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Nadal, el maestro de la reinserción

Pese al dolor y el desgaste de su muñeca, el de Manacor compite en Nueva York en un estado de forma extraordinario. “Estoy convencido de que me irá cada vez mejor”, dice.

Alejandro Ciriza, El País
02 de septiembre de 2016 - 04:26 a. m.
Rafael Nadal dejó atrás lesiones y compite en alto nivel en el último Grand Slam de la temporada.  / AFP
Rafael Nadal dejó atrás lesiones y compite en alto nivel en el último Grand Slam de la temporada. / AFP
Foto: AFP - DON EMMERT

A pesar de su permanente ceño fruncido y la ceja izquierda elevada, a Rafael Nadal se le percibe feliz en estos días neoyorquinos de tenis. El nacido en Manacor (España) disfruta de su regreso a un Grand Slam después del trago amargo que le impidió asaltar Roland Garros y competir en Wimbledon.

Pero esos días quedaron atrás. Ahora, el español sonríe de nuevo. Desde que puso el pie en la Gran Manzana, su disposición ha sido positiva. Antes del torneo compartió fogones con el prestigioso chef sueco Marcus Samuelsson y el lunes, tras un pequeño lapsus con el inglés, bromeó ante los periodistas.

Además, a Nadal lo acompaña en Nueva York un séquito de 32 personas, entre su equipo, familiares y algunos amigos. En 15 años en la élite nunca había estado tan arropado por los suyos. “Están de vacaciones, aprovechando que yo jugaba aquí. Tengo primos correteando por todos lados”, contó después de vencer a Denis Istomin en su estreno en el US Open y constatar que sus biorritmos competitivos son los adecuados. “Estoy convencido de que me irá cada vez mejor”, expresó el español, seguramente uno de los deportistas con mayor capacidad para regenerarse y vencer a la adversidad, ya sea en el juego o desde una óptica puramente fisonómica.

Nadal, de 30 años, es el maestro de la reinserción. Ni rodillas, ni tobillos, ni espalda; ni el dolor, ni las ausencias, ni los bisturís; nada ha conseguido frenar su carrera. Tampoco la muñeca izquierda, que lo aturde desde mayo, desde aquel pulso con el portugués João Sousa en la Caja Mágica de Madrid. A partir de entonces, las dudas, las decisiones difíciles. Frenar o no, la encrucijada. Adiós a París y Londres. ¿Cuánto aguantará ese dichoso tendón? Y, desde ese momento, un objetivo muy específico: estar en los Juegos, y otro a largo plazo: volver a sentirse pleno y despejar por enésima vez los fantasmas.

“Tengo que seguir mejorando el drive e ir cogiendo confianza, pero es que a veces nos olvidamos: cualquiera que haya tenido una lesión de muñeca sabe lo complicado que es coger confianza y no tener miedo a golpear la derecha normal”, indicó después de imponerse a Istomin con suficiencia, despejando así la incógnita que dejó su efímero paso por Cincinnati, donde cayó en primera ronda, completamente fundido. “Acusó todo el esfuerzo de los Juegos”, concreta Ángel Ruiz Cotorro, el doctor que tutela su cuerpo desde hace años y que mima su muñeca para que vuelva a recuperar la máxima pegada.

“Si jugó en Cincinnati fue porque, sencillamente, tenía la ilusión de regresar lo antes posible al circuito, más allá del paréntesis de Río. Pero allí le vino todo el bajón. Llegó justo de fuerzas y encima las condiciones climatológicas no eran nada buenas, porque hacía muchísimo calor”, agrega el médico de Nadal, que, a pesar del parón, prolongado durante dos meses y medio, no perdió un ápice de forma física. Todo lo contrario. Pese a no poder trabajar con la articulación, multiplicó el trabajo diario para conservar el ritmo competitivo.

A pesar de que en Roland Garros jugó infiltrado, con el objetivo de mitigar la dolencia y poder seguir en el circuito, Nadal renunció después a esa vía. “No barajamos nada que no sea la fisioterapia ni la potenciación”, matiza Cotorro. “Ni hoy, ni en Río ni en ningún lado. Era al comienzo de la lesión”, justificó Nadal en la sala de prensa. “Una cosa es intentarlo una vez, pero cuando las cosas van mal, lo que no vas a hacer es repetirlo. No lo necesito porque estoy mucho mejor”, remarcó el mallorquín, el hombre que vence una y otra vez los desafíos que le propone su propio cuerpo. Rafael Nadal Parera.

Por Alejandro Ciriza, El País

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