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Plumas transgresoras: Chretién Troyes

Las obras de Chrétien de Troyes se convirtieron en un referente fundamental en la historia de la literatura y su forma de narrar, en un abrebocas de la novela moderna.

Mónica Acebedo- @moacebedo
10 de diciembre de 2023 - 10:00 p. m.
Lancelot y Guinevere, personajes de las narraciones de Chretién Troyes.
Lancelot y Guinevere, personajes de las narraciones de Chretién Troyes.
Foto: Getty Images

En todo oficio conviene tener corazón, trabajo y costumbre, y con estos tres medios se llega a conocerlo”

Perceval o el cuento del Grial

La pluma de Chretién de Troyes (¿1130? - 1183) es, sin duda, una de las más transgresoras del Medioevo porque rompe con la narrativa épico-caballeresca precedente. El ciclo artúrico, del cual es uno de los principales representantes, es disruptivo, no se parece al ciclo de narraciones cristianas, místicas y ascéticas; tampoco a los escritos del ciclo carolingio (las que giran alrededor de la figura de Carlomagno, como los cantares de gesta, por ejemplo, La canción de Rolando). Sus obras pertenecen a la línea literaria francesa llamada “bretona” que proviene del impulso que Leonor de Aquitania (1122 -1204) dio a las letras.

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Estas narraciones tienen como figura central al rey Arturo (llamado también Arturo de Bretaña), un supuesto rey cristiano cuya imagen deambula entre lo legendario y lo histórico. Sostiene Enrique Ortiz Aguirre lo siguiente: “A estas novelas [las del ciclo artúrico] se las ha denominado también roman courtois, que podría traducirse como ‘novela cortés’ y que se diferencian sustancialmente respecto de los cantares de gesta, pues su autoría es culta y generalmente conocida, su complejidad técnica es mayor, se caracterizan por su capacidad de fabulación y no se destinan a la recitación oral, a pesar de que sigan ajustándose a la narrativa en verso (más corto, con predominio del octosílabo), y sin olvidar que el amor gana muchísima transcendencia, concretamente el tratamiento del amor cortés» (Breve historia de la literatura universal, Nowtilus, 2019, Ed. Kindle, p. 112).

En nuestro imaginario literario y cinematográfico tenemos presentes las aventuras del rey Arturo de Camelot, aquel valiente hombre que supuestamente luchó en el siglo V o VI en Gran Bretaña en contra de los invasores sajones. Tal rey no aparece dentro de las fuentes historiográficas, en cambio, sí fueron encontrados unos poemas galeses que mencionan a un guerrero británico de alto rango, llamado Arturo. La leyenda, como es usual en la literatura, se amalgama con datos históricos y se adapta de generación en generación y, como ocurre con frecuencia, la literatura, la fantasía y la misma historia se encargan de interpretar y acondicionar los mitos a la realidad vigente. Es por esto por lo que los relatos del ciclo artúrico, como muchas otras tendencias literarias, se ha considerado seudo-históricos.

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Son icónicas las relaciones adúlteras entre el caballero Lancelot y la reina Ginebra en Lanzarote, el Caballero de la Carreta; o Erec y Enid, su primera novela, en la que la trama gira alrededor de los valores del verdadero caballero y el ideal amoroso que ya estaba de moda entre los trovadores provenzales; o, Cligés, también llamada La falsa muerta, en donde la fuerza del amor es capaz de superar incluso a la muerte; Yvain, el Caballero del León, plantea que la amistad y el honor son los valores fundamentales del buen caballero, enmarcada en una historia de amor que retoma leyendas celticas de la tradición oral y dialoga al mismo tiempo con el cristianismo; Perceval o el cuento del Grial, un hombre que vive al margen del mundo de los caballeros, pero que después de ver pasar a un grupo, decide ir a la corte del rey Arturo para ser armado caballero. La gente de la corte se burla, pero eventualmente mata a un enemigo del rey y es armado caballero. Sus aventuras siguen, al igual que las anteriores, encuentra un amor ideal, múltiples dudas éticas sobre su comportamiento con su madre y, de nuevo los valores caballerescos. Sin embargo, Perceval no es un caballero movido a las aventuras para alcanzar a su dama sino por un ascenso espiritual. Estos escritos se han considerado novelas en verso, en pareados de ocho sílabas de rima consonante (nueve, si se tiene en cuenta a la castellana). Esta versificación es al mismo tiempo una ruptura con los precursores del román cortés y a partir de sus obras otros narradores cultos empiezan a narrar con el mismo estilo.

En resumen independientemente del personaje que inspiró la leyenda del rey Arturo; si Camelot es un lugar real; ¿hasta qué punto existió aquel supuesto profeta que enloqueció después de una batalla y que las letras se han encargado de inmortalizar como el mago Merlín?; o si puede ser cierto que en aquellas épocas que sellaron el Imperio romano y dieron comienzo a una nueva era, existió una forma tan ecuánime de gobierno como lo que se sugiere en las leyendas de los caballeros de la mesa redonda las obras de Chrétien de Troyes se convirtieron en un referente fundamental en la historia de la literatura y su forma de narrar, en un abrebocas de la novela moderna.

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Cierro con una cita de Lanzarote, el Caballero de la Carreta: “Pero Razón, que de Amor disiente, le dice que se guarde de montar, le aconseja y advierte no hacer algo de lo que obtenga vergüenza o reproche. No habita el corazón, sino la boca, Razón, que tal decir arriesga. Pero Amor fija en su corazón y le amonesta y ordena subir en seguida a la carreta. Amor lo quiere, y él salta; sin cuidarse de la vergüenza, puesto que Amor lo manda y quiere”.

Por Mónica Acebedo- @moacebedo

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Gabriel(84522)11 de diciembre de 2023 - 01:06 p. m.
Camelot no es un “lugar real”…
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