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Una pareja nominada a los Óscares

Los actores protagonizan ‘El lado bueno de las cosas’, película que logró ocho candidaturas a los premios de la Academia.

Fabián Waintal / Toronto, Canadá
11 de enero de 2013 - 10:00 p. m.
Jennifer Lawrence y Bradley Cooper protagonizan ‘El lado bueno de las cosas’. Los dos están nominados al Óscar en las categorías de mejor actuación.  / Fabián Waintal
Jennifer Lawrence y Bradley Cooper protagonizan ‘El lado bueno de las cosas’. Los dos están nominados al Óscar en las categorías de mejor actuación. / Fabián Waintal

Considerados como los nuevos símbolos sexuales de Hollywood que acaban de ser nominados al Óscar, Jennifer Lawrence y Bradley Cooper cuentan con un especial magnetismo. Los dos tienen una sonrisa bastante parecida y comparten el mismo color de ojos azules que en cierta forma encandilan con cada respuesta. Su nominación a los Óscares viene por sus papeles protagónicos en la película El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook), que recibió ocho nominaciones.

Por los dos costados, el éxito parece haber tocado a sus puertas como una gran sorpresa. Desde ¿Qué pasó ayer?, Bradley Cooper encontró una ruta de éxitos continuos como Los Magníficos y Sin límites. Jennifer Lawrence aprovechó muy bien su nominación al Óscar por Lazos de sangre (Winter’s Bone) para convertirse en la superestrella de los adolescentes con la nueva serie de películas Los juegos del hambre. Sin ninguna duda, Hollywood sabe premiar muy bien el talento, más allá del gusto de los espectadores. A nivel personal, se llevan 25 años de diferencia: Bradley nació en Filadelfia el 5 de enero de 1975, y Jennifer, el 15 de agosto de 1990, en Kentucky. Los dos empezaron la carrera de actuación, en Nueva York. Bradley se había mudado allí para estudiar en el Actor Studio y Jennifer tenía apenas 14 años cuando convenció a su madre para que pasaran el verano en Manhattan, buscando sus primeras audiciones como actriz (se graduó de la escuela secundaria dos años antes, para poder dedicarle más tiempo a la actuación). ¿Los resultados? Están a la vista.

La película El lado bueno de las cosas cuenta la historia de Pat (Cooper), quien se va a vivir con sus padres (Robert De Niro incluido) y trata de reconciliarse con su exesposa, hasta que conoce a la misteriosa jovencita Tiffany, que interpreta Lawrence.

Después de haber recibido una primera nominación al Óscar, ¿siente cierta presión a buscar una película con la cual finalmente pueda ganarlo?

Jennifer Lawrence: Realmente no siento demasiada presión porque me van a pagar igual si encuentro una película buena o una mala.

¿Qué tan difícil es encontrar opciones que mantengan el mismo nivel de cine?

J.L.: Por suerte, no hay tantos guiones buenos en Hollywood, así que nunca fue tan difícil para mí. Cuando llega un buen guión como El lado bueno de las cosas y la oportunidad de trabajar con esta gente, no es muy difícil pensar si tengo que hacerla o no. De verdad, no hay tan buenos guiones como este para elegir en cine.

¿La tratan como una superestrella en los estudios de cine, después del éxito de ‘Los juegos del hambre’?

J.L.: Cuando llegué al estudio de El lado bueno de las cosas ya habían empezado el rodaje. Pero siempre siento la adrenalina al principio. El primer día de trabajo se siente como el primer día de escuela, porque siempre dudo si alguien me va a querer. Pero Bradley (Cooper) es muy gracioso y nos divertimos mucho. Cada vez que decían “acción” surgía la mejor escena, porque dábamos el 100% todo el tiempo. Así lo sentí cada día. Ni siquiera necesitábamos repasar el guión apenas llegábamos, porque lo hacíamos de diferentes formas. Fue lo mejor.

¿Se necesita un plan específico para tener éxito en Hollywood?

Bradley Cooper: No. Para mí todo es muy simple. Cuando soñaba con ser actor imaginaba películas como El lado bueno de las cosas. Lo único que quiero hacer es trabajar con grandes directores y buenos actores. Es realmente muy simple. No tengo ningún otro plan. Pasé de una película a otra como si tuviera el motor siempre en marcha. Y en mi caso, vengo bien porque todo fue disparándose de golpe, sin pensar ni programar nada.

¿Qué factor creen que favoreció a esta película para ganar el premio a la mejor en el Festival Internacional de Cine en Toronto, poniéndola como una de las películas candidatas al Óscar?

B.C.: La música es una parte muy importante en esta película, por el ritmo como hablamos, dictado por el mito de volverse cada vez más suave. Y la forma en que está escrita, con el ritmo de cada personaje, te da un oasis que genera una especie de música jazz. Es emocionante.

¿Hicieron alguna investigación sobre las enfermedades mentales que sufren los personajes de la película?

B.C.: El director nos dio muchísima información y algunas cosas para leer y ver, después tuvimos discusiones, tratando de encontrar el ritmo. Con cada exploración fuimos cada vez más profundo. Lo vivimos. Íbamos aprendiendo a medida que hacíamos la película. Como actor, fue como un paraíso, porque no trabajamos solamente con el cerebro, también con el cuerpo, la voz, la respiración. Todos estábamos incómodos a diario, para bien, en la forma que un actor quiere estar, para que todo resulte mucho más real. Y es porque teníamos un director que nos decía constantemente. “Todo va a estar bien, confíen”.

J.L.: Odio hablar después de él (risas), porque yo no hice ninguna investigación. No sentí que fuera necesario. Mi personaje es como una cebolla, con demasiadas capas extrañas y muchas dimensiones que fueron evolucionando. Cuando leí el guión, quedé encantada con ella.

¿Qué personaje de película dirían que se parece más a la personalidad de ustedes?

J.L.: Yo nunca tuve un personaje que se pareciera a mí. Mi propia voz sale automáticamente, porque es algo natural que tengo en la mente, para hablar naturalmente. Ahora, mis amigos y mi familia dicen que en esta película soy tal como el personaje cuando sale corriendo tras de Bradley gritándole “¡Hey!”. Aparentemente es un sonido muy familiar para los que me conocen.

B.C.: La meta siempre está en creer todo lo que uno dice, desde lo más profundo de nuestras emociones. A lo mejor se escucha mi voz, hablando normalmente, pero también puede ser un acento que depende del trabajo que uno hace para llegar a ese lugar. Es como un espejo, usamos pura imaginación, tratando de encontrar el personaje dentro de nosotros, pensando en gente que conocemos. Siempre cambiamos, pero lo importante es creer todo lo que uno dice, sin tener la necesidad de actuar. Una buena ancla para mí fue decirle “papá” a Robert De Niro, todo el tiempo. Y mi personaje debe decir “papá” como 100 veces en esta película.

Por Fabián Waintal / Toronto, Canadá

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