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Soy tímido pero Messi es más: Martín Palermo

El entrenador del Arsenal y máximo artillero de la historia del Boca Júniors analiza su vida en el fútbol.

Juan I. Irigoyen - El País
03 de enero de 2015 - 06:44 p. m.
AFP / AFP
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Martín Palermo no regatea ningún tema. Multicampeón y máximo artillero de la historia del Boca Júniors (236 goles), en España su carrera fue fugaz entre Villarreal, Betis y Alavés, y no pudo explotar su fetiche, el gol. El exdelantero, y ahora técnico del Arsenal FC, sereno y reflexivo, analiza su vida en el fútbol.

Pregunta. ¿Usted de pequeño iba a todos lados con el balón?

Respuesta. Sí, con el fútbol siempre. De muy chico, en el barrio, estaba siempre con la pelota. Yo era el que llevaba el balón al colegio.

P. Eso es más de portero que de goleador.

R. Y bueno… era arquero. A los seis años comencé de portero en el Estudiantes. Todo era por mi hermano, que es mayor que yo, y de chiquito quería hacer todo lo mismo que él. Hasta que a los once años pasé a jugar de delantero y no lo dejé nunca más.

P. ¿Qué le aconseja a los jóvenes jugadores?

R. Que si eligieron ser futbolistas tienen que explotar al máximo todo, ser inteligentes y profesionales. No se vive solo del momento de alcanzar la posibilidad de comprar el coche, el teléfono, o estar todo el tiempo viviendo cosas de adolescentes. Hoy en el fútbol argentino para un chico es más fácil llegar a Primera, hay equipos con menos recursos y es abismal la diferencia de conocimientos y preparación que tienen los jóvenes al llegar a la Primera División. En cualquier plantilla hay seis o siete futbolistas que no han jugado ni 10 partidos y, por el solo hecho de estar con el grupo se creen con derecho a muchas cosas.

P. ¿En su última etapa como jugador del Boca usted fue a buscar a compañeros jóvenes a la discoteca?

R. Fue algo que sucedió una o dos veces. Recuerdo una situación en la que habíamos perdido un clásico y me enteré que había uno de los chicos dando vueltas. Fui a buscarlo, más que nada, para evitar problemas con algunos aficionados que había en el lugar. Imagínese que después de perder un clásico no es común para los hinchas ver un jugador en la discoteca.

P. ¿Cómo se cuida al futbolista de todo lo extradeportivo?

R. Para eso nunca estás preparado. Yo tuve que aprender muchísimas cosas solo. Gente que se te acerca, amigos del momento y que después desaparecen, la noche, la prensa, y un montón de situaciones que en las divisiones inferiores no te preparan para afrontar. También está la educación y formación de los padres, pero hay cosas para las que no te pueden preparar y hay que vivirlas.

P. ¿Cómo son los equipos de Palermo entrenador?

R. Tienen orden, algo que es primordial. Son equipos seguros, bien estructurados, con una identidad, y con jugadores que se entregan al máximo durante los 90 minutos. Y después, según las características de los jugadores, la propuesta de juego puede cambiar.

P. ¿No está aferrado a un sistema?

R. No, todos los equipos tienen las alternativas que, como consecuencia de la técnica de los jugadores, te pueden permitir implementar tu forma de juego. Es fácil ser el Barça y el Madrid, tener esos jugadores, y morir con tus formas. Yo siempre quiero un equipo protagonista, con presión alta y agresividad para atacar.

P. ¿Su mejor recuerdo en el fútbol es el Mundial de Sudáfrica?

R. Sería injusto si solo marco a Sudáfrica. Aunque un Mundial no se compara con nada, no hay final de la Libertadores, no hay final de la Intercontinental, no hay final de nada que se asemeje a algo tan grande (jugó solo unos minutos, y marcó un gol).

P. ¿Messi llegó a Sudáfrica mejor que a Brasil?

R. No, yo creo que le faltaba todavía. Le faltaba asumir el rol de líder. Sentirse importante dentro del grupo. No sé si fue la capitanía o la experiencia pero en Brasil estaba más formado. En Sudáfrica llegó después de ganar muchas cosas pero todavía, en la selección, le faltaba asumir ese rol. En Brasil se vio un Messi más participativo a nivel de grupo.

P. ¿Usted compartió un viaje de dos horas y media con él en el autocar sin hablar?

R. Sí, el viaje a Pretoria.

P. ¿Un silencio incómodo?

R. No, para nada, ya lo conocía porque viajábamos siempre juntos y hasta nuestras familias vivían en el mismo complejo. Yo hablaba más con sus hermanos que con él. Yo soy tímido pero Leo es más que yo. A mí hubiera gustado preguntarle cosas del Barcelona pero me daba vergüenza.

P. ¿Qué le hubiera preguntado?

R. Lo que significa estar en un club tan importante como el Barcelona, cómo es el día a día, o cómo es la gente. Yo sé lo que es el Boca pero no creo que el Madrid y el Barcelona se asemejen en nada. Yo quería que un representante tan importante como él me lo cuente.

P. ¿Joaquín Sabina le pidió permiso para utilizar su nombre en la canción Dieguitos y Mafaldas?

R. No. Me sorprendió porque yo no sabía nada y un día lo conocí en Málaga. Estábamos concentrados con el Villarreal y alguien me dijo que Sabina me había nombrado en una canción y que me quería conocer. Yo pensaba: “¿Qué le digo?” Le agradecí y él dijo que cuando volviera a Argentina quería que lo fuera a ver a un concierto. Cumplí, fui tres veces.

Un difícil paso por España

Palermo guarda un recuerdo agridulce de su paso por España. Llegó en 2001 al Villarreal, y de amarillo disputó 81 partidos y celebró 21 goles. Peor le fue en sus otros dos destinos: 11 partidos y un gol en el Betis, y 14 encuentros y tres dianas en el Alavés.

P. ¿De los entrenadores que tuvo en España [Víctor Muñoz, Benito Floro, Víctor Fernández y Pepe Mel] quién le influyó más?

R. Ninguno. Pepe Mel fue el único que me hizo sentir a gusto. Después ninguno de los otros tres me dejó nada.

P. ¿Qué le faltó para triunfar en Europa?

R. Que no se me cayera la pared en la pierna [en un partido de Copa en el campo del Levante se rompió el tobillo derecho al caerle encima un muro mientras celebraba con los aficionados un gol]. Cuando mejor estaba se me cayó la pared.

P. ¿Qué pensó?

R. ¿Qué iba a pensar? Un choque, una patada, pero, ¿una pared? Me hubiese gustado tener la posibilidad de dar el salto que yo buscaba. Cuando llegué al Villareal sabía que no iba a mostrar todo, no era el equipo que se armó después. Mi idea era estar uno o dos años y progresar a un equipo más competitivo. Pero a los nueve meses me pasó lo de la lesión y me hizo volver atrás. Fue lesión que más me costó en mi carrera para volver a jugar un nivel bueno. Me fui al Betis y al Alavés, que estuvimos a un punto de ascender. Si hubiéramos logrado el ascenso me hubiese quedado.

Por Juan I. Irigoyen - El País

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