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La karateka Diana Muñoz revela sus claves del triunfo

La bogotana, de 33 años, sumó dos medallas de oro en su quinta participación en las justas. Ahora también es entrenadora.

Luis Guillermo Ordóñez
07 de noviembre de 2012 - 10:06 p. m.
La bogotana Diana Muñoz ganó dos oros en katas.  / Coldeportes - Archivolatino
La bogotana Diana Muñoz ganó dos oros en katas. / Coldeportes - Archivolatino

Veinticinco de sus 33 años de vida los ha dedicado al karate. Gracias a ese deporte ha conocido “medio mundo” y ha cumplido todos sus sueños. Claro, ella también ha puesto todo su empeño para conseguirlo.

Se llama Diana Constanza Muñoz Lozada, doble medallista para Bogotá en los Juegos Nacionales, cuyas pruebas de karate terminaron ayer en el coliseo Mario de León, en Cereté, Córdoba.

Su historia ha sido feliz. Comenzó a escribirse en el barrio Quirigua, al occidente de la capital, en donde todavía vive, y en el Colegio Eucarístico Campestre, en Subachoque, Cundinamarca.

Cuando tenía apenas ocho años decidió visitar la Unidad Deportiva El Salitre, en donde encontró a los dos amores de su vida: el karate y quien sería su entrenador y esposo, Marco Pachón.

“Me incliné por las artes marciales porque me gustaban las películas de combates, me impactaba la manera en que saltaban y lanzaban patadas”, recuerda Diana. Cuando tenía 12 años comenzó a competir nacionalmente y a conseguir sus primeras victorias.

“Como me fue bien, me animé y me apasioné con este deporte”, que, según explica, tiene dos modalidades: katas, que es una serie de movimientos rituales, bloqueos y golpes al aire que evalúan unos jueces, y kumite, que es el combate.

Precisamente, Diana se ha consolidado como la mejor del país en la primera especialidad. Ha sido medallista en cinco versiones de los Juegos, pues participó por primera vez en Bucaramanga 1996, además de campeona nacional desde 2000. Internacionalmente ha figurado en podios de competencias bolivarianas, suramericanas, centroamericanas y panamericanas.

De hecho, apenas en dos semanas viajará a París, Francia, para representar a Colombia en el Campeonato Mundial, “en donde la competencia será a otro precio”. También espera estar a punto para los Juegos Mundiales que acogerá Cali el año entrante.

¿Qué significa el karate para usted?

Es mi vida. El deporte me ha dado todo, me ha dado la posibilidad de madurar y formarme académicamente, de viajar, de crecer. Me dio una familia. Pero yo también le he entregado todo.

¿Cuál es la clave para mantenerse vigente, después de 25 años?

Pasión y disciplina son mis claves. Tengo mucha responsabilidad con mi trabajo y convicción; eso también es fundamental.

Con dos oros en 2012, completó seis en Juegos Nacionales, además de dos platas.

Esa es mi mayor alegría, porque he logrado entender que los resultados no se consiguen de un momento para otro, sino que son el fruto de los procesos. En mi caso, cada derrota, cada contratiempo ha sido una oportunidad para plantearme nuevos retos, y por fortuna los he superado.

¿Qué hace además de competir?

Soy entrenadora de la selección juvenil de Bogotá. Gracias al apoyo del IDRD pude estudiar licenciatura en educación física y especializarme en entrenamiento deportivo.

¿En Colombia se puede vivir del deporte?

Sí, yo soy un ejemplo. El deporte no te hace rico, pero te permite vivir bien y proyectarte, te abre muchas puertas.

¿Triunfar requiere muchos sacrificios?

Para mí nada ha sido sacrificio, porque esta es mi pasión.

Su entrenador de toda la vida es ahora su esposo. ¿No se saturan?

No, eso lo hemos sabido llevar muy bien. De hecho, ahora él es entrenador de Boyacá, pero igual se alegra con mis victorias. Además tenemos una hija, Natalia, que siguió nuestros pasos y ya es subcampeona suramericana y panamericana.

¿Cómo le han parecido los Juegos?

Muy buenos. Pero aunque es importante ayudar a las regiones que no han tenido tanto apoyo estatal y construirles escenarios, hay que evaluar lo de las sedes múltiples, porque se pierde el espíritu de integración y unión con las demás delegaciones y las otras disciplinas. En lo deportivo, hay una sana competencia entre Bogotá, Antioquia y Valle; que gane el mejor.

Por Luis Guillermo Ordóñez

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