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Sencillamente es un genio

El argentino se convirtió esta semana en el goleador histórico del Barcelona, con apenas 24 años.

*Sergio Batista/Especial para El Espectador
24 de marzo de 2012 - 09:00 p. m.

Cuando me preguntan cómo calificar a Lionel, es muy difícil encontrar una palabra exacta en el diccionario. Podría buscar página por página y sería extremadamente complicado elegir una. En el sentido estrictamente literal, cuesta mucho. De buenas a primeras, diría que es un genio. Y lo más importante es que es argentino. Por eso, los que vivimos en este país tenemos que disfrutarlo, porque ya no tiene razón de ser el cuestionarlo. Messi es un fenómeno. Y va camino a ser el mejor jugador de todos los tiempos.

Yo no tuve la oportunidad de ver jugar a Pelé. Fui compañero de Diego, otra maravilla del fútbol mundial. Gracias a Dios, él también nació en Argentina. Pero por los goles que hizo, por los récords que quebró y por todo el hilo que le queda en el carretel, seguramente no va a haber otro futbolista con las capacidades de Messi. Y estoy seguro de que va a superar a Maradona. Porque a la larga, con un jugador como Leo en el equipo, la selección va a volver a ser campeona del mundo, como lo fuimos nosotros en México 86, de la mano de Carlos Salvador Bilardo y un gran plantel.

Eso sí, para eso se necesitará trabajo. Porque Diego fue un monstruo, pero atrás había un equipo que sabía lo que quería, que tenía orden táctico, que era su respaldo. Con Messi debería pasar lo mismo. Porque él solo no gana los partidos en Barcelona. Hay jugadores bien dotados técnicamente que lo acompañan, que lo hacen sentir cómodo. Lo que genera Lionel es la seguridad de que te va a definir el partido en cualquier momento. Es el as de espadas que los argentinos usamos a la hora de jugar al truco. Es la carta magna, la que gana la partida.

El otro día estaba con mi hijo, Nicolás, que juega en Argentinos Juniors, en la sala de mi casa. Estábamos viendo el partido del Barcelona. Yo no me pierdo ninguno de ellos, porque me gusta cómo juega. Y cuando Granada le empató 2 a 2, le dije a mi pibe: “Ahora, seguro que Lionel hace tres o cuatro goles”. Y así fue. Y podría haber hecho más. Le tocaron el amor propio y fueron por más. El gol que le hace por encima de la cabeza a Julio César, el arquero brasileño, fue una invención maravillosa, propia de un futbolista distinto, de otro planeta.

Mucho tiene que ver Guardiola con este espectacular momento de Messi. Pep logró acomodar a los jugadores ideales, técnicamente bien dotados, para que Leo se sienta feliz, contenido y pueda explotar su mejor nivel. Le sacó el jugo. Mi idea en la Selección era ésa, la de hacer que él se sienta lo mejor posible, la de brindarle los socios adecuados. No era mi intención copiar al Barcelona, porque eso es imposible. Es muy difícil armar un equipo así en la Argentina. Lo que se debe calcar son los proyectos. Y Barcelona, al margen del inigualable talento de su crack, tiene horas y horas de trabajo detrás. Años y años. Acá, en mi país, esto es muy complicado de lograr porque la exigencia del resultado conspira contra cualquier propuesta a largo plazo. Diego trabajó un año y medio, yo estuve once meses, ahora Sabella está al frente desde fines de agosto y así no se puede esperar demasiado. Si no se mantiene una línea, ¿cuánto duran los proyectos? Así, todo depende si la pelota entra o no. Hay que tomar otros ejemplos. Alemania, después de 2006, estableció una continuidad laboral. Y ya le está dando resultados. Obviamente, si Leo hubiera metido algunas de las pelotas que le tapó el portero uruguayo Fernando Muslera, en la semifinal de la Copa América, hoy sería Gardel o Dios para los argentinos, que ya empiezan a mirarlo con más cariño que antes, aunque todavía no sean devotos.

Es una pena que no seamos fanáticos de Leo. Yo creo que, a esta altura, es indiscutible. Y la gente no debe entrar en el terreno de las confusiones. Estoy cansado de escuchar: “Messi no rinde en la selección como lo hace en Barcelona”. Lo que tienen que entender es que no es lo mismo jugar en un equipo que en el representativo de una nación. No es igual el día a día que tiene con Xavi, Iniesta y Piqué, que las pocas horas que puede tener con sus compañeros argentinos, a los que ve cada vez que viene para un amistoso o las eliminatorias. Por otro lado, los rivales ya no son tan inocentes como en otros tiempos. Nos cuesta cada vez que salimos de Buenos Aires y vamos a jugar afuera. También, en los seleccionados juveniles. Los resultados ya no son los mismos que cuando dirigía José Pékerman. Y tampoco es cierto que Messi no haya mostrado su nivel con la camiseta albiceleste. Conmigo rindió a pleno. Siempre. En el partido que se jugó con Brasil, en Qatar, agarró una pelota, gambeteó a todos e hizo el gol que definió el clásico. En el último partido de preparación con Suiza marcó tres goles cuando todo se encaminaba a un empate que generaba críticas. Y eso lo puede hacer posible un mago como él, que juega bárbaro, que apila rivales y saca conejos de la galera.

Messi no deja de sorprender. Y aunque es una megaestrella, tiene una virtud superior a cualquier gol o pase que pueda hacer sobre el verde césped: es humilde y busca superarse día a día. Entonces, por más que haya dejado en el camino a César en la tabla de goleadores históricos del Barcelona, va a pretender más y más. Y en la Selección es lo mismo. Yo tuve el honor de dirigirlo en los Juegos Olímpicos de Pekín, hace cuatro años. Ver las ganas que ponía en cada entrenamiento, en cada partido, era conmovedor. Estaba enchufadísimo. Ya era una figura de renombre y él corría, metía, jugaba como si fueran los últimos noventa minutos de su vida. Y aunque muchos le restaron importancia a la medalla dorada que ganamos en China, para él fue un logro muy grande, como para el resto de los muchachos que jugaron aquella competencia. Porque Messi tiene mucho hambre de gloria con la selección Argentina. Aunque parezca que sólo le interesa jugar a la pelota, es un profesional de primer nivel, siempre bien predispuesto para las consignas de trabajo. ¿Qué más se le puede exigir?

Porque así como digo que no es lo mismo jugar en una selección que en un equipo de Liga, tampoco es igual jugar al fútbol que jugar a la pelota. Y Leo es capaz de quitarte el balón debajo de tu pie cuando estás dando una charla en un entrenamiento con tal de tenerla él. Porque no renuncia a ese espíritu lúdico con el que nació, el que lo hace ser el mejor de todos en un deporte tan competitivo.

Por eso es ahora el capitán de la selección. Por la madurez que ya venía mostrando en mi proceso. Entonces, el que llevaba la cinta era Mascherano y nosotros respetamos esa decisión que ya venía del ciclo anterior, el de Maradona. Pero el propio Javier ya decía que iba a ser el capitán por su personalidad, porque habla con la pelota y ahora hasta se lo ve muy cómodo en su rol.

Messi es el mejor, pero no se cree el mejor. Y esa es una cualidad superadora.

Así marca Messi los goles (ver infografía).

* Extécnico de la selección de Argentina.

Por *Sergio Batista/Especial para El Espectador

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