Publicidad

'K.O.' a la pobreza

Vendió empanadas y bonos de solidaridad durante su niñez en Jamundí, Valle. Superó la pobreza con el judo, como casi todos nuestros deportistas en sus respectivas disciplinas.

Del enviado especial
01 de agosto de 2012 - 09:22 p. m.
La judoca colombiana derrotó a la china Fei Chen por puntos y logró la medalla olímpica número 14 en la historia del país.  / AFP
La judoca colombiana derrotó a la china Fei Chen por puntos y logró la medalla olímpica número 14 en la historia del país. / AFP

Su madre Miriam Orejuela Vidal trabajó lavando y planchando en casas. Luego en un restaurante. Su padre Arnody Alvear Villegas era constructor. Dejaban en un hogar de madres comunitarias, hasta la noche, a la pequeña Yuri. A ella, tiempo después, la persiguieron también los oficios de supervivencia: vendía boletos de solidaridad y ofrecía empanadas por todo el barrio Belalcázar de su natal Jamundí, Valle del Cauca. La razón: no tenía un peso para sus competencias de judo.

Yuri Alvear, quien nació en la madrugada del 29 de marzo de 1986 en el Hospital Universitario de Cali, escuchó por primera vez la palabra “judo” cuando tenía 14 años. Cursaba noveno grado en el Liceo Técnico Comercial de esa ciudad y el profesor de educación física, Ruperto Guauña, a quien lleva siempre en su corazón, se inventó un programa complementario: aquellos que practicaran esa disciplina en las horas libres, no presentaban exámenes ni trabajos en su materia.

Yuri, que había pasado por el voleibol, el basquetbol, el atletismo y hasta el waterpolo, probó y se quedó en él. Más que eso, el judo la metió de cabeza en la historia de Colombia. “Mami, lo logramos. Esto es una bendición de Dios y es un regalo para todos ustedes”, dijo luego de adjudicarse ayer la medalla de bronce en 70 kilogramos, tras derrotar a la china Fei Chen. “Felicitaciones, mija. Acá te estamos esperando con los brazos abiertos”, le respondió doña Miriam.

Durante la premiación y la atención a la prensa no pudo evitar que cayeran lágrimas. En ese entretanto recordó la película de su vida, los dos o tres entrenamientos al día que realizaba en el coliseo de su ciudad, las peripecias por conseguir dinero para viajar a las competencias. No olvidará las veces en que sólo había recolectado para dos tiquetes y eran tres las deportistas de su colegio que competían. Ella, la de menos experiencia, se tenía que quedar.

Sólo en 2003 pudo viajar a un torneo en República Dominicana con un auspicio gubernamental y luego con ayuda de Coldeportes e Indervalle ha logrado curtirse en el exterior.

Tanto que hoy es una de las colombianas que más roce internacional poseen, pues todo el año viaja en representación de nuestro país. En 2009 alcanzó la medalla de oro en el Mundial de Rotterdam y las juntó con las preseas doradas que ganó en torneos panamericanos de Montreal (2007) y Buenos Aires (2009), así como la que se colgó en los Sudamericanos de Medellín en 2010.

Le hacía falta la olímpica, por la que ahora la Alcaldía de Jamundí le prometió una vivienda. Cuando sus padres tenían trabajos de emergencia, ni les alcanzaba para pagar el arriendo. Es que la miseria es hija del deporte colombiano. O al contrario.

Por Del enviado especial

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar