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La Masia no es la Coca-Cola

Ahora mismo son tiempos de vino y rosas en la cantera del Barcelona.

Ramón Besa, especial de El País de España
07 de agosto de 2011 - 07:38 p. m.

El momento invita a edificar y rentabilizar una idea concebida con el paso de mucho tiempo a partir de una cosa tan sencilla como una pelota y el punto de vista de técnicos aparentemente comunes como Laureano Ruiz u Oriol Tort. Ya no se trata sólo de generar futbolistas para César Luis Menotti, Udo Lattek o Rinus Michels, cualquiera que fuera el técnico del plantel profesional, sino de producir estrellas que igual pueden jugar en el Camp Nou que en el Emirates de Londres.

A veces parece incluso que el Barça es una cantera de futbolistas que igual abastece al propio club que genera el dinero suficiente para aspirar al fichaje de Cesc Fàbregas mientras suministra internacionales de las más diversas categorías para satisfacción general. Ahí están por ejemplo Gerard Deulofeu, Marc Bartra y Thiago Alcántara.

Así las cosas, nada es más sensato que trasladar La Masia, la residencia de los jóvenes valores que Josep Lluís Núñez levantó en 1979, al Centre de Formació Oriol Tort, el Profesor que educó a la figura de Pep Guardiola. Heredero de la divisa Esport i ciutadania que divulgó Josep Sunyol, expresidente azulgrana asesinado ayer hace 75 años, el entrenador barcelonista apuesta por fomentar la vida en común de los jugadores y, por extensión, convertir la ciudad deportiva en el centro de la actividad del Barça.

No hay mejor heredero de Sunyol i Tort que Guardiola, síntesis de lo catalán y barcelonista en la globalización. La figura del técnico es capital para entender la necesitad de agrupar y modernizar las instalaciones de la entidad de la misma manera que la personalidad de Andoni Zubizarreta, director deportivo, resulta fundamental para dibujar el libro de ruta.

Una vez que la tradición oral ha sido superada se trata de transmitir el fútbol a partir de una metodología que sobreviva a los mejores técnicos. El manual de instrucciones se impone a la clonación por la misma regla de tres que la metodología es una alternativa de la improvisación. La prioridad de la nueva Masia es ayudar a dar un salto de calidad a personas igualmente reconocibles como futbolistas, que como profesionales. Las madres preferirán La Masia al más selecto de los internados y los hijos al mejor piso de la ciudad. La infraestructura es más seductora que la de cualquier residencia y, por otra parte, mantiene rasgos de sobra como para distanciarse de un hotel. Interesa sobre todo que las promesas futbolísticas puedan completar una carrera universitaria en la misma línea que un deportista olímpico de la Blume o del CAR de Sant Cugat.

La declaración de intenciones y el currículo parecen abonar su comercialización. El reto, sin embargo, es que siga funcionado simplemente como la escuela de fútbol del Barcelona y no como el paradigma del fútbol formativo mundial tal que fuera la fórmula de la Coca-Cola. La Masia, vieja o nueva, no es un escaparate sino una escuela que, como tal, fomenta el aprendizaje e invita al anonimato, nada que ver con la mercantilización ni el famoseo, fomentado desde el propio club con la transmisión por televisión de los partidos de los infantiles.
 
La comercialización del éxito no siempre es rentable. A Tort le bastó con una silla y un paquete de tabaco para levantar La Masia. “Nuestra residencia no es una tienda ni una fábrica de churros ni un internado, sino que es una escuela”, repetía, “y como tal aquí se estudia y se aprende más o menos a comportarse en la vida”.

Que a un joven futbolista le vaya mejor o peor en el futuro dependerá de las circunstancias. Espabilado a la hora de detectar el talento, el Barça procura crear las mejores infraestructuras para que sus promesas maduren y triunfen de la mano de gestores como el director de la residencia Carles Folguera. Los medios se optimizan y, sin embargo, el Camp Nou no se divisa ahora mismo desde La Masia como ocurría antes de ser desplazada a Sant Joan Despí. Hoy se publicita un éxito alcanzado ayer sin ningún anuncio ni patrocinador.

La grandeza de un equipo está sobre todo en procurar sentirse a gusto consigo mismo, en la identificación, como sucede de momento en el Barcelona. Otra cosa es cómo le vean los demás, y puede que a los rivales les disguste ya tanta mercadotecnia y boato. La clave está en conseguir que La Masia no se convierta en una academia, digna de ser imitada, sino que se mantenga como una escuela que solo tenga sentido en el Barça.
 

Por Ramón Besa, especial de El País de España

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