El artesano del hardcore cierra un círculo: Kase.O presenta su nuevo disco

El rapero zaragozano exhibe su regreso, pensado y escrito en Colombia en un enorme porcentaje. Entre Medellín, Bogotá y Cartagena, el artista encontró la inspiración para un disco muy personal en el que reconoce, analiza y critica a la sociedad y hasta a sí mismo.

Felipe García Altamar
23 de septiembre de 2016 - 02:23 a. m.
Cortesía.
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Zaragoza lo sabía. En La Jota, uno de sus barrios, había un niño que se tuvo que adelantar a todo. Por eso, ese barrio le dio a Javier Ibarra todos los elementos necesarios para lograr adaptarse a cada etapa, que de manera prematura le llegaba. Los muñecos con los que jugaba se movían al compás del rap que ponía su hermano, Sergio Ibarra. Los deberes del colegio, muchas veces no los podía ni hacer, porque sus libretas estaban llenas de rimas y palabras que fonéticamente sonaran agradables entre sí. 

Esto, entre muchas otras confidencias de su vida, son expresadas por el propio Kase.O en “El Círculo” que vio la luz, como siempre lo vino anunciando, en septiembre (23), coincidiendo con la conmemoración de la muerte del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud. Un disco con el que decidió cerrar su etapa lejos de Violadores del Verso, grupo con el que logró múltiples reconocimientos en la industria musical y se confirmaron como la meca del rap en español con una trayectoria de más de 20 años que los ratifica como la segunda generación del Hip-Hop en España, pero la primera con una influencia profunda. (Lea: "El Cïrculo", canción por canción)

Colombia fue el país que inspiró el nuevo disco de Kase.O. Las calles de Medellín, la brisa de Cartagena, los bares de Bogotá y la música del llano, llenaron de argumentos y ganas a Ibarra para complacer a sus fanáticos. El camino no fue fácil. Intentar descifrarlo, mucho menos. Por eso, contó siempre con un apoyo incondicional. Su amada, su compañera, su “Cleopatra”, como la define, fue el sostén de semanas enteras recriminándose por lo malo que le parecía lo que escribía y lo mal que le sonaban los ritmos con los que experimentaba. Fue ella quien lo vio estresado y bloqueado, y días más tarde inspirado y lúcido para lograr sacar sus rimas, luego de millones de tachones y hojas arrancadas. Aunque prefiere ni ser mencionada, Ibarra le dedica una canción, le agradece en el Outro del disco por su compañía y hasta le ofrece la producción.

Los 36 años que tiene Ibarra pueden compararse con los 360° de una circunferencia. A cada etapa le destina una canción. La recrea, la vive, se devuelve a ella. Le escribe a sus seguidores de 30 y 40 años que llevan casi una década esperando rimas y ritmos nuevos. Se enorgullece y hasta presume de haber acompañado a dos generaciones en su crecimiento, al devolverlos en el tiempo con majestuosos scratchs y frases del “Javat” de antaño. 

Pero “El Círculo” también es una producción supremamente personal y visceral, en la que retrata una lucha entre su alma y su memoria, que finalmente termina perdiendo esta última. En un ejercicio de psicoanálisis e introspección, en el que se mueve continuamente entre sí mismo, su superyó y su conciencia, toca secretos y recuerdos que finalmente prefiere que sean solo mencionados, y no profundizar en ellos. Habla de sus complejos, sus miedos, sus manías, sus enfermedades y sus momentos más tristes, poniéndose como un humano más, al ser tratado infinitas veces como una deidad del rap.

Idea que tampoco disgusta a Ibarra cuando toca otra parte de su vida: su imponencia y la de su grupo en la música. Se manifiesta como un ser incómodo consigo mismo, pero con un jabalí que logra sacarlo de su cuerpo y hasta del suelo, para verse, analizarse, y compararse con lo que lo está rodeando. Ni esos pasajes tan tristes y depresivos a los que se enfrentó lograron doblar esa palmera de la que muchas veces se ha vanagloriado ser. 

Así, el disco también retrata a un ser sublime y a veces irreal, orgulloso y que reclama el haber sido influencia de miles de nuevos raperos que surgieron a partir de 1993, fecha en que Kase.O, con solo 13 años, empezó a demostrar su prodigiosa forma de ensamblar las pistas de R de Rumba, que tampoco tenía más de 18 años, con sus extensos y enigmáticos juegos de palabras.

La portada del disco, ilustrada por Pedro Rodríguez, sobre una idea original de Kase.O., también es un círculo. Muestra un edén y a una persona, iluminada por un jabalí extraterrestre, caminando entre animales y objetos. Cada uno representa a uno de sus seres queridos, a quienes menciona al final del disco. Cada cual decidió con qué iba a ser representado, de manera que cazara con la idea de un hombre que se mueve entre el génesis y el apocalipsis. ¿La dirección? Un templo de cuatro columnas: R de Rumba, Hate, Lírico y el propio Kase.O, integrantes de Violadores del Verso, seguramente el destino de Ibarra ahora que dio por finalizada esta etapa, sobreponiéndose a la inexplicable presión que ejerció el mundo del rap sobre él por los años en que cesó, junto a Doble V, la producción de música. Con el disco, del que dijo a medios españoles que podría ser el último que hace, habló claro a los que dudaron de esos casi 10 años en los que, mientras Lírico y Hate sacaron sus disco en solitario, Ibarra empezaba a probar su letra sobre el jazz de Los Magnéticos.

Muchas manos hicieron parte de la producción de “El Cïrculo”. R de Rumba y Gonzalo Lasheras son quienes más intervienen, aunque hay participación de otros como Diego Lino, Juan Rodriguez Berbin, del mítico Juez y hasta del fallecido Cash Flow. El sello colombiano del disco no está solo en el proceso de escritura y composición, ya que productores como El Arkéologo y Crudo Means Raw, de Medellín, también son responsables de algunas de las canciones.

El disco tiene un sinnúmero de matices. Algunas canciones evocan al Kase.O de hace dos décadas y otras lo dejan como el innovador músico que siempre ha sido. Sin duda, algunas canciones serán rechazadas por los puristas que tanto criticaron su proyecto de rimas sobre jazz (Kase.O Jazz Magnetism), mientras que otros alabarán su capacidad de explorar sonidos tan diversos como el flamenco o el tan controvertido trap. “Es diferente a lo que se espera la gente, porque creo que se esperan un eterno Kase.O del 95. Es imposible eso hoy en día ya que ha evolucionado como cualquier ser”, dice la pareja de Ibarra, gestora indudable de su nueva obra.

Letras repletas de referencias a la Antigua Grecia y la tradición romana. Rimas con contenido explícito, sexual y tajante. Ritmos que relajan y hacen surcar, vuelven a hacer de Kase.O el rapero en español más aclamado. “Rap superdotado”, la canción que presenta en este disco junto a Violadores del Verso, es también el regreso triunfal del grupo a una escena a la que le hacía una enorme falta. Mientras los cuatro integrantes reivindican el grupo y su disquera, Rap Solo, como el ejemplo vivo del rap en la lengua de Cervantes, Kase.O en solitario se debate entre lo muy humano y lo divino.

“El Círculo” vio la luz a las 0:00 horas de España. Horas antes, era posible conseguirlo en “Comun20”, una tienda de rap de Zaragoza. Las filas para adquirirlo cruzaron cientos de edificios, hasta que cada fan obtuvo lo nuevo de Kase.O en sus manos, cacheteando así a quienes definen el éxito como el número de discos vendidos. Días antes, “Esto no para”, la segunda canción en el playlist del disco fue extraída. El éxito también fue abrumador. Kase.O está más que vigente pese a tantos años que duró sin rap nuevo. “El Círculo” se cerró y el artesano del hardcore logró encontrarse, definirse y exteriorizarse. 17 nuevas piezas para el gozo del rap, interconectándose con sus obras de años anteriores. Enhorabuena para la música, para Zaragoza y para el círculo de Ibarra.

"El Círculo":

 

fgarcia@elespectador.com

Por Felipe García Altamar

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