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La electricidad de Luis Díaz, el flaco atrevido de la selección de Colombia

Esta es la historia y el análisis del juego del guajiro del FC Porto. La chispa de Reinaldo Rueda en el ataque del equipo tricolor.

Thomas Blanco
06 de junio de 2021 - 02:25 a. m.
Díaz festejó su primer gol oficial con Matheus Uribe, su compañero en el FC Porto.
Díaz festejó su primer gol oficial con Matheus Uribe, su compañero en el FC Porto.
Foto: AFP - Agencia AFP

Enero, 2014. Cuando llegaron más de 800 futbolistas a las pruebas del Barranquilla FC en las cinco canchas de Bomboná, un atacante de 18 años callado, desbaratado, delgado y de piernas largas, era casi que imperceptible. Solo diez iban a ser los elegidos. Pero el voz a voz empezó a correr en la cancha 2 que vigilaba Juan Carlos Cantillo. “Hey, hey, hay un flaco que la está rompiendo toda en la cancha y tal”. Era atrevido, engañaba con la pelota, eludía a cuatro o cinco rivales en una misma jugada, tiraba globitos. Y los entrenadores, uno por uno, dejaron sus puestos en los otros campos para observarlo a él, solo a él.

“Yo estaba en la cancha cuatro, pero todos empezaron a hablar y los profes terminamos concentrados viendo a Luis Díaz. Era muy habilidoso, gambeteador, hacía muchas cosas. Hasta que al tercer día decidimos mandarlo de una con nuestros jugadores, era demasiado bueno”, recordó Fernel Díaz, coordinador de las divisiones inferiores del Júnior de Barranquilla. Pero Lucho tenía un problema: no había dónde jugar. Ya era mayor para disputar el torneo nacional sub-17 (para los nacidos en 1998) y dos años más joven para jugar en el sub-20 (1995). “Y por él decidimos crear una categoría aparte para los jugadores nacidos en el 97, para que jugaran el torneo local, pero de una empezó a marcar diferencia a punta de velocidad”. El guajiro acabó el año siendo titular en el equipo sub-20 del Barranquilla, con puros hombres mayores que él.

“Era muy flaquito y ya con 18 años, cuando a esa edad ya son muchos los profesionales. Él sabía sus debilidades, pero también sabía sus fortalezas. Es genéticamente un flaco fuerte y resistente. A pesar de que se enfrentaba ante gente mas dura que él, Luis no perdía fácil los duelos, los ganaba. En las evaluaciones físicas de fuerza se destacaba. Cuando ya va al Barranquilla se le armó un programa de musculación y suplementos”, añadió Fernel Díaz.

En 2016, Alexis Mendoza, por esos días entrenador del Júnior, armó un entrenamiento con jugadores sub-20. Allí estaba Lucho. Y quedó hipnotizado en una simple sesión de trabajo. “Lo quiero ya para el equipo profesional”. Era el Júnior de Jarlan Barrera, Vladimir Hernández y Yony González. Arturo Reyes, DT del Barranquilla, le puso freno de mano. “Creo que es mejor que se foguee primero en la segunda división con el Barranquilla”. Y un año después, por fin, se estrenó con el primer equipo del Júnior.

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En ese momento, a nivel atlético, se estrelló. A pesar de que ya tenía una mejor contextura muscular, sintió el golpe en el fútbol profesional. Y empezó a invertir en sí mismo. Quedó más armado. “A veces el futbolista necesita que le pasen cosas, verlas con sus propios ojos para creerlo, para empezar a cuidarse con la preparación necesaria desde el comienzo. Y no cuando tengan 30 y se vuelvan profesionales impecables para alargar sus carreras. Lucho no le prestaba mucha atención a eso, como cualquier jugador de su edad, sabía que necesitaba ganar masa muscular. Y en el Júnior ve jugadores que se cuidaban con botas terapéuticas, que tomaban suplementos de alimentación, que se medían el sueño y se da cuenta de que quiere ser el mejor profesional. En el Porto le han terminado de afinar el tema”, las palabras de Carlos Van Strahlen, su representante y una de las personas que lo han acompañado desde el comienzo.

Tal cual en el Porto, tal cual en las canchas de Bomboná, su impacto en el Júnior de Barranquilla fue inmediato. Uno de sus primeros partidos fue en la Copa Sudamericana ante Cerro Porteño. Firmó un golazo y salió figura. “Jugó como si llevara una vida con nosotros. Siempre fue un tipo con una confianza gigante en sí mismo y serio en sus cosas. Tiene la velocidad en todo, no solo para correr. También para pensar, ejecutar y desplazarse en corto y en largo. Tiene chispa, es de esos futbolistas electrizantes y cuenta con algo que no todos los veloces tienen: es resistente. Te puede jugar 90 minutos de ida y vuelta, de área a área, atacar y volver. Aparte, maneja ambos perfiles para gambetear o rematar”, apuntó Julio Comesaña, el DT que lo hizo estrenarse con el primer equipo del Júnior, cuadro con el que fue bicampeón de la liga y subcampeón de la Copa Sudamericana.

“Él es alto, delgado, no es grueso o un pesado al que le cueste movilizar los kilos y la cosa, nada, nada... Uno lo mira y parece Egan Bernal, pero dices ‘este es futbolista’. Es así, eléctrico, se mueve en espacios cortos y largos, sin dificultad. Siempre tiene la chispa encendida, en una jugada te sale con mil cosas”, añadió.

La marca registrada de Luis Díaz, como extremo izquierdo jugando a perfil cambiado es encarar hacia adentro para asociarse o rematar. Una firma en la que es sobresaliente, pero que para Comesaña, algunas veces, puede ser monocromática. “Lo veo un poco repetido. Recibe, juega hacia adentro, la pasa y termina como segunda punta o como nueve. A mí me gusta cuando juega en la banda, no a tirar centros, porque él cruza muy bien balones con la zurda. Cualquier equipo ordenado lo doblega con un lateral y un volante. Uno a veces ve a un jugador y dice: ‘Uy, esto es nuevo’. Lo quiero ver sorprender, tiene muchos recursos”.

Porque más allá de las gambetas, de esa inspiración individual, Díaz es un futbolista colectivo que propone paredes. “Es un jugador de equipo, también por eso juega a perfil cambiado. Quiere asociarse, eludir la presión, solo necesita intérpretes que quieran juntarse con él. Sí, él es velocidad y te va a encarar, pero eso pasa tres o cuatro veces por partido. También necesitas otras cosas y Lucho las tiene. Y antes le costaban un poco los largos recorridos, pero ahora puede ser un quinto defensa y va y te pega un pique para ser un delantero”, agregó Van Strahlen.

En su primera temporada en el Porto, titular indiscutido, fue campeón de la liga y catalogado por el diario O’Jogo como el fichaje del año en Portugal. Firmó 14 goles y cuatro asistencias. En la segunda, algunas veces como alternativa, no bajó el promedio: fueron 11 tantos y cinco asistencias. El DT Sergio Conceicao, que hace mucho énfasis en la fase defensiva, que no es muy amante de los extremos, le hace cumplir un rol de sacrificio considerable en esa faceta. De hecho Mateus Uribe, volante llegador, no se suelta y cumple un rol más posicional. El guajiro se adaptó en el 4-4-2 del portugués, a veces como segunda punta.

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“La gran diferencia que tiene Luis Díaz es su fuerza de velocidad. La aguanta por mucho tiempo, tienen que hacerle falta de atrás o no lo paran. Cuando lo tuvimos era diferente con sus gambetas y cambio de ritmo. Es callado, venía de La Guajira, con su etnia wayú, yo destaco el compromiso que tiene, de verdad. Es un profesional intachable”, señaló Jair Llanten, preparador físico de la selección colombiana sub-20 de Piscis Restrepo, en la que compartió con Carlos Cuesta, Cucho Hernández, John Lucumí, Eduard Atuesta, Nicolás Benedetti y Luis Quiñones.

Jesús Díaz, su hermano menor de 16 años, hace parte del Barranquilla FC y ya marcó su primer gol como profesional. También pasó por las selecciones juveniles de Colombia. Es un extremo también, pero zurdo, más cerebral, con buena visión y pegada, que puede jugar de enganche. Y también está Roger, lateral derecho del Barranquilla, de 20 años. Jesús tiene la magia de Luis. “Está en el proceso, estamos trabajando para que no se conforme con la comodidad de tener un hermano en la élite. Tiene todo para hacer su propio camino, para buscar su propia gloria. Es muy bueno”, confesó Fernel Díaz, a quien Lucho llama seguido a preguntar qué deben mejorar sus hermanos.

Ante Perú, Lucho anotó su primer gol oficial con la selección. Tiene electricidad, fantasía, gambeta, pero es un futbolista con ADN colectivo. Y que también se sacrifica en defensa, no se cansa nunca. El flaco, hey, la sigue rompiendo. Y tal.

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