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Óscar Iván Zuluaga

El Minstro de Hacienda tuvo que enfrentar la peor crisis mundial desde la Gran Depresión. Para Colombia, 2009 resultó mejor de lo esperado.

Miguel Gómez* Columnista de El Espectador
12 de diciembre de 2009 - 09:05 p. m.

“Es una machera de jefe”, dice una de sus cercanas colaboradoras, refiriéndose al ministro de Hacienda y Crédito Público, Óscar Iván Zuluaga. Quienes trabajan con él son unánimes: el ministro más poderoso de Colombia es un bacán, preocupado por sus funcionarios, decente, respetuoso y abierto. Muy pocos colombianos saben que es además un gran bailarín y que las mujeres se lo pelean como parejo en los bingos y eventos del Ministerio.

Pero en el plano económico a Zuluaga también le ha tocado bailar con la más fea. Ha tenido que enfrentar la peor crisis mundial desde la Gran Depresión de los años treinta. El año 2009 fue su prueba de fuego y la superó exitosamente. Al cierre, a pesar de que la economía se ha resentido por diversos factores, la verdad es que el año resultó siendo mucho mejor de lo pronosticado. Al Ministro se le criticó duramente por afirmar en los primeros meses que la economía colombiana estaba “blindada frente a la crisis”. En el primer semestre las cifras parecían demostrar que la recesión sería larga y profunda. Pero el segundo semestre confirmó que la afirmación del Ministro, aunque podía haber sido demasiado optimista, no era falsa. Colombia resistió, sin mayores dificultades, el derrumbe simultáneo de las grandes economías del planeta.

Economista empresario

Zuluaga es economista de la Universidad Javeriana, pero no posa de tener la densidad teórica de Roberto Junguito. Es máster en Finanzas de la universidad inglesa de Exeter, pero no cuenta con la brillantez académica de Alberto Carrasquilla. A Zuluaga en cambio le sobra lo que les falta a la mayoría de los ministros de Hacienda: experiencia en la vida real. Ha sido y es un muy exitoso empresario —ex presidente del grupo Acesco—, muy conocedor de los problemas que enfrentan los generadores de riqueza en el difícil entorno colombiano. Entiende de dinero porque lo ha hecho con trabajo, entiende de impuestos porque los ha pagado, entiende de proyectos porque los ha liderado y sabe que el Estado no es la respuesta a todos los problemas.

Pero Zuluaga no es un puro empresario. Siempre ha tenido un gran interés por los temas públicos. A pesar de su exitosa carrera en el sector privado, decidió dar el salto y entrar en política. Fue concejal y alcalde de su pueblo natal Pensilvania (Caldas). Elegido senador, demostró liderazgo y brillo en el oscuro ambiente legislativo. Esa experiencia política le ha servido mucho para ejercer su cargo. Muchos sólo ven los aspectos positivos de ser Ministro de Hacienda. Es, de lejos el ministro más poderoso, pues cuenta con el manejo del presupuesto general de la Nación, una cifra cercana a los $140 billones. Ningún otro ministro tiene el peso con el que cuenta Zuluaga.

La trinchera

Pero ser titular de la cartera de finanzas públicas es una labor difícil. Hay que estar listo a soltar la palabra ingrata: NO. Esto no es fácil en un gobierno como el de Álvaro Uribe. Cada consejo comunitario genera demandas de las comunidades que requieren apoyo presupuestal. No es fácil para el responsable de las finanzas canalizar el interminable listado de solicitudes que son presentadas al gobierno en los cuatro rincones del territorio nacional. Y sucede con frecuencia que el Presidente diga sí y el Ministro diga no. Y muchas veces el Ministro se impone, pues las restricciones presupuestales son una camisa de fuerza que tiene que aplicarse a todos los sectores del gobierno. En esos momentos Zuluaga saca una de sus más poderosas armas: su capacidad de expresión. Es un buen expositor y defiende sus puntos de vista con vehemencia y claridad.


Cuando falla su verbo, recurre a su última trinchera técnica. Zuluaga trabaja rodeado de mujeres. Su equipo está conformado por las viceministras Gloria Inés Cortés, Natalia Salazar y la secretaria general, Elizabeth Cadena. En el Gobierno muchos dicen que esta guardia pretoriana femenina es la más dura de todas y que constituyen el verdadero blindaje del Ministerio. Son las “doctoras No” de la política presupuestal.

Balance

En medio de un año difícil, el balance del Ministro de Hacienda tiene matices. Es muy bueno en la que inflación, en la que tendremos el mejor resultado en varias décadas. El índice estará al finalizar el año por debajo del 3%, algo que no veíamos desde los años 60. También es bueno el panorama financiero, con tasas de interés a la baja, reservas internacionales sólidas y buen acceso a los mercados de capitales. El Gobierno consigue recursos cuando los necesita y sus tasas de colocación reflejan que el mercado considera a Colombia como un emisor con calificación de grado de inversión. Las relaciones con la Junta Directiva del Banco de la República, que son siempre delicadas de manejar, parecen pasar por un momento de tranquilidad. También sigue siendo muy bueno el resultado en inversión extranjera directa. A pesar de la crisis internacional, Colombia recibirá una cifra alrededor de US$8.000 millones.

El lunar es sin duda el tema de desempleo, donde la evolución es preocupante. El problema laboral es el desafío más grande de la economía nacional. Ni siquiera en períodos de alto nivel de crecimiento las tasas de desempleo se reducen significativamente. Hay barreras estructurales que requerirían una reforma estructural del régimen laboral, algo que el Gobierno no parece estar dispuesto a enfrentar.

Tampoco es fácil el manejo de la economía en el período preelectoral. Las presiones son impresionantes, pues el gasto público es un instrumento de mucha influencia política. El panorama fiscal colombiano sigue siendo frágil, ya que la rigidez de los compromisos de gasto le dejan al Ministro muy poco margen de acción. Zuluaga tendrá también que ponerles la cara a dos grandes desafíos de mediano plazo. El primero, es el impacto económico de la crisis con Venezuela, que apenas empieza a sentirse. Miles de empresas cerrarán el año con perspectivas negativas, cuando el mercado del vecino país es más incierto que nunca. El segundo reto es el más delicado: el fortalecimiento del peso. A medida que Colombia mejora su clima de inversión y atrae mayores capitales, su moneda se fortalece, lo que perjudica a muchos empresarios domésticos que se apoyan en la tasa de cambio para poder competir. Algunos incluso creen que Colombia ya muestra los primeros síntomas de la terrible “enfermedad holandesa”, producto del boom de inversión en minería y sectores energéticos.

Zuluaga pasó el año y nadie se lo puede negar.

Por Miguel Gómez* Columnista de El Espectador

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