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Un científico del fútbol

El técnico colombiano Jorge Luis Pinto logró una hazaña impensada que calló a sus más férreos críticos. Costa Rica salió primera de su grupo y superó a tres excampeones del mundo.

Álvaro Murillo, Especial de El País de España
29 de junio de 2014 - 01:46 p. m.
El técnico Jorge Luis Pinto es un obsesivo del fútbol, al punto que compara este deporte con la medicina y la química. /
El técnico Jorge Luis Pinto es un obsesivo del fútbol, al punto que compara este deporte con la medicina y la química. /

Era una tarde normal del pasado septiembre en un programa deportivo en la emisora ADN de Costa Rica. La selección se había clasificado la noche anterior para el Mundial de Brasil y un aficionado aún criticaba el estilo de juego del entrenador Jorge Luis Pinto. Decía que era sinónimo de sufrimiento, que su sistema era defensivo y que su fútbol era inconstante. Nueve meses después, Costa Rica se ha convertido en la mayor sorpresa del inicio del Mundial tras acabar líder de un grupo en el que se encontraban campeonas del mundo como Italia e Inglaterra.

Pero nadie podía preverlo aquella tarde en la que, de repente, entró otra llamada en vivo. Era el propio Pinto que escuchaba el programa y se alteró tanto que arremetió contra el aficionado. “Usted no conoce. Es como si yo hablase de medicina o de química. No tiene la menor idea de qué es consistencia en el fútbol” y mil frases más. No dejaba de replicar al “atrevido” hasta que cortó la llamada. Unos minutos después volvió a llamar y se quejó del periodismo y de quienes hablan sin saber. “Son unos desagradecidos con los jugadores”. El hombre que hacía menos de 24 horas lloraba de la emoción por la clasificación estaba fuera de sí del enojo.

El técnico colombiano valora mucho el conocimiento del fútbol, el estudio y el método. Tanto que no alcanza a comprender las opiniones livianas de aficionados o periodistas. Su concepto es el fútbol “profesional” y no tolera fácilmente las críticas de quienes pagan por entrar a los estadios. Entre los tuiteros se hizo famosa la etiqueta #fueraPinto.

Pero lo suyo no es atender a las gradas, es hacer lo que cree correcto a ultranza y sólo el paso de los años le ha hecho transigir una pizca, admite el periodista Arnoldo Rivera, quien lo sigue desde 2002, cuando el colombiano llegó a Costa Rica para dirigir al club Alajuelense. Desde el principio se mostró como un profesional radical que ve el fútbol como una ciencia. “Tenía una mesa especial para los jugadores pasados de peso en la que estaban prohibidas la mantequilla y otras cosas. También llamaba a las casas de los jugadores para controlar que no anduvieran tarde en la calle. Ese estilo al principio chocó en nuestro entorno, pero los jugadores, al ver los resultados, se van convenciendo y rinden”, recuerda el exjugador alajuelense Javier Delgado.

Pinto es frío para analizar una jugada o excluir a un jugador que considera inconveniente, pero fogoso para defender lo suyo. Lo fue para rebatir al aficionado en la radio y también, durante el partido contra Italia (1-0), para reclamar como una fiera al cuarto árbitro que el chileno Enrique Osses no pitase penalti. También para defender su oficina de 7.000 metros cuadrados: en una ocasión sacó del campo al alcalde de San Pedro Sula (Honduras) diciéndole: “Yo no me voy a meter a su oficina, no venga usted a meterse a la mía”.

El entrenador es amante del café y del vallenato, obsesionado con el trabajo, seguidor de la política, admirador de Fidel Castro y defensor de la pena de muerte a violadores. Costa Rica quedó primera en un grupo en el que había tres excampeones mundiales. Los aficionados y los entendidos se rinden ahora ante la selección de Pinto, pero no ha sido fácil. Como el aficionado de la radio, muchos seguidores y comentaristas eran escépticos. Lo criticaban por conservador y por aferrarse a jugadores que él defiende a capa y espada.

Pinto niega que sea defensivo. Insiste en que su objetivo es siempre un equipo equilibrado y los resultados en Brasil le sirven para demostrarlo. Al fin y al cabo su formación es una suma de los rigores del fútbol alemán y los instintos del brasileño, aunque se declara admirador del modelo italiano. Es un entrenador globalizado, de carácter metódico, tozudo y estricto. Su segundo apellido es Afanador, pero podría ser su alias.

Sus métodos son similares ahora con la selección tica, a la que volvió en 2011, seis años después de haber sido cesado de ese mismo puesto por razones que nadie se explica. Llegó ya sin su bigote, que perdió en una apuesta cuando entrenaba en Venezuela, al quedar campeón con el Táchira. Entre tanto dirigió también en clubes colombianos y de Ecuador y al combinado de su país, donde tampoco faltó la hostilidad entre la opinión pública.

Ahora, después de tres años al mando de Costa Rica, muestra los frutos de esas palabras que en él son una muletilla: “proceso y trabajo”. Acumula tres años de labores, de pelea para defender eso que cuesta comprenderle. El logo de su página en internet es un gallo, porque quiere dejar claro que es un peleador.

En una ocasión, en febrero de 2013, se enfrentó a Pilar Cisneros, entonces directora del principal noticiario del país. Ella, ajena a la cobertura deportiva y frecuente representante de causas populares, lo retaba a superar lo que hizo Costa Rica en Italia-90, es decir, pasar a cuartos de final. De momento, Pinto y su equipo ya rompieron las expectativas al pasar a octavos de final. El rival de este domingo será Grecia y en Costa Rica muchos sueñan con la siguiente fase. Nadie lo pensaba hace dos semanas. “Es un regalo inesperado”, admitió el presidente, Luis Guillermo Solís.

Ahora la periodista Cisneros dice que encantada pagaría la apuesta. “Nunca he estado tan contenta de estar tan equivocada (…) Yo no daba un cinco por la sele”, reconoció este martes después del 0-0 con los ingleses. Pinto está redimido.

Por Álvaro Murillo, Especial de El País de España

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