Jannik Sinner rompe la racha de Daniil Medvédev y se corona campeón en Pekín

El italiano se impuso al ruso por doble 7-6 y consiguió el noveno título de su carrera -tercero del año-. En las semifinales había eliminado al español Carlos Alcaraz.

Juan Diego Forero Vélez
04 de octubre de 2023 - 03:15 p. m.
Jannik Sinner (izq) junto a Daniil Medvedev en la premiación del Abierto de Pekín (China).
Jannik Sinner (izq) junto a Daniil Medvedev en la premiación del Abierto de Pekín (China).
Foto: EFE - MARK R. CRISTINO

Jannik Sinner jamás había logrado ganarle a Daniil Medvédev, quien estaba convertido en una cábala para el italiano, en su verdugo recurrente y pérfido. Era la séptima vez que se veían las caras, todas en canchas duras, donde Daniil suele ser implacable, ladino y efectivo, donde se siente más cómodo, en la superficie que él considera su reino intocable, en la que ganó su único Grand Slam, frente a Novak Djokovic.

El ruso entró a la cancha con el semblante inadvertido y diáfano, emulando la frialdad de Sinner, que caminaba con zancadas cortas y con el ánimo elevado luego de haber superado a Carlos Alcaraz en su partido de semifinales, y con las palabras del español dándole vueltas en la cabeza.

“Es realmente difícil jugar contra él. Hay que encontrar la manera de ganarle. Es complicado, por eso es uno de los mejores del mundo”, decía un desconsolado pero amigable Alcaraz, tras la derrota, refiriéndose a Jannik, con nobleza.

La final esperada era Daniil contra Alcaraz, luego de que el ruso eliminara al español en semifinales del US Open con un nivel superlativo e impresionante, pero igual que en aquella ocasión, cuando el mundo esperaba la revancha entre Novak y Carlitos, esta vez tampoco se harían realidad los sueños de los fanáticos.

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Sinner se había colado en la final con un nivel apenas creíble, y Médvedev asumía el reto de frenar su impetuosa arrogancia. Ya son 8 finales este año para Daniil, que ha participado en 18 torneos, y que esperaba llegar a 21 trofeos conseguidos en su carrera, cosa que se antojaba posible, ya que Medvédev jamás había ganado en Pekín, y sabemos que al ruso no le gusta repetir; jamás ha conseguido un trofeo dos veces. En las últimas cinco temporadas acumula 25 finales en canchas duras, más que cualquier jugador del circuito, por detrás está Djokovic -con 17- y un poco más abajo Alexander Zverev y Stefanos Tsitsipas, con 13 cada uno.

“Sé que mis 20 títulos fueron en ciudades diferentes. Me gustaría seguir sumando, pero también defender alguno de mis éxitos. Y quiero poder terminar mi carrera siendo el campeón de todos los torneos importantes que se disputan en canchas duras”, remarcó el ruso con genuina humildad y deseo, confiado de su nivel, impresionante, sobre todo luego de haber perdido una final de Grand Slam, cuando los jugadores suelen venirse abajo y sentirse abatidos. Pero Sinner saltaba al campo con una determinación inexplicable, tal vez buscando romper con la hegemonía de su rival y con los sueños loables que él también comparte.

El primer set fue muy igualado, ambos jugadores utilizaron sus mejores armas y dispararon muy fuerte desde el fondo de la cancha, sacando con mucha precisión, ambos con un porcentaje de primeros servicios por encima del 80%, y salvando, además, todas las opciones de quiebre en contra. Pero el tenis es imperfecto, no acepta empates, y el tie break definiría al campeón de la primera micro batalla.

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Sinner estuvo inmaculado, lo jugó de forma implacable, todos los puntos parecían pertenecerle, mientras Medvédev lo miraba atónito, mostrando una constante ingenuidad, sin entender por qué el tie break se pasaba tan rápido; parecía no asimilar el resultado adverso.

El italiano había ganado los puntos con una soltura envidiable, rapaz, logrando que el juego se volcara a su favor de manera ligera, pero sin advertirse confiado; aún rondaba en la cancha el recuerdo fútil del apenas 10% de efectividad que tiene contra jugadores del top 5, sin contar a Carlos Alcaraz.

El segundo set sería igual que el primero, casi como un espejo. Sinner siguió jugando a un nivel altísimo, imitando la tenacidad del ruso, su fuerza, su velocidad y su precisión, y superándola por momentos. En el segundo set tampoco hubo diferencia sustancial, el italiano apenas demostraba un espíritu más animado, creía que la posibilidad del título estaba cada vez más cerca, más plausible, material.

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Daniil por su lado estuvo siempre desencajado, no pudo intimidar al italiano en su saque, no fue capaz de incomodarlo, no tuvo ni una sola opción de quebrar su servicio y tuvo que defenderse de forma locuaz jugando con su saque. Estuvo desconocido, tuvo muchos errores no forzados y también tuvo menos tiros ganadores que su rival. Pero pudo sobrevivir hasta el tie break, que le daría una última oportunidad de igualar el marcador, de seguir remando en un partido que intentaba desplazarlo hacia el segundo y olvidable segundo lugar.

Aunque Sinner no estaba dispuesto a dejar evaporar su ventaja, y luego de un par de puntos impresionantes, terminó llevándose el partido, consiguiendo su tercer título en el año, y su primera victoria frente a Daniil Medvédev.

Una sonrisa inocente e incontenible se asomaba en los labios temblorosos del italiano, que no lograba asimilar aún el título. Es la tercera final que jugaba contra Daniil este año, y por fin, como por hacer apología al conocido refrán, tuvo que ganar, como el mismo Medvedev se encargó de reconocer en su discurso final diciendo, “Bueno, parece que el tercero es el de la suerte, hemos tenido tres finales y esta vez me ganó”.

Jannik Sinner ha conseguido ocho de sus nueve títulos en canchas duras y pone en tela de juicio la superioridad de Medvédev en esta superficie, que lo miraba con una sonrisa genuina, de pie, junto a él, en su discurso de ganador.

“El ranking para mí no es muy importante, claro que estoy contento por la posición en la que estoy. Porque hemos trabajado mucho”, terminó diciendo el italiano, luego de que le recordarán que ocupara la cuarta plaza en la próxima actualización del ranking, con la copa gigante enfrente y con el público aplaudiendo su tenacidad.

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Por Juan Diego Forero Vélez

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