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Tenis a hombros de gigantes

Djokovic, Federer, Murray, entre otros, reviven a los grandes del deporte blanco, Becker, Edberg y Lendl, para que les ayuden a mantenerse como los mejores.

Nelson Fredy Padilla, editor dominical de El Espectador*
14 de enero de 2014 - 02:29 p. m.
Djokovic y Becker. / EFE. Murray y Lendl. /AFP
Djokovic y Becker. / EFE. Murray y Lendl. /AFP


"Si he visto más lejos es porque me siento sobre los hombros de gigantes", dijo Isaac Newton al explicar cuánto le ayudaron Kepler, Copérnico o Descartes a entender las leyes que rigen la naturaleza. Esta constante del conocimiento universal en todos los campos se revalida en el Abierto de Australia de 2014. La mayoría de los mejores tenistas del mundo llegaron a Melbourne no sólo con una preparación física envidiable, sino con un acompañamiento sicológico sin antecedentes: los grandes maestros de antes como motivadores de los grandes maestros de hoy.

El número 2 del ranking, el serbio Novak Djokovic, apareció bajo los 40 grados centígrados del campo de entrenamiento en compañía del alemán Boris Becker, exnúmero 1 del mundo, triunfador de seis grand slam, el más joven campeón de Wimbledon. El número 4 actual, el británico Andy Murray, lo hizo con el ocho veces ganador de alguno de los cuatro más importantes torneos del tenis profesional -dos veces en Australia- y número 1 de los años 80 el checo Iván Lendl. El suizo Roger Federer, considerado por los expertos el mejor tenista de la historia por récords y técnica, probará con el sueco Stefan Edberg, el mejor del mundo a comienzos de los 90 y ganador de seis grandes incluidos dos australianos.

¿Qué busca un jugador tan completo como Djokovic en un retirado como Becker, comentarista de televisión? Javier Frana, reconocido analista del canal ESPN, opina que es claro que el exnúmero 1 quiere volver a serlo para mantenerse por mucho más tiempo y reconoce que le falta mejorar aún más en su ofensiva en la red y el alemán ha sido uno de los grandes maestros de la volea. "Estoy contento de tener a Boris conmigo –dijo el serbio- y de ver a tantas leyendas del tenis convertirse en entrenadores".

Algo similar persigue Federer aprendiendo de los cierres de puntos y de partidos de Edberg, la mayoría logrados cerca a la malla. "Es muy difícil jugar como él. Espero que me sirva más como inspiración y motivación", explicó. Ha buscado renovar esa fortaleza mental con el consejo de amigos ídolos deportivos como el golfista Tiger Woods.

En el caso de Murray-Lendl la asesoría parece más integral: el checo le ha transmitido, además de mejoría en la mayoría de sus golpes, confianza y concentración en los momentos definitivos. Esta pareja ya demostró la efectividad de esa mezcla de experiencias de dos épocas al ganar, entre otros, Wimbledon para los británicos, que no lo hacían desde los años 30 del siglo pasado. "Es bueno para el tenis ver a todos estos grandes implicados en una nueva perspectiva del juego", dijo Murray.

Este espejo llevó a los demás tenistas a pensar en trabajar con grandes campeones del pasado que no lo hacían como técnicos pero sí tienen muchos conocimientos para compartir. Tanto Djokovic como Federer buscaban un respaldo de esa dimensión desde hace tiempo, incluso los dos se hicieron amigos del campeón de 14 grand slam Peter Sampras para aprender de su filosofía deportiva. "El día que lo conocí le dije con todo respeto que si le podía hacer una serie de preguntas que tenía para él", recordó el serbio en Directv. Se refiere a qué hacer, qué pensar cuando se está en la cima y no se quiere bajar de allí, algo que sabe un hombre que fue el mejor del mundo 286 semanas consecutivas, apenas superado por Federer con 302.

El propio Roger cree necesitar de esa sapiencia y adrenalina para ser capaz de sumar otro torneo grande a los 17 que impuso como marca en la era moderna. Analistas del circuito de la ATP consideran que el "reloj suizo" mantiene sus capacidades al nivel de los mejores pero la convicción de campeón se ha refundido luego de su reinado como número 1. Unos lo ven en el declive normal del cierre de la más prolífica carrera de este deporte y otros, la minoría, creen que todavía tiene el tenis y la mente para vencer en cualquier torneo.

Frana, el extenista que transmite desde Australia para ESPN, destaca que esta tendencia generacional es novedosa porque no se había registrado en masa y en el campo femenino no existe. Se ratifica viendo al francés Richard Gasquet el entrenamiento con el histórico español doble campeón del Abierto de Francia Sergi Bruguera, al suizo Stanislas Wawrinka con Magnus Norman, al japonés Kei Nishikori con el ganador de Roland Garros Michael Chang, el croata Marin Cilic aprendiendo cómo su compatriota Goran Ivanisevic ganó Wimbledon, a la promesa ucraniana Aleksandr Dolgopólov en clase con Fabrice Santoro, uno de los grandes talentos naturales que ha dado el tenis.

Conociendo los egos de los deportistas de élite, Frana advierte que "el gran desafío de estas figuras para convertirse en entrenadores es dejar el yo de lado y ponerse en función del otro. Que hayan sido excelentes jugadores es una ventaja, pero es no les garantiza el éxito en este caso. Eso dependerá de la sensibilidad que despierten y de la entrega que tengan porque no van a trabajar de tiempo completo". Tiene razón. Hay múltiples formas de éxito. Al español Rafael Nadal le basta con su corazón y la mente competitiva que heredó de sus tíos para ser hoy el mejor.

En todo caso Federer ve en Edberg la afinidad que necesita y luchó para convencerlo, como el propio sueco acaba de revelar: "Roger es una persona especial tanto dentro como fuera de la cancha y le tengo mucho respeto. He hablado con mi familia porque tenía un vida bastante cómoda y esto es un cambio, pero también una gran oportunidad para estar con él y ayudarle a mantenerse en el tenis tanto tiempo como sea posible porque sigue siendo lo suficientemente bueno como para ganar a cualquiera". Se comprometieron por diez semanas al año, todas en coincidencia con los cuatro grandes: Australia, Wimbledon, Roland Garros y Abierto de Estados Unidos. El tiempo dirá si estos gigantes se hacen más grandes juntos.

Por Nelson Fredy Padilla, editor dominical de El Espectador*

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