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Fábulas, mitos y leyendas en la música

Una mirada histórica a algunas de las piezas musicales que se han basado en narraciones fantásticas.

Manuel Drezner.
03 de enero de 2014 - 10:00 p. m.
‘La cenicienta’, o sea la bondad triunfante, de Rossini./ Ilustración: Estella Basile
‘La cenicienta’, o sea la bondad triunfante, de Rossini./ Ilustración: Estella Basile

En Cartagena decidieron dar como tema a su Festival de Música el de fábulas y cuentos, y dentro de este concepto se presentarán Polichinela y La historia del soldado, de Stravinski; La cenicienta, de Rossini; El carnaval de los animales, de Saint-Saens ,y Pedro y el lobo, de Prokofiev. Es bueno pensar entonces por qué todos esos cuentos han tenido su contraparte musical y uno se encuentra con la sorpresa de que son muchos los músicos que han usado esa temática para crear sus obras. De hecho, las primeras óperas que hicieron los miembros de la famosa Camerata Fiorentina tuvieron temas como el mito de Orfeo, que fue al infierno a rescatar a su amada Eurídice, pero acabar perdiéndola otra vez porque le habían prohibido voltear a mirarla y el hombre no se aguantó. La leyenda ha sido tan atractiva, que hay unas 50 óperas con ese tema, sin contar ballets, poemas sinfónicos y hasta madrigales, así como una divertida opereta de Offenbach, Orfeo en los infiernos, en la que le toma del pelo al asunto.

Otras óperas de esa primera época incluyeron Dafne, de Peri, que es considerada la primera ópera de la historia y cuya música se perdió. Son muchas las óperas que han usado temas de cuentos y leyendas. La mencionada Cenicienta, de Rossini, es curiosa por que el músico no usó elementos mágicos para presentar a su heroína, como en el cuento original. Si uno quiere conocer en música al personaje de Perrault, con todo y hadas y calabazas mágicas convertidas en carroza tirada por ratones disfrazados de caballos, hay una ópera de Massenet sobre el tema, otra de Wolf-Ferrari y un popular ballet de Prokofiev, además de otro menos conocido de Martín (Massenet, a quien evidentemente gustaban los cuentos de hadas, repitió con música para Blancanieves y los 7 enanos), Claro que Perrault no es el autor original, ya que lo que él hizo fue adaptar muchos de los llamados cuentos de la madre oca (o madre gansa, como la llaman algunos en forma poco estética) y por eso la obra de Ravel, en la que los movimientos tienen nombres de esos personajes, no menciona para nada a Perrault.

El gran transcriptor de leyendas a la ópera desde luego fue Wagner. Una de sus primeras óperas se llama Las hadas, pero la misma tetralogía, con todos sus gigantes, enanos, ninfas y dragones que cuidan tesoros, no son sino versiones musicales de viejas leyendas germanas, como lo es igualmente el cuento de Tristán e Isolda con sus mágicas pociones de amor y otras de sus óperas.

Las épocas clásica y romántica tenían los pies muy puestos sobre la tierra y poco usaban leyendas no realistas, aunque dentro del campo de los cuentos, uno de los más encantadores es La flauta mágica, de Mozart, y la leyenda de Prometeo fue usada por Beethoven para una de sus más hermosas músicas incidentales.

La historia del soldado, de Stravinski, sobre textos de Ramuz, fue una forma como sus creadores buscaron ganarse la vida después de la Primera Guerra Mundial y tomaron la vieja leyenda de la venta del alma al diablo, en este caso representada por el violín del soldado. Obviamente es una variación del tema de Fausto, tan magistralmente tratado en literatura por Goethe y en música por docenas de compositores. No se puede olvidar la ópera de Gounod (que en Alemania llaman Margarita, porque les parece un sacrilegio que tenga el mismo título de la obra inmortal de Goethe) ni tampoco las versiones de músicos como Berlioz y Boito. Otro cuento muy usado es el de la bella durmiente, que está representado en música por un gran ballet de Tchaikovsky y por una ópera de Respighi. Las brujas igualmente abundan en óperas y ballets, y Hansel y Gretel, de Humperdinck, muestra a una de las más desalmadas de la serie.

Diana era la reina de la cacería en la mitología, pero muchos ignoran que era también la diosa de la castidad, y sobre ese tema Martín y Soler hizo una divertida ópera, El árbol de Diana, el cual no florece si la muchacha que se le acerca ha dejado de ser doncella. Lo malo es que la misma Diana cae en brazos de un pastor y su pobre árbol no vuelve a florecer. Pero estos casos de obras de doble sentido no abundan a pesar de que las leyendas muestran que los dioses de la mitología no eran precisamente castos y puros. Otro caso de cuento usado brillantemente por un músico es La canción del lamento, de Mahler, basado en una obra de los Hermanos Grimm. El tema de Barba Azul que se casaba y mataba a sus esposas si resultaban demasiado curiosas, ha sido igualmente puesto en música con frecuencia, y se destacan sendas óperas de Bartok y de Paul Dukas.

Como se puede ver por esa somera enumeración, que se podría alargar por muchas más páginas, cuentos, fábulas y leyendas han proporcionado rico material a la música. Lo que se va a presentar en el Festival de Cartagena se debe considerar como una breve introducción al tema.

ESPECIAL PARA ‘EL PENTAGRAMA’

* Columnista de El Espectador.

Por Manuel Drezner.

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