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Michael Rangel, un goleador obstinado

Aunque sus padres le insistieron que no se dedicara al fútbol, el 9 de Millonarios se formó de manera empírica, luchó y hoy en día es figura del cuadro bogotano, en el que ha marcado 11 goles.

Luis Guillermo Montenegro
11 de abril de 2016 - 02:39 a. m.

Oriol Rangel y Eddy Valencia, los padres de Michael Rangel, por cuestiones económicas nunca pudieron darle gusto a su hijo y meterlo en una escuela de fútbol. Por eso a él le tocaba aprovechar las clases de educación física y los entrenamientos con la selección de fútbol de su colegio, el Inem de Bucaramanga, para mejorar. Desde niño había jugado fútbol en su barrio y por su contextura física, pues siempre fue más alto que los niños de su edad, le gustaba ser delantero, para meter goles de cabeza. Esas capacidades goleadoras fueron mejorando con el tiempo y desde la categoría infantil sobresalió. Sus papás preferían que se enfocara en el estudio y luego llegara a ser profesional, no obstante, Michael insistió en su sueño de ser futbolista.

Y no era fácil, porque, por más que el talento estuviera presente, sin pagar no lo dejaban jugar en escuelas, y cuando el Inem Karengo (equipo de su colegio) se acabó, le tocó entrenar y jugar por su cuenta en su barrio, Zapamanga, en Bucaramanga. Ahí, a pocas cuadras de su casa, había una cancha en la que entrenaba casi todas las tardes. Todo muy empírico porque no había un entrenador y eran sus amigos los que le indicaban qué hacer: le tiraban centros para que él cabeceara e hiciera chilenas. De ahí las habilidades que hoy en día tiene en el juego aéreo. Desde que tiene uso de razón, el santandereano ha estado pegado a un balón de fútbol. Cuando ya era de noche y debía entrar a su casa, abrazaba la pelota como si fuera un peluche y se quedaba dormido sobre la cama.

Cuando pudo integrar un equipo debía caminar cerca de 50 minutos, porque no había plata para el pasaje del bus. Por lo general llegaba cuando el partido ya estaba en el entretiempo, pero los entrenadores confiaban tanto en él que lo metían y gracias a sus goles el equipo hacía remontadas memorables.

A los 16 años jugó en la primera C. Fue una época complicada porque seguía sin tener ingresos y muchas veces se iba a entrenar sin desayunar o simplemente con una agua de panela. Sin embargo, tras buenas presentaciones ahí, fue convocado varias veces por la selección juvenil de Santander, en donde lo vio Alonso Lizarazo, un directivo de ese departamento que lo llevó a jugar al Júnior de Barranquilla.

Inicialmente entrenaba con el segundo equipo, sin embargo, Diego Édison Umaña, técnico del cuadro tiburón en ese momento, lo ascendió al equipo profesional a los 17 años. En ese momento jugó sólo en Copa Colombia, pero también disputó partidos con el cuadro juvenil, marcando 21 goles. Allá recibió su primer sueldo y de alguna manera pudo demostrarles a sus papás que como futbolista podría ayudarlos. El Júnior le pagaba $515.000, de los cuales se quedaba con $200.000 y le consignaba el resto a Oriol, su padre, quien debía mantener a su esposa y sus otros cinco hijos.

Pero la falta de oportunidades lo hicieron dudar. Michael debió empacar maletas y regresar a su tierra para buscar un equipo en el que pudiera jugar y en el que le pagaran por lo menos lo mismo que recibía en Barranquilla, pues ya había adquirido un compromiso con su familia de ayudarlos. Fue el Real Santander el club que le abrió las puertas y allí entrenó por un tiempo y consiguió estabilidad, pero en donde explotaría todo su talento sería en Alianza Petrolera, que por ese tiempo jugaba en Antioquia y era un club satélite de Atlético Nacional.

Ascendió a la primera división, el club verdolaga adquirió sus derechos deportivos y él encontró la estabilidad que soñó darles a sus padres y hermanos. Envigado, Santa Fe y Nacional fueron sus equipos antes de llegar a Millonarios y ponerse la 9, la que no le ha quedado grande, porque, a pesar de algunas críticas, los goles hablan por él y lo defienden. El santanderano de 25 años suma un total de 11 tantos en 22 juegos, y eso que su gran limitante como jugador azul han sido las lesiones, que han hecho que se pierda varios partidos. Pero en este semestre el técnico Rubén Israel confió en él, de hecho se la jugó desde el principio con Michael como centro delantero y le dio el primer lugar frente al refuerzo Cristian Ovelar, quien finalmente dejó el equipo azul por problemas personales.

En los cuatro triunfos consecutivos que lleva el cuadro albiazul en esta Liga Águila, Rangel ha sido protagonista. Aunque no haya anotado en todos los juegos, sus movimientos al frente del ataque han sido fundamentales en los tantos que ha hecho su equipo. Y en los dos últimos partidos ha sido la figura: ante Once Caldas anotó en el minuto final y este fin de semana marcó doblete en el 3-1 sobre Boyacá Chicó. “Tenemos mucha actitud dentro de la cancha, estamos conformando una gran familia. Se viene trabajando bien y sabemos que siempre para adelante, nunca mirar hacia atrás”, destacó el goleador azul, que es consciente de que la única manera de seguir tapando las bocas de los hinchas que lo critican es con goles. “La verdad, no pongo mucho cuidado a lo que dice la gente afuera. Ellos pagan su boleta, ellos tienen derecho a opinar y a gritar lo que quieran allá en la tribuna. Nosotros estamos en la cancha mentalizados en lo que queremos hacer”. Y Millonarios ya tiene 26 puntos. Con dos triunfos más en las ocho fechas que quedan por jugar clasificarán a las finales de este semestre, en las que el gran objetivo es la estrella 15.

Por Luis Guillermo Montenegro

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