Un sueño y una buena causa no son suficientes para liderar

Rosita Manrique, presidenta de la junta directiva de la fundación Origen, cuenta cómo el juntar líderes de varios sectores sociales crea cambios profundos en la sociedad.

Edwin Bohórquez Aya / @EdwinBohorquezA
14 de junio de 2017 - 03:00 a. m.
Óscar Pérez
Óscar Pérez

¿Qué es la fundación Origen?

Es una organización sin ánimo de lucro creada por empresarios y nuestro foco es identificar, potenciar y conectar a líderes de alto impacto en diferentes sectores de la sociedad. Impactar al que impacta, buscar a personas que ya estén liderando proyectos y ayudarlos a ir a un siguiente nivel.

¿Y lo hacen a través de educación?

De formación. Tenemos programas de formación profundos experimentales. Nosotros creemos que uno aprender a liderar liderando y practicando. Lo que hemos desarrollado es una metodología basada como en un laboratorio de liderazgo y en una experiencia profunda de diversidad. Por nuestros programas pasan desde altos ejecutivos, líderes comunitarios, líderes políticos, líderes estudiantiles, reintegrados que tengan algún rol de liderazgo, militares víctimas del conflicto, y todos viven las mismas experiencias y el mismo espacio de aprendizaje.

¿Cómo se lidera entonces a la fundación Origen?

Somos un grupo de empresarios que nos unimos simplemente con un sueño. Decidimos en el 2008 empezar a aprender haciendo, llevamos casi nueve años desarrollando la metodología, con una junta directiva con personas de diferentes experiencias, es un grupo multifuncional, tenemos una dirección ejecutiva y un equipo que hace parte del día a día de la operación, y por el otro lado, un equipo muy fuerte y con experiencias en facilitación y formación. Esas son las dos partes de liderazgo de Origen.

Estamos en una crisis de liderazgo. ¿Cómo han logrado impactar a la sociedad desde su fundación?

Creemos que hay una crisis de liderazgo y que la manera más eficaz de abordar los retos que Colombia tiene hacia adelante es formar a líderes éticos, efectivos, con una capacidad de trabajo colaborativo, que no es ese liderazgo unipersonal, sino que varias personas juntas pueden generar cambios importantes. Lo que hemos hecho es identificar dónde hay personas que ya están liderando algún tipo de cambio, por ejemplo los presidentes de las juntas de acción comunal. Si miramos en todas las zonas de Soacha, Usme, Ciudad Bolívar, hay gente maravillosa liderando con las uñas el desarrollo de sus barrios.
   Nosotros lo que hacemos es, a través de organizaciones que trabajan en campo, identificar esos líderes, que además son respetados, pasan por nuestros programas para fortalecer su capacidad de generar impacto. Lo más importante es la posibilidad de trabajar con personas distintas, creemos que ser distintos no es solamente motivo de guerra, como ha sido en nuestro país y en el mundo, sino realmente si logramos tolerar y respetar las diferencias, podemos sacarle todo el valor a nuestra diversidad.

¿Entonces qué pasa con los exalumnos?
Las barreras mentales que tenemos se rompen. Cuando un líder comunitario, que tradicionalmente tiene mucha desconfianza hacia las clases altas, se da cuenta de que podemos construir juntos y su capacidad de generar alianzas y abrir puertas se amplía de forma importante. Y por el otro lado, en las empresas, también. Si uno realmente quiere, impacta un sistema complejo como lo es una empresa, teniendo en cuenta que el sector privado es un gran motor de desarrollo en el país. Miramos cómo fortalecer a quienes van a estar liderando las grandes empresas de nuestro país, para que generen desarrollo para sus empresas, pero también asuman su rol en la sociedad de una manera distinta.

¿Cómo hacen el liderazgo consciente en medio de un cambio social tan fuerte como el que hace Origen?

La simple experiencia de la diversidad del programa. El poder vivir cinco meses con personas absolutamente distintas, logra lo que describía una exalumna: pasar por Origen es que me cambien las gafas de tamaño. Creo que eso es lo que pasa: dejemos de mirarnos el ombligo, de estar los mismos con los mismos, y permitámonos ampliar la mirada, ver cómo se ve la vida desde el otro lado, y eso siempre creará un cambio de conciencia. Eso deja de ser una reflexión teórica. Las personas que pasan por Origen sufren un cambio profundo personal, se hacen preguntas distintas sobre su rol en la sociedad.

Entiendo que estuvo antes en el sector privado. ¿Qué aprendió allí?

Duré 18 años en el sector privado y esa experiencia me ayudó a tener estructura, a hacer que las cosas pasen, a saber que un sueño y una buena causa no son suficientes, la capacidad de abrir puertas. Mi paso por el sector privado me permitió conocer a personas de diferentes organizaciones y eso ha sido clave para construir las alianzas y que Origen sea una realidad. Es una muy buena alternativa unir el mundo empresarial y social.

Siempre pedimos consejos en esta conversación. ¿Cuáles son los suyos para las personas que asumen posiciones de liderazgo?

Lo primero es tomar la decisión de hacer lo que a uno le apasiona. Cuando uno hace lo que le gusta y se levanta todas las mañanas pensando que está haciendo algo que vale la pena y no porque le toca, los resultados se dan. Segundo, cualquier sueño merece trabajo y no bajar la guardia. Sobre todo para mí, esta experiencia de Origen ha sido un paso a paso con las uñas, reconocer que a veces caemos, que a veces uno dice “qué cansancio”, pero hay que mantener las fuerza y seguir adelante. Y yo diría que todo es más rico trabajando con más gente. Y los resultados también son más poderosos. A mí me gusta unir, escuchar posiciones distintas, construir y tejer alianzas con otras organizaciones y en mi experiencia eso es lo que yo creo que más necesita Colombia. Muchas organizaciones muy buenas, que si yo hoy fuera a crear una nueva iniciativa social, lo primero que haría sería averiguar “de esto qué me importa”, para ver si más bien me sumo a algo que ya está y no comenzar de cero.

¿Cómo está la generación de emprendimiento social en Colombia? 

A mí me impresionó, cuando entré a este mundo, la cantidad de personas que hoy le están apostando al emprendimiento social, y de pronto no le ponen ese título, pero creo que primero las nuevas generaciones no llevan más en su ADN, empezamos siendo una expectativa enfocada en jóvenes, y ahora el espectro es más amplio. Los jóvenes se hacen preguntas entre sí de cómo impactan, son mucho más críticos de lo que está pasando en el mundo, entonces cuando están pensando en emprender, de manera natural unen las dos cosas: están tratando de hacer empresa pero de una vez quieren generar impacto. Y también cada vez son más creativos, son más valientes. Más arriesgados. Son capaces de dejar una carrera profesional exitosa en el mundo corporativo y se lanzan entonces soy muy optimista de lo que estoy viendo. 

¿Cómo balancea su tiempo? La familia y el trabajo...

Mi prioridad era mi familia. Si no tengo una vida equilibrada, no puedo dar hacia afuera. Me gusta retarme, me gusta soñar, tener la certeza de que estoy impactando, y creo que ha sido aprendiendo en el camino, cuando mis hijos estaban más chiquitos me costaba más ese equilibrio, entonces a veces sentía que no estaba al 100 % como buena ejecutiva ni al 100 % como mamá. Y en algún momento me di cuenta que era imposible estar al 100 % en los dos y que iba a cometer errores en uno de los dos y por eso debía estar en paz. Siento un gran balance y una gran tranquilidad. 

Por Edwin Bohórquez Aya / @EdwinBohorquezA

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