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Zarzal, un domingo cualquiera que dejó de serlo para siempre

La Colombia de los noventa contada a través de un paseo de padre e hijo.

Nico Rojas - Docente Investigador Escuela Nacional de Cine
19 de marzo de 2022 - 02:29 p. m.
El cortometraje de dieciocho minutos fue estrenado en 2022, según Proimágenes.
El cortometraje de dieciocho minutos fue estrenado en 2022, según Proimágenes.
Foto: Cortesía

La violencia tiene mil caras y sin importar el color que vista, siempre deja a su paso pérdidas de todo tipo, heridas y dolor. Tras el dolor vienen los duelos y es en ese punto que los seres humanos no volvemos a ser los mismos. Solemos modificar nuestras miradas del mundo y en ocasiones llevamos nuestros corazones por rumbos que nunca antes imaginamos. El dolor entonces se transforma en rabia y el deseo de venganza engendra nuevas formas de violencia.

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Este no fue el caso de Sebastián Valencia Muñoz, director del cortometraje Zarzal, quien como tantos otros colombianos, eligió convertir su duelo en otra cosa que no fuera alimentar a la bestia. Valencia, filósofo y comunicador, nos entrega en este filme una historia mínima en la que, sin grandilocuencias ni artificios narrativos, reconstruye las últimas memorias con su padre, quien fue asesinado cuando él apenas tenía cuatro años.

“Mi deseo de hacer cine está muy vinculado con mi papá y su muerte... El cine me ha ayudado a construir una relación con él”, dijo Valencia refiriéndose a sus móviles para escribir, producir y dirigir este paseo de padre e hijo que el Festival de Cine de Cartagena presenta en su edición número 61.

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“Somos una generación de hijos de padres asesinados y creo que eso es importante narrarlo”, afirma el director de 35 años, quien en sus dos cortos anteriores: “Montañas” y “El Remanso”, presenta, a través de personajes anónimos y escenarios cotidianos, su mirada de la historia reciente del país.

Los relatos ocultos detrás de los titulares, las estadísticas y las cronologías de la violencia, siguen captando el interés de los realizadores jóvenes en un país en el que, según Valencia, no solo tenemos la tarea de reconstruir la memoria de la nación, sino de seguir escribiendo nuestro capítulo en la historia del cine, creando narrativas y lenguajes propios.

Afirma que “eso es lo bueno de producir cine en Colombia, que hay mucho por hacer”, y a la vez reconoce la necesidad de generar más espacios de formación de públicos para que la gente quiera ver cine nacional.

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Los asistentes al FICCI 61 y los espectadores de Zarzal no solo evocaremos la textura y el color de las imágenes producidas en la última década del siglo pasado, sino que nos reencontraremos con las niñas y niños que quizás seguimos siendo, así como con esa sensación de pasar la vida resignificando las experiencias vividas junto a los adultos; aquellos padres, madres, tíos y abuelos que nos acompañaron a dibujar la línea que en nuestras cabezas hoy divide la fantasía de lo que parece no serlo.

Por Nico Rojas - Docente Investigador Escuela Nacional de Cine

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