Publicidad

Una lucha contra la vida en Siloé

Empezó en el judo, pero su familia no tenía para pagar los 10.000 pesos mensuales de clases. Se inclinó por la lucha porque era gratis.

El Espectador
09 de agosto de 2012 - 09:46 p. m.
Jackeline Rentería es la primera mujer en ganar dos medallas olímpicas.  / AFP
Jackeline Rentería es la primera mujer en ganar dos medallas olímpicas. / AFP

“¡Víctor, lo logramos!”, gritó al aire Jackeline Rentería, que acababa de ganar la medalla de bronce en los 55 kg de lucha. La dedicación era para su entrenador, que no pudo acompañarla en las justas porque le negaron la visa. Es para el hombre que la entrena desde 2005 y con quien consiguió la misma medalla de ayer pero en Pekín 2008. Su nombre es Víctor Capacho y vio el triunfo en la casa de Delia Castillo, mamá de su pupila, en el barrio Siloé de Cali.

“Hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos para llegar juntos. Superamos obstáculos increíbles y convencimos a gente que no creía en nosotros. Por eso este triunfo también es suyo”, declaró la vallecaucana de 26 años refiriéndose a su mentor, exatleta en los años 80 y medallista bolivariano, centroamericano y panamericano. En esencia, Jackeline ganó su presea sin entrenador.

Por eso y porque ella fue una de las últimas atletas en clasificar a Londres (la Federación ya la había descartado), el sufrido triunfo no merecía otra cosa que la caravana que se desató ayer por las calles estrechas del sector de La Playa, en Siloé, en donde un vecino de Jackeline le compuso un folclor fusión tras su presea en Pekín y que ahora vuelven a entonar: “Ajá, cogé, porque Jackeline es de Siloé.... Ajá, cogé, porque Jackeline es el orgullo de Siloé”. ¿Cómo no celebrar como propio el triunfo, si allí la vieron crecer?

En Siloé también la vieron correr, actividad que su mamá Delia le prohibió por su miedo con las carreras. En ese barrio, en el que sólo comía pescado sudao, plátano frito y aguadepanela, se sorprendieron con los primeros puños que lanzó cuando decidió probarse en el boxeo y luego con su ingreso al judo, disciplina que dejó porque su padre José, un maestro de construcción, no le podía pagar los 10.000 mensuales de clases (“siempre fuimos humildes y eso era lo que nos costaba el mercado”, explica Jackeline).

Luego, sus vecinos y amigos atestiguaron su comienzo en la lucha, ejercicio que empezó a practicar el 25 de enero de 2000 porque era gratis y porque le pareció que podría “abrirme una puerta”. La técnica se la enseñaron sus entrenadores de niña: José Manuel Restrepo, Carlos Daza y David Gutiérrez.

Después celebraron los resultados: la plata en el Mundial Júnior de Guatemala se sumaría el bronce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Cartagena, en 2006, y la medalla de bronce de Pekín. Vendría el calvario: la lesión de ligamento cruzado en una rodilla y la espera de un aval de la Federación para participar en el reciente mundial de Helsinki, donde logró su boleto a Londres por no haberse achicado ante la suerte adversa.

Durante su apurada infancia en Cali nunca lo hizo, ¿por qué habría de hacerlo ayer?

Por El Espectador

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar