Luis Fernando López, con un sueño en marcha

El atleta nariñense recibió este año la medalla de oro del Campeonato Mundial de Atletismo en Daegu, en el que había llegado en tercer lugar, luego de que fueran descalificados por dopaje los rusos que lo habían superado.

Mónica Rivera Rueda
18 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Desde los 14 años, Luis Fernando López ha representado al país en campeonatos de marcha. / El Espectador
Desde los 14 años, Luis Fernando López ha representado al país en campeonatos de marcha. / El Espectador

Desde el momento en que Luis Fernando López comenzó a ganar en competiciones de marcha, a los 14 años, supo que su principal sueño era convertirse en el mejor del país. A diferencia de muchos otros, este deportista no desarrolló una pasión por su habilidad, sino que nació con ella.

Siendo muy pequeño, tanto su padre –quien llegó a participar como marchista en unos Juegos Nacionales– como su tío, Marcelino Pastrana, lo llevaban a los campos del estadio Libertad, en su natal Pasto (Nariño), por donde pasaron en algún momento gran parte de los miembros de su familia para practicar algún deporte.

Al principio se destacó como futbolista. En sus primeros años jugó como marcador de punta y en algún momento soñó con ser como el portero argentino Julio César Falcioni, pero a los 14 años la vida le dio un vuelco, cuando comenzó a ganar premios como atleta de marcha y logró el segundo lugar en el Suramericano y finalmente el campeonato de marcha, en la categoría de menores en Argentina.

“Comenzaron los reconocimientos, en el colegio me dieron una beca y todas esas cosas me hicieron pensar, me fueron embrujando y llamando la atención para seguir en el deporte que mi papá visualizó para mi”, recuerda López.

Ya en secundaria, tuvo que organizar su vida para continuar entrenando. Por ello, y también como parte del destino, entró a estudiar en un colegio por la tarde, por lo que podía ir a entrenar por las mañanas, bajo un régimen que, según él, lo alejó de la indisciplina que lo caracterizó de pequeño y le dio responsabilidad y compromiso, ya que no solo debía responder por entrenamientos, tareas y notas, sino además por los deberes que le dejaba su mamá en la casa.

Al terminar el colegio decidió estudiar ingeniería civil, pero dado lo importante que se convirtió en su vida la marcha, Fernando Rozo, un entrenador que conoció desde los primeros días que comenzó a ganar reconocimientos, lo motivó a ingresar a la Policía. “Entré a un grupo antinarcóticos, en Putumayo y eso me sirvió muchísimo, porque me enseñó a valorar qué era lo que quería en la vida, me ayudó a formar un carácter y una responsabilidad de lo que pretendía con el deporte”.

Así fue como en febrero de 2001 llegó a Bogotá para conformar la Liga Deportiva de las Fuerzas Armadas, con el objetivo claro de ser el mejor marchista del país, y en ese camino logró en los siguientes cuatro años el primer puesto en el Campeonato Nacional de Marcha en la categoría de mayores, mejoró su marca personal casi un minuto y medio en el torneo de Marcha de la IAFF en México y culminó cuarto en los Juegos Panamericanos en Santo Domingo, en 2003.

Pero quizás su mayor logro en ese momento fue haber finalizado de segundo en el Suramericano de Marcha en Chile, que le dio un cupo para participar en los Juegos Olímpicos de Atenas en 2004.

“En ese entonces no pensaba en luchar por un puesto, simplemente me gocé la clasificación a los Olímpicos. Me los disfruté y cuando regresé, me di cuenta de que podía hacer un poco más. Fui 24 y desde ese entonces mi entrenamiento cambió, le di un vuelco de 180 grados a mi vida, empezando por la comida, porque mi objetivo ahora era más grande y ambicioso”, asegura López, quien en los siguientes años se concentró en conseguir los primeros lugares en los certámenes internacionales y especialmente una medalla en los Juegos Olímpicos.

Dos años más tarde ganó la medalla de oro de los Centroamericanos y del Caribe, desbancando a los mexicanos, quienes siempre habían obtenido esta presea en la competición. Ese fue el comienzo de una buena racha en la que consiguió un diploma en los Juegos Olímpicos de Pekín (2008) al terminar en la novena posición y logró romper el récord nacional de 20 k en el Mundial en Berlín y el récord suramericano de 10 k en el Torneo de Marcha de la IAFF en Pekín.

El trabajo previo a los Olímpicos de Londres fue mental. Tras conseguir grandes triunfos, sufrió una lesión en la ingle que le dificultó su entrenamiento y puso en peligro su participación en el Mundial de Atletismo en Daegu. Aunque clasificó a la competición con bajos resultados, estuvo siempre enfocado en conseguir un lugar en el podio y fue así como ese día obtuvo la medalla de bronce, al llegar luego de los rusos Valery Borchin y Vladimir Kanaykin.

“Mi madre murió cuando yo tenía tres años, pero la sentí hoy cuando pisé el podio”, dijo en aquel momento el marchista nariñense, quien este año recibió la medalla de oro del Mundial de Daegu, luego de que la IAFF suspendiera a los rusos en medio del escándalo por dopaje.

Es así como el nariñense se convirtió en el primer colombiano en conseguir la máxima presea en un Mundial de Atletismo, honor que comparte junto a la atleta de salto triple Caterine Ibargüen. “Me queda la tranquilidad de que hice las cosas bien y al final fui campeón del mundo, pero ya dimensionando las cosas me doy en cuenta de que si se hubieran dado en ese momento, la gente en el país tendría otro enfoque de este deporte, pero los tiempos de Dios son perfectos, porque hoy es mi hija la que se goza todo esto”.

Luego de esta competición vinieron tiempos difíciles para el marchista. Las lesiones, además de la muerte de su entrenador Fernando Rozo, siguieron complicando sus entrenamientos. Aunque era el favorito para conseguir una medalla de oro en los Olímpicos de Londres, fue descalificado en los últimos metros, cuando lideraba la competencia, por despegar en tres ocasiones los pies del suelo.

“Pensando en la lesión, la muerte de Rozo y lo difícil que fue entrenar, pensé que iba a llegar ese momento feliz de telenovela en que el protagonista se casa con la protagonista, pero desafortunadamente la vida es diferente. No supe qué sucedió al terminar esa prueba, porque se fue la mayor oportunidad de mi vida, la de conseguir una medalla olímpica”.

Río 2016 fueron sus últimos Olímpicos. López asegura que no ha terminado su carrera, porque aún le quedan un par de títulos nacionales por disputar, pero sabe que ya con 38 años y tras sufrir varias lesiones crónicas no está en las mismas condiciones en las que hace 20 años comenzó y con las que hace 10 rompió varios récords.

Ahora se dispone a continuar en la preparación de los más jóvenes que como él se figuran dentro del atletismo de marcha y sueña con que en 20 años, su hija que hoy tiene cinco, pueda desarrollar esa pasión con la que el nació y logre ganar alguna de las tres medallas que le fueron esquivas en la más importante competición mundial.

Por Mónica Rivera Rueda

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