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Óscar Muñoz, el hijo del jardinero

Su papá Pompilio poda el césped de un cementerio y su mamá Nancy es ama de casa. Su hermano menor también practica taekwondo.

El Espectador
08 de agosto de 2012 - 08:59 p. m.
Óscar Muñoz, de 19 años y 1,78 metros de estatura, se convirtió en el quinto medallista de Colombia en Londres.  / EFE
Óscar Muñoz, de 19 años y 1,78 metros de estatura, se convirtió en el quinto medallista de Colombia en Londres. / EFE

El taekwondo es un arte marcial parido por el karate y bautizado así en 1955 en Japón. A Colombia llegó en 1964 y se practicó en Bogotá y Medellín, y en 1967 se institucionalizó con un convenio entre la Universidad de América, en Bogotá, y el gobierno de Corea. A través de los años, el encanto de esta disciplina penetró con fuerza en otras ciudades, como Valledupar, que ahora es una de las potencias nacionales en ese deporte y en judo. Las patadas voladoras y esas artes de luchador llamaron la atención de Óscar Muñoz Oviedo, que vio en el taekwondo el método para sacar a su familia adelante.

Cuando tenía nueve años, llegaron a su colegio Francisco Molina Sánchez de Valledupar unos señores para promocionar un deporte desconocido para él, pero que a simple vista era más simpático que el fútbol que siempre aborreció. “Luego me pusieron una tarea de taekwondo. Desde entonces mi vida tomó el giro hacia este deporte, lo demás han sido muchas satisfacciones”, indica Óscar Muñoz Oviedo, el nuevo orgullo de Cesar y Colombia en general.

No le fue difícil aprender la técnica, que le enseñó su primera entrenadora, Irma Gómez. “Este chico tiene madera”, dijo ella al poco tiempo de que Óscar se inscribiera en la Liga Departamental, pues el costo era accesible para la economía del hogar, precaria desde siempre.

Como muchos deportistas nuestros, Óscar Muñoz nació con escasos recursos, pero con una felicidad malograda por la pobreza. Su papá Pompilio es jardinero del cementerio Ecce Homo y su madre Nancy es ama de casa. Viven en el barrio más apurado de Valledupar: Villa Castro o Cola de Caballo, llamado así porque es el último sector en el suroriente de la ciudad. Allí se asentaron hace 16 años, cuando la familia llegó en búsqueda de oportunidades laborales desde El Difícil, Magdalena, lugar donde Óscar nació y vivió hasta los tres años.

“Aquí en Valledupar nos ha ido bien, yo he sacado adelante a mis seis hijos. Óscar y Rigoberto (menor) son taekwondistas y los demás estudian”, cuenta su padre Pompilio Muñoz, nacido en Astrea, Cesar, pero criado en El Difícil, Magdalena.

De todas formas es como si Óscar fuese oriundo de esas tierras, por su dicción y costumbres. En su colegio todos bromean porque nunca va a clases: siempre está de competencia. En las calles de su barrio ya saben que su padre le dice El Campeón y no dudan que lo sea. Ayer lo comprobaron.

En Valledupar, y sobre todo en Cola de Caballo, la gente trabajó al compás de Óscar, de sus chagui (patadas) y maki (puños). En las calles se escucharon gritos y pitos de las motos por sus victorias contra El-Yamine Mokdad, de Argelia, y Tameen Al-Kubati, de Yemen, en preliminares y cuartos de final respectivamente. Pero, principalmente, por el combate que le dio el bronce, porque en el último segundo los jueces vieron una patada en su rostro, pero la repetición en los monitores validó su victoria.

Estudiante de undécimo grado, Muñoz sólo cuenta en su palmarés con el cuarto puesto en los Olímpicos de la Juventud en Singapur 2010 y medalla de bronce en los Panamericanos de Guadalajara 2011. Ahora podrá exhibir su nuevo tesoro mientras su hermano menor, Rigoberto, aprendiz de taekwondo, trata de seguirle los pasos todos los días. La tendrá dura: no cualquiera gana una presea en su debut en unos Juegos Olímpicos. Y para Río 2014 este luchador sin cuartel ya es carta para ganar oro.

Por El Espectador

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