Publicidad

Gabriel Rondón (1942 – 2012), el jazz sin sombrero

En memoria del gran guitarrista colombiano.

Juan Carlos Piedrahíta B.
13 de febrero de 2012 - 08:47 p. m.

Detrás de Helenita Vargas y Armando Manzanero se asomaba la figura de Gabriel Rondón. Ante las cámaras por disposición estratégica, pero también por el respeto que le profesaba a las estrellas que lo invitaban a participar en sus ensambles, el guitarrista prefería asumir el segundo plano, aunque para nadie había dudas de que ese lugar no era el más indicado para sus conocimientos y habilidades. Cuidando la espalda ajena, pero también como cimiento fundamental del sonido, el inolvidable hombre del sombrero daba cátedra sobre la forma más adecuada de interpretar su instrumento y mostraba el respeto como génesis de cualquier propuesta melódica.

Rondón no acompañó a los más grandes por el simple hecho de cumplir con la exigencia de la partitura. Siempre estuvo ahí por una devoción al arte sonoro y bajo esa custodia logró que muchas interpretaciones de Helenita Vargas se diseñaran solamente con el acompañamiento de la guitarra, a pesar de que el imaginario colectivo la asociaba con los grandes formatos como el mariachi. Sin embargo, tan pronto salían a escena los dos, ella vallecaucana, y él paisa, pero con una marcada influencia barranquillera, parecían pisotear cualquier nostalgia foránea.

La situación con Armando Manzanero fue similar. El mexicano, una suerte de puente de comunicación entre el bolero de Agustín Lara y Jorge Alfredo Jiménez y la balada colonizada principalmente por las historias genuinas de Juan Gabriel, pensó en Gabriel Rondón como el nombre apropiado para conservar la técnica sin perder el aire especial que caracteriza a las manifestaciones surgidas en Latinoamérica. Durante su trabajo con Manzanero, el colombiano acercó a otros talentos nacionales, como el saxofonista Antonio Arnedo, para que participaran en giras y respaldaran al grupo durante las jornadas de grabación.

Lo más importante de Rondón es que no se conformó con la denominación de ‘invitado’ y estuvo atento a resolver sus propias inquietudes. Nació en Colombia, pero se formó en Los Ángeles. Puso por delante a la música colombiana sin marginar su gusto por el jazz, y con la guitarra como herramienta pudo mezclar sus inclinaciones para sonar a lo que quería sonar: a jazz colombiano. En este escenario asumió el primer lugar y muchos tomaron su ruta para sumarse a una experimentación sin límites, pero con criterio.

Con actitud, constancia y, por qué no decirlo, terquedad, Rondón hizo varias exploración musicales, fue responsable de su propio nombre como solista, contribuyó al surgimiento del jazz como propuesta sonora en Colombia y respaldó a algunos de los mejores exponentes del continente. Detrás de ellos se asomó por décadas su sombrero, se consolidó su guitarra y se inmortalizó su talento.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar