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"La responsabilidad de ganar es enorme"

Mauro Silva, el legendario mediocampista brasileño, campeón del mundo en 1994, deja en evidencia la enorme presión que deberá afrontar su país para llegar a la final del Mundial. Una tarea en la que no desea tener a Argentina como rival.

Pedro Cifuentes / Especial de El País de España
22 de junio de 2014 - 11:50 a. m.
Mauro Silva, leyenda viva del Deportivo La Coruña, ganó el tetracampeonato con Brasil en 1994. / AFP
Mauro Silva, leyenda viva del Deportivo La Coruña, ganó el tetracampeonato con Brasil en 1994. / AFP
Foto: MEXSPORT - David Leah

Mauro Silva (São Bernardo de Campo, 1968), titular indiscutible en la selección brasileña que ganó el Mundial en 1994, ídolo eterno del Deportivo de La Coruña, es recordado como uno de los mejores mediocentros defensivos de la historia del fútbol.

Hoy, reconvertido en empresario inmobiliario, opina cuando se lo piden con la misma actitud que demostró en sus 13 temporadas en España: sin aspavientos, sin pretensiones de mayor fama, entregado a su trabajo como cuando construyó partido a partido, sin un regate ni una palabra de más, una carrera ejemplar en cuanto a profesionalidad, rigor táctico y discreción.

En esos 13 años sólo marcó un gol. Cuando le preguntaron al expresidente Lula da Silva en 2004, durante una visita a España, cuál era su futbolista favorito, no dudó ni un segundo: “Mauro Silva”.

El exjugador lamenta que Brasil haya “desaprovechado la oportunidad de dar una imagen de país eficiente y moderno con la organización del Mundial”. Cree, sin embargo, que el pueblo se volcará con su seleçao, lo que convierte al anfitrión en “el principal favorito” para ganar el torneo. Su máximo temor es Argentina: “Como futbolista brasileño, en un Mundial lo primero que deseo es que se vayan a casa cuanto antes...”.

¿Qué ha hecho mal su país durante la organización del Mundial para provocar tantas protestas internas y tanta exposición internacional?

Hace siete años, cuando la candidatura resultó elegida, hubo una gran alegría; creíamos que el Mundial serviría para mejorar las infraestructuras de Brasil, que es uno de los puntos frágiles de nuestra economía, y para dar visibilidad a un país con un enorme potencial para inversores extranjeros. Queríamos aprovechar para trasladar esa imagen, pero no lo hemos hecho: las obras, los estadios, los aeropuertos, todo va retrasado. Hemos desaprovechado una buena oportunidad para mostrar una imagen de país eficiente y moderno. Hay otro problema: no necesitábamos 12 estadios; con ocho sedes bastaba. Somos un país con dimensiones continentales y en algunos sitios hay poca tradición futbolística. Cuando termine el Mundial, esos estadios no se usarán. Es tirar el dinero. Podían haberse construido hospitales y escuelas públicas. Esa es mi crítica. Y es la crítica de gran parte de los ciudadanos.

¿Le ha sorprendido que haya tantos brasileños que prefieran la derrota de Brasil como castigo a los gobernantes?

Me sorprende un poco, pero la gente está muy quemada. Creo que hay que separar las cosas. Que Brasil gane es bueno. Me parecen bien las manifestaciones, la gente más madura políticamente debe seguir haciéndolo para que los gobernantes vean que no estamos satisfechos. Pero no en el Mundial... Estoy casi seguro de que la gente se volcará con el equipo. Si tú haces una fiesta en casa y tienes invitados, no es el momento para discutir los problemas familiares o internos. Cuando la fiesta se acaba, es otra cosa. Hemos asumido la responsabilidad y el compromiso de hacer una fiesta, hay que recibir bien a la gente y dar la mejor imagen posible. Después que vuelvan las protestas sobre los problemas internos.

Su compañero de selección y hoy diputado, Romario, ha ocupado muchos titulares con su frase de que “el Mundial es el mayor robo de la historia de Brasil”.
Es una sospecha generalizada. Ha habido mucho tiempo para prepararlo y, como siempre ocurre en Brasil, hemos dejado todo para el final y los gastos se han disparado. Hacer las cosas con prisa nunca es bueno. Si luego miras las colas en los hospitales... Romario dice las cosas como le vienen a la cabeza, pero está haciendo un buen trabajo.

¿Qué es lo más importante para ganar un Mundial?

El talento. Sin duda.

La selección brasileña actual parece un grupo equilibrado, pero de medio campo hacia arriba (a excepción de Neymar) parece precisamente un equipo sin el talento de otras épocas.

Esa es una de nuestras grandes preocupaciones. En 1994 teníamos a Bebeto y a Romario en la delantera y a Ronaldo en el banquillo. Ahora no tenemos ese nivel de delanteros. Un equipo que puede tener dificultades arriba tiene dificultades para ganar, por algo los jugadores más valorados son los que garantizan goles. En la Copa Confederaciones tuvimos a Fred, que jugó bien y marcó goles, pero después tuvo problemas físicos. Si sucede algo y se lesiona, ¿qué pasa entonces?

¿Qué destaca de la selección actual?

Aparte de talento, para ganar un Mundial hay que tener optimismo, buena defensa y medio campo. Eso lo tenemos. La lesión de Julio César (el portero titular), que este año ha jugado en Canadá, es otro problema. Nuestra gran arma será la presencia de Scolari y Parreira, por su experiencia y su forma de trabajo.

¿Cuáles son sus favoritas?

Brasil es la principal favorita, por jugar en casa. El público va a empujar muchísimo. Después Argentina y Alemania. Entre estas tres estarán el campeón y el finalista.

Dice que Argentina siempre le da miedo. Si Messi mejora su forma, supongo que más.

Mi primer deseo es que se vayan a casa cuanto antes (risas). Nuestra rivalidad histórica, el hecho de jugar en Brasil, la responsabilidad añadida de los jugadores, todo eso afecta. Argentina viene a estropear la fiesta. Messi no ha ganado un Mundial todavía y para poder compararse algún día con Maradona o Pelé necesita hacerlo. Una final Brasil-Argentina sería tremenda. No quiero imaginarlo. Prefiero a cualquier otro rival.

¿Qué pueden hacer los jugadores brasileños para aguantar una presión tan enorme?

Es la principal labor de Scolari y Parreira, y una complicadísima por el momento raro del país, las manifestaciones... La presión que van a tener que soportar estos chicos por jugar en casa es tremenda. En 1994, que era también un momento de mucha presión porque llevábamos 24 años sin ganar un Mundial, alcanzamos la tranquilidad cuando llegamos a Estados Unidos. Es imposible que algo así ocurra ahora en Brasil. Es muy difícil que los futbolistas puedan aislarse, sobre todo ahora con las redes sociales. El desgaste emocional será tremendo. La responsabilidad es enorme. Y eso lo saben Argentina y Alemania.

¿Cuál es el mejor jugador que tuvo que marcar usted en un terreno de juego? ¿El que más le deslumbró?

Maradona. He marcado a Ronaldinho y a Zidane, grandísimos futbolistas, pero como Maradona no he visto a nadie.

Por Pedro Cifuentes / Especial de El País de España

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