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El realismo en tiempos de Rembrandt (El teatro de la historia)

Con su “Lección de anatomía del Dr. Tulp”, de 1632, Rembrandt invita a pensar sobre la importancia de la disección de cadáveres y de la observación directa de la naturaleza para la nueva ciencia moderna.

Mauricio Nieto Olarte
16 de febrero de 2024 - 09:02 p. m.
Obra “Lección de anatomía del doctor Tulp” (1632), del pintor neerlandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn.
Obra “Lección de anatomía del doctor Tulp” (1632), del pintor neerlandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn.
Foto: Wikimedia Commons

Rembrandt Harmenszoon van Rijn (1606-1669), como la mayoría de los grandes artistas, es un testigo único de su tiempo. Su prolífica obra nos permite visitar su mundo y descubrir aspectos claves de la cultura de los Países Bajos y de la Europa del siglo XVII. Ciudades como Amberes, Delft y Ámsterdam jugaron un papel central en la historia cultural y económica de la pujante Europa de estos años. Algunos de sus coterráneos y contemporáneos fueron artistas y científicos como Anton van Dyck, Johannes Vermeer, Anton van Leeuwenhoek y Christiaan Huygens. La Holanda de hoy conserva algo de ese espíritu liberal que, a diferencia de otras naciones de Europa, toleraba mejor las nuevas ideas acogiendo pensadores como Baruch Spinoza, René Descartes y John Locke.

Esta pintura, el primer retrato colectivo de Rembrandt, recrea una lección de anatomía impartida por el doctor Nicolás Tulp, anatomista oficial de Ámsterdam. Más que una rutinaria clase de medicina, la disección de un cadáver es un gran acontecimiento. No es accidental que escenas similares sean recurrentes en la pintura del Renacimiento, la disección de cadáveres es de cierta manera una práctica emblemática de una época, de una nueva autoridad filosófica, de un nuevo conocimiento sobre la naturaleza humana basado más en las experiencias y observaciones de médicos y artistas que en los tratados de las autoridades clásicas como Galeno o Hipócrates.

Los vestidos de los asistentes y el maestro evidencian que no se trata de un hecho rutinario, sino más bien un evento social restringido a un grupo selecto de caballeros que tienen el privilegio de presenciar el espectáculo del interior del cuerpo humano con las indicaciones de una gran autoridad médica.

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La intención del artista es capturar un momento particular y fiel a la realidad, pero es evidente que la manufactura de un retrato como este requiere de mucho trabajo y tiempo considerable, una compleja manufactura muy distante de la inmediatez de una fotografía moderna. En el papel que sostiene el cirujano a la izquierda de Tulp, originalmente se reconocían dibujos anatómicos, pero en el siglo XVIII se sustituyeron los bosquejos por un listado de asistentes que hoy nos permite saber los nombres de los caballeros representados. Los expertos en historia del arte afirman que algunos de los asistentes fueron añadidos en un segundo momento, quienes seguramente modelaron por separado ante el artista y contribuyeron con los costos de la obra para garantizar su aparición en la escena. El tamaño del brazo disectado es desproporcionado y muy posiblemente el artista utilizó como modelo el brazo de otro cadáver o seguramente copió lo que pudo aprender de tratados de anatomía.

Sabemos incluso a quién perteneció el cuerpo sobre la mesa de disección: un ladrón condenado a la horca justo en la fecha que tuvo lugar la lección de anatomía. Una práctica común en el mundo cristiano que admitía intervenir cadáveres solo en el caso de que fueran criminales condenados a muerte, porque así el acto de profanar su cuerpo se justificaba como parte del castigo.

Las disecciones de cadáveres fueron acontecimientos en los cuales los testigos son parte del ritual de un conocimiento público basado en observaciones directas de la realidad. Si bien las escuelas de medicina y los anfiteatros de anatomía tenían un acceso restringido y un público selecto, se trata de un ritual que celebra la autoridad de una nueva ciencia fundada en la evidencia empírica.

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No obstante, Rembrandt mismo, obsesionado con ser un testigo fiel de objetos, personas o escenas reales, con esta pintura nos invita a pensar sobre lo que significa observar y copiar la realidad.

Le pediría al lector centrar su atención no tanto en el cadáver y su brazo disectado, ni en los personajes del retrato, sino en un objeto particular que parece atraer el interés de varios asistentes. En la esquina inferior derecha hay un gran libro abierto que podemos suponer se trata de la obra De humani corporis fabrica (Sobre la estructura del cuerpo humano), de Andrés Vesalio, de 1543. Este tratado de Vesalio, que apenas se puede ver en la parte inferior derecha, es el protagonista de la escena en nuestra particular interpretación de esta pintura.

En efecto, De humani corporis fabrica, uno de los libros ilustrados más notables del siglo XVI, es un atlas con 83 grabados sobre madera que ofrece una completa mirada del esqueleto humano, los músculos, las vísceras y los sistemas circulatorio, nervioso y reproductor. Su primera edición, aunque costosa, se vendió sin problema, lo cual hizo a Vesalio merecedor del título de médico de la corte del emperador Carlos V. Vesalio pronto produjo una versión reducida para estudiantes de Medicina, conocida como Epitome. Los cuerpos humanos, los cadáveres y la experiencia de las disecciones seguirían siendo privilegio de algunos pocos, pero gracias a la imprenta y a las habilidades de los pintores, esa experiencia directa y fiel de la naturaleza fue compartida por muchos en diversos lugares de Europa, creando así una versión “virtual” y estandarizada de la anatomía humana.

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Dejando de lado las obvias diferencias y la enorme distancia en el tiempo, cualquier estudiante de Medicina o Biología que esté aprendiendo anatomía comparada podrá reconocer en la escena algo familiar. Yo mismo tengo el vívido recuerdo, como estudiante de Biología en el anfiteatro de anatomía comparada, de nuestra tarea de reconocer huesos, músculos y estructuras específicas sobre los cuerpos inertes de algunos animales. Las explicaciones del profesor y sobre todo el libro de texto, a color y con claras formas diferenciadas, resultaban mucho más evidentes que la carne gris y hedionda de un conejo o una rana conservada en formol. Sin duda, es más fácil reconocer detalles anatómicos en el libro de texto que en el cadáver mismo. Para ser parte del mundo del conocimiento científico debemos observar la realidad de la misma manera que nuestros maestros y aprender a ver lo que los libros de texto nos enseñan.

En un fascinante ensayo sobre el papel de la representación visual en la historia de las ciencias naturales, Bruno Latour, en mi opinión uno de los más importantes pensadores del siglo XX, afirma: “Los científicos comienzan a ver algo una vez que dejan de observar la naturaleza y observan de manera exclusiva y obsesiva dibujos e inscripciones planas que pueden ser comparadas, superpuestas y redibujadas…”.

Lecturas recomendadas sobre pintura y ciencia

  • ”The Art of Describing: Dutch Art in the Seventeenth Century”, de Svetlana Alpers, publicado en 1989.
  • Sobre el papel de la representación visual en la historia de la ciencia, sugiero a Bruno Latour y su artículo “Visualisation and Cognition: Drawing Things Together”, de 2012.
  • Sobre la enseñanza de la anatomía en el mundo contemporáneo, sugiero a Santiago Marinez y su libro “Anatomización: una disección etnográfica de los cuerpos”, publicado en 2021.

*Profesor titular del Departamento de Historia y Geografía de la Universidad de los Andes.

Mauricio Nieto Olarte

Por Mauricio Nieto Olarte

Mauricio Nieto Olarte es filósofo de la Universidad de los Andes y doctor en Historia de las Ciencias de la Universidad de Londres.

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Mauricio(t3u8q)20 de marzo de 2024 - 11:45 a. m.
Qué bueno que El Espectsdor tenga espacios para temas no coyunturales pero importantes y divertidos
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