Publicidad

"No he ganado nada": Rigoberto Urán

El 28 de julio de 2012 un menudo ciclista antioqueño, de 25 años, ganó una medalla de plata olímpica que nadie esperaba, en los 250 km ruta. Charla con un amnésico de buen humor.

Ricardo Ávila Palacios
16 de diciembre de 2012 - 11:44 p. m.
"No he ganado nada": Rigoberto Urán

“Uno siempre tiene que andar con la familia”, exclama después de presentar a su madre Aracelly y su hermana menor, Marta, de 16 años, quienes procuran estar junto a él en los momentos importantes.

Dueño de un gran sentido del humor, el ciclista Rigoberto Urán no se siente estrella y sus triunfos en esta temporada, que ya terminó, no lo hacen levitar. Como dicen las mamás, este muchacho tiene los pies bien pegados a la tierra.

—¿Y dónde está la medalla de plata que ganó en los Juegos Olímpicos de Londres?, le pregunto.

—Mami, ¿dónde está la medalla?

—En la casa, dice doña Aracelly.

Rigoberto no tiene ni idea dónde está el trofeo que cualquier deportista querría tener consigo, porque eso significa llenarse de gloria. Tras absolver la duda, continúa: —La tenemos (la medalla) en la casa de Medellín, pa que la gente, los visitantes y los amigos la cojan, la vean. No tengo problema, la tenemos ahí pa que se tomen una foto.

Mientras posa con un deportista juvenil nominado al Deportista del Año El Espectador 2012, Rigoberto lo mira y con su marcado acento paisa le dice: “Hermano, ríase, no ve que es pa una foto... ehhh Ave María”. Y no sólo le arranca una sonrisa al tímido muchacho, sino a ocho personas más que en ese momento están observándolos en un salón del Hotel Sheraton acondicionado para reunir a los deportistas mientras comenzaba la ceremonia de premiación.

No es para menos, su medalla de plata no estaba en los planes de nadie, ni siquiera del Comité Olímpico Colombiano, fue una sorpresa total.

A la vista se nota que Rigoberto es muy avispado y, también, muy entrador. Es un exitoso relacionista público, rompe el hielo rápidamente sin avasallar a su interlocutor.

—Uno lo mira como espectador y si rematan los dos con Rigoberto más fuerte, ganamos, ¿o qué piensa de lo que digo?, comenta el medallista paralímpico Moisés Fuentes, quien tercia en la conversación.

—Así es huevón, le responde Rigoberto, quien por estos días dice estar de descanso, “descanso activo”, como argumentan los deportistas, porque debe entrenar todo el mes. “Hago una hora de gimnasio en la mañana, luego me voy a entrenar en bicicleta cuatro o cinco horas en Medellín y en la noche suelo nadar 15 o 20 minutos. Cada tres días tengo sesión de masajes”.

Pero si goza de buen humor, parece que Rigoberto es también dueño de una frágil memoria.

Pero Rigoberto es un ser humano fabricado a prueba de balas. No sólo superó ese mal momento, sino uno peor: cuando en 2001 su padre fue asesinado. Entonces todo les cambió a los Urán. Con sólo 14 años Rigoberto asumió las riendas del hogar y comenzó a ejercer como vendedor de la suerte, el mismo oficio de su padre.

Usted sigue siendo gregario en el equipo Sky, ¿o la medalla cambió su situación?

No cambia nada. Es sencillo: es un equipo británico, el corredor más fuerte es Bradley Wiggins, ganador del Tour de Francia 2012, y tanto Sergio Luis como yo somos escaladores puros y trabajamos para él, pero también tenemos oportunidades de figurar.

¿Y cómo ha asimilado ese logro olímpico?

Es algo normal, en el momento fue algo muy importante, de pronto no me había dado cuenta de lo importante que era para Colombia. Después, cuando llego al país cuatro meses después, la gente me da las gracias por todo lo que se logró.

¿Entonces hubo una dosis de suerte?

Sí, pero íbamos bien preparados a los Olímpicos. Cuando es una prueba de un día hay que tener todos los factores: estar bien físicamente, atacar en el momento justo y contar con suerte, porque en el ciclismo a veces no gana el más fuerte, sino el más inteligente. A veces uno es fuerte y no gana.

¿Se arrepiente, ese 28 de julio, de haber mirado hacia atrás a pocos metros de llegar a la meta? Algunos creen que por eso Aleksandr Vinokurov ganó la medalla de oro.

No. De pronto estaría arrepentido si me vuelvo a parar en los pedales y remonto la diferencia, porque cuando miro para atrás Aleksandr me saca algunos metros, pero esa ventaja se mantiene hasta la meta. Si yo estoy bien y le descuento, entonces digo: ‘estaba más fuerte y perdí la medalla’, pero no fue así, yo ya estaba sin piernas. Estoy tranquilo.

Entonces, ¿cuándo descansa?

Normalmente un día a la semana y el descanso a veces lo hago sobre la bicicleta en el velódromo.

¿Cuál es su desafío inmediato, que le gustaría ganar?

Falta todo, aún no hemos ganado nada, no se ha logrado nada, estamos en un proceso. Creo que la idea es estar adelante en un Tour de Francia, una Vuelta España, ganar un campeonato del mundo. Apenas llevamos ocho años en el ciclismo.

¿Cuando era niño qué pensaba ser cuando grande?

No sé hermano, no me acuerdo. Con tantos accidentes y con las operaciones que he tenido se me ha borrado la memoria.

¿Cuántas operaciones ha tenido acaso?

Unas seis... El accidente más grave lo tuve en 2007 en Alemania, donde me caí y me fracturé los dos codos, una muñeca y tuve una microfractura en el cuello y ahí quedé jodido. Duré seis meses parado sin hacer nada.

Desde esa tragedia usted se echó la familia al hombro...

Todavía hermano, no ve cómo tengo los hombros tan caídos...

Y como lotero, ¿vendió algún premio gordo?

No, todos fueron flacos. En eso duré como un año porque después me dediqué a correr.

Pero ya puede vivir del ciclismo...

Sí, afortunadamente ya puedo vivir de este deporte.

¿Y ha pensado en casarse con su novia Michel?

No, no, qué tal por Dios, estoy muy joven para eso.

¿Pero ha pensado en fundar una familia?

(risas...). No sé, quizá dos, tres o cuatro hijos... lo que pasa es que los hijos son muy costosos.

Por Ricardo Ávila Palacios

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar