El Magazín Cultural

Los valientes

Los hubo valientes como August Landmesser. Como Wally Van Hall. Como su esposa, su hermano y como los tantos que lo apoyaron.

Juliana Londoño
09 de octubre de 2018 - 03:00 a. m.
Nicholas Winton salvó a 669 niños judíos de la muerte a manos de la Alemania nazi en 1939. / Cortesía
Nicholas Winton salvó a 669 niños judíos de la muerte a manos de la Alemania nazi en 1939. / Cortesía

Los hubo valientes —y certeros, si es que alcanza la palabra— como Nicholas Winton. Aunque de valentía se hable mucho, de valientes se visten pocos. Porque siempre resulta más sencillo leer el poema que gestarlo, siempre resulta más simple hablar de lo que es algo, que saberlo en vida propia. 

Hay valientes que dejan todo lo que han conocido para resurgir en un mundo forastero. Hay otros que, incapaces de imaginar un destino en soledad, barajan todas sus cartas y las entregan a Eros. Los hay osados, muy osados, aquellos que renuncian a los días cómodos, predecibles, a la rutina, para embarcarse en la aventura de la utopía. Por supuesto, la valentía no es solamente una. No es un concepto universal que todos desarrollamos en igual medida, no se finge ser valiente, no se transfiere. Se concreta.

En medio de una multitud, él se queda cruzado de brazos, atreviéndose a omitir el saludo nazi. Es 1936. Él se llama August Landmesser, está enamorado de una judía. Es 1939, está a punto de empezar la Segunda Guerra Mundial. A Inglaterra, llegan 10.000 niños judíos, Nicholas Winton salva a 669 de ellos.

Estalla la Segunda Guerra Mundial. En Ámsterdam, un banquero se dedica a apoyar La Resistencia; busca financiación económica en contra de todos los pronósticos para ayudar a los judíos, a los que esconden judíos, a los que no están de acuerdo con esa infamia. No desfallece. Se angustia, claro, sabe que si se dan cuenta no solo pierde su trabajo, sino que morirá. Morirá dejando a su hija pequeña y a su hijo, con el que suele trepar árboles. Dejando a su hermano, su cómplice, su mano derecha. Dejando a su esposa, su soporte, su impulsora —a pesar de su miedo constante—, su luz.

Winton esconde su secreto por más de 50 años. August se casa con Irma y tienen dos hijas. Van Hall continúa con su plan hasta el final. Estos dos últimos mueren asesinados por los nazis. Winton muere, homenajeado, a los 106 años. Pareciera que la valentía asusta tanto a los cobardes que no les queda otra salida más que silenciarlos. Pareciera que los valientes saben que morirán y, sin embargo, siguen adelante porque prefieren morir en la arena que vivir asfixiados por no intentarlo. De otro material están hechos aquellos intrépidos. De un material que no finge el miedo, que lo siente, que no lo evita. Porque a ser valiente no se aprende. A ser valiente se concreta. Landmesser, Winton y Van Hall lo fueron. Nos queda esculcarnos, encontrar el material del coraje y después mirar si sabemos vestirnos de él.

Por Juliana Londoño

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