El Magazín Cultural

Poemas inéditos de Ana Blandiana

Presentamos quince poemas inéditos en español de la escritora rumana, traducidos por Viorica Patea, a propósito de la edición "Clandestinas" de El Magazín.

Ana Blandiana
18 de agosto de 2019 - 09:52 p. m.
Ana Blandiana se presentará en el Festival las líneas de su mano, que se llevará a cabo entre el 2 y el 6 de septiembre en el Gimnasio Moderno de Bogotá. / FIL - Natalia Fregoso - Universidad de Guadalajara
Ana Blandiana se presentará en el Festival las líneas de su mano, que se llevará a cabo entre el 2 y el 6 de septiembre en el Gimnasio Moderno de Bogotá. / FIL - Natalia Fregoso - Universidad de Guadalajara

Sé que la pureza

Sé que la pureza no da frutos 

Las vírgenes no dan a luz niños, 

Es la gran ley del ultraje                   

El tributo de la vida.

 

Mariposas azules se convierten en orugas                           

Las flores crecen a su alrededor,

La nieve es de un blanco impoluto

La tierra caliente es impura.

 

Inmaculado, el éter duerme,     

El aire está poblado de microbios, 

Puedes querer no nacer

Pero si eres, también te entierras.

 

Es feliz la palabra en el pensamiento,

Pronunciada, el oído la denigra,

¿Hacia qué platillo me inclinaré:

Hacia el sueño mudo o la fama?

 

Entre silencio y pecado

¿Qué elegiré: los rebaños o la flor de loto?

Oh, el drama de morir de blanco

O la muerte de vencer, a pesar de todo…

 

 

Elegía matinal

Al principio prometí callarme, luego, por la mañana,

Os he visto aparecer con la ceniza en las puertas

Sembrando, como se siembra el trigo, la ceniza.

Y no aguante más y grité: ¿Qué hacéis? ¿Qué hacéis?

Para vosotros he nevado toda la noche sobre la ciudad,

Para vosotros he blanqueado toda la noche:¡ah,

Si Entendierais lo difícil que es nevar! 

Anoche en cuanto os quedasteis dormidos salí afuera.

Allí hacía oscuro y frío. Yo debía

Volar hasta el punto único en el que   

El vacío hace girar a su alrededor los soles y los apaga

Y tenía que hacer refulgir un momento más aquel ángulo  

Para volver nevando entre vosotros.

Cada copo lo he pensado, pesado, probado,

Modelado, bruñido con la mirada,

Y ahora me caigo de sueño y cansancio, tengo fiebre.

Observo cómo sembráis el polvo del fuego muerto   

Sobre mi blanca obra y sonriendo os confieso:                               

Vendrán nevadas mucho más copiosas después de mí –

Y todo lo blanco del mundo nevará sobre vosotros,

Intentad entender su ley desde ahora,

Vendrán gigantescas nevadas blancas después de nosotros,

Y no vais a tener suficiente ceniza,

Y desde pequeños los niños aprenderán a hacer que nieve,

Y lo blanco cubrirá vuestro débil rechazo                                        

Y la tierra entrará en la rotación de las estrellas

Como un astro de nieve ardiendo.

 

Omphalos

Una piedra es un dios que

Se mueve tan despacio

Que mi ojo mortal     

No reconoce el movimiento

Así como no pedimos

A una ola,

A una nube

Que entienda qué es el mar.

Cuando todo se derrumba

Y luego se disuelve

En una mezcla tóxica

Del ayer y del mañana,                                 

Una piedra es la semilla aún viva

Del mundo,

El sentido encogido que permanece,

Omphalos y brote del que todo el 

Universo asesinado

Crecerá otra vez,

Cuando el dios dividido por igual

Entre las piedras

Se erija en una barricada.      

      

Los testigos

¡Más culpables que aquellos a los que miramos

Son los que miran!

El testigo que no impide el crimen

Pero que lo describe minuciosamente

Y se disculpa: “no puedo hacer

Dos cosas al mismo tiempo”,

O bien: “La imagen de la víctima inocente

Es más importante que su vida

Terrestre”.

Los culpables no pueden ser sólo uno, dos, o tres,
Cuando ejércitos de testigos miran

Y esperan a que todo se acabe,

A que el verdugo se muera de viejo

Y la víctima, una segunda vez, por olvido,

Esperan que se acabe el mal sin más

Tan simple como se acaba un túnel…

Estamos suspendidos

Por nuestra pregunta ausente

Al igual que una horca

De una bandera.

 “Y en vano esperáis”, responde el tiempo:

“En el juicio de las grandes pesadillas

También los testigos son culpables.”

 

Solo

Él es uno solo

No porque, de entre todos,

Sea el verdadero,

Sino porque

La semilla de todos es la misma.

En las hojas del roble,

En las entrañas de las aves,

En la silueta de la liebre en la luna, 

En el pan y el vino,

Él es uno solo.

Tan solo

Que se siente abatido

Y nace.

 

Medida

Lo mejor y lo peor

No existen.

Son sólo fantasmas,

Sueños sin medida

Del bien y del mal,

Promesas

Destinadas a postergar el momento

Espantoso

En el que podríamos descubrir

Que ni el bien, ni el mal

Existen,

Y que son sólo fantasmas,

Sueños sin medida

De unos adjetivos

Insignificantes

Y ambiguos.

 

El arte de morir

Ars moriendi, la sabiduría

Del lento deslizarse

Por las largas pendientes del ocaso,             

Te he aprendido sin prisa

Como una plegaria                                                    

De la infancia,

Para que no me asustes

Cuando llegue el momento

De tentarme,                                                                                     

Para que no me pese

Y no encarezca

El precio del nimbo desorbitado

Pedido por el verdugo,

Y añadido a tantos dolores,

Torturas, vejaciones, irreverencias e incendios 

Mediante ondas lejanas

Desde infinitos ayeres                                                                                  

Salvados a través de ti, 

Canción que fluye sin vergüenza

Hacia la muerte,

Ars moriendi ...

 

A través del no ser

Con ramas de flores en vez de cornamenta

Los ciervos el recuerdo atravesaban 

Y mi ojo, que ahora los contempla

No sabiendo, aún  no los admiraba;

 

Sin testigos, como imaginados, iban

Tan quedo que no se movía una rama

Y no cesaban de pasar mientras yo,

Precipitándose de una edad a otra, los miraba.

 

Sobre su frente, en las ramas, las aves dormían

Y en su flotar se oía un trino delicado.                    

Aún sin despertarse, ellas sentían

Mi ser, cara al futuro, desolado                                                       

 

Que reclamando pruebas, a ellos esperaba

Mirando, sin dar crédito, sus frentes pobladas

De ramas de flores, viendo cómo pasaban

Sin que pueda negarse, a través de la nada…

 

Una línea recta

Una línea recta, sólo esto,

Una línea firme

Entre los dos lados de la página

Y la posibilidad de decir:

De un lado o del otro.

Pero no, el papel absorbe,

Y en lugar de la línea, una procesión

De gusanos se arrastra                                                                      

De un lado a otro

A través de la tierra arada por la pluma,

Temblorosa e indecisa,

Pero que, tenaz,

Disuelve la frontera y la tinta.

Moraleja:

No le pidas al verdugo la respuesta

De, entre el bien y el mal, la diferencia.

 

Balada

No tengo otra Ana,

Me emparedo a mí misma

Pero quién sabe si basta –

El muro no se derriba por sí solo,

Sino empujado por el capricho

De una sonámbula excavadora

Que avanza a la deriva en una pesadilla.

Y, otra vez, construyo

Como si construyera una ola

El segundo día, otra vez,                                          

El tercer día, otra vez,

El cuarto día, otra vez,

Un monasterio eternamente líquido

Destinado a derrumbarse en la orilla;

Y lo construyo de nuevo,

Oh, cal

Y ladrillo,

Una criatura sin mancha,                                          

Una criatura

Como armazón

Del sueño infame:

No tengo otra Ana

Incluso a mí misma

Me tengo

Cada vez menos.

 

Nostalgia del paraíso                                  

El mal, como semilla del mundo,                             

Escondido como en un fruto

En los herméticos jardines del paraíso, 

Continúa incluso ahora

Clonando como en trance 

Bosques infinitos de árboles

Del Bien y del Mal

Como si

No pudiera dejar de

Asombrarse

De tantas victorias estúpidas

Mientras ofrece arrogante

A través de cada fruto

Otra oportunidad contra sí mismo

A la que vence

Siempre.

 

Uno               

Eres hombre y mujer

(La esposa y el esposo, decía Orfeo)

Y sin embargo, Uno,

La cifra suprema y sola:

Hombre y mujer,

Un yo

Que domina conjuntamente                                                 

El mundo de hombres y mujeres

Separados, incapaces

De recomponer un rostro.

 

Sólo fragmentos, migas, vidrio, arena                     

Imposible de unir,

De cuajar,

Hombres y mujeres,

Soledades incompletas,                     

Que se reproducen tan frecuentemente,

A diferencia de ti,

Señor,

Que eres único y te has quedado solo.         

¡Qué triste imperio has elegido

Oh, Rey,

Hombre y mujer, en vano!

 

En una herida        

Vivimos en una herida

Sin saber

De quién es el cuerpo herido,

Ni el porqué.   

La única certeza es el dolor

Que nos rodea,

El dolor

Que nuestra presencia

Contagia

Cuando intenta curarlo ….  curarlo…

 

El río con una sola orilla

La muerte sobre cuya orilla estoy

Es sólo la interrupción de un segundo 

Suficiente para decidir

Entrar en el agua fría como el hielo

Y avanzar con pies helados sobre piedras que resbalan      

Hasta la otra orilla.

 

No temo la travesía

Temo el momento en que

La orilla abandonada desaparezca río abajo            

Como si la muerte fuera un río

Incapaz de tener

Más de una sola orilla.

 

El reloj sin horas     

Sacaron las horas del reloj

Como si le sacaran

Los ojos a un animal

Para que deje de ver.

En lugar de los 12 números   

Había sólo

12 agujeros negros del universo

A través de los que

Se divisaba el gran

Infierno de la maquinaria,

La herramienta

Seguía girando

Las manecillas

Que tocaban a ciegas el cuadrante

De un agujero a otro,

Sin saber lo que enseñaba.

 

 
 

Por Ana Blandiana

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