a las 5:30 p.m., Santa Fe sale en busca de tres puntos vitales para conservar su ilusión de avanzar a los octavos de final de la Copa Libertadores. Para eso tendrá a Baldomero Perlaza en cancha, quien ya sabe lo que es jugar partidos de este nivel y seguro recordará esa noche en Luque, Paraguay, en la que marcó uno de los goles más gritados por la hinchada cardenal en el semestre pasado, el del valioso empate ante Sportivo Luqueño, en la semifinal de la Copa Sudamericana, que a la postre ganaron merecidamente los cardenales.

Por Enrique Gamboa Durán

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