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"Love is a four letter word", lo nuevo de Jason Mraz

El disco triunfa en las redes sociales y aún no lo ha estrenado. El sencillo "I won't give up" fue número 1.

Ana Marcos / El País de España
09 de abril de 2012 - 10:00 a. m.

Jason Mraz (Mechanicsville, Virginia, 1977) acaba de llegar de una expedición científica organizada por la fundación Al Gore en la Antártida donde ha podido comprobar que el cambio climático va en serio. Aún así, este músico estadounidense, creador de uno de los últimos himnos más exitosos que recuerdan las listas veraniegas, "I'm yours", no ceja en su absoluta confianza en el ser humano.

"Las estructuras de ciertos negocios, sobre las que se han sustentando determinadas políticas, llegan a su fin, pero el espíritu del ser humano sigue floreciendo", dice al otro lado del teléfono, con la serenidad de un budista, la letanía de un predicador y la solidez con la que el éxito mundial impregna el discurso de un joven músico que hace una década se trasladó a San Diego (California) para buscarse la vida en los bares y ahora presenta su cuarto álbum de estudio, "Love is a four letter word", impulsado por dos premios Grammy.

Las 12 nuevas canciones de Mraz, que salen a la venta el 17 de abril, no distan mucho de las que armaron sus anteriores trabajos. Las estructuras del artista, al contrario de las mundiales, no parecen desmoronarse y la fórmula del pop pegadizo -con atisbos del reggae más comercial; un mensaje sencillo, buenrollista en muchos casos, en defensa del medio ambiente, pasado por el tamiz del amor- ha vuelto a funcionar.

De hecho, este trabajo se lanza un mes antes de la fecha elegida inicialmente por el repentino éxito en las redes sociales del primer sencillo "I won't give up", número 1 en Estados Unidos sin recurrir a promoción alguna.

Su manera de practicar esta "filosofía sanadora" -como describe su composición- comienza desde el momento en que abre un ojo al despertarse cada mañana. Jason Mraz cuenta que vive en una casa con un sistema de alimentación solar, además de todo tipo de mecanismos que hacen que su vivienda esté "en equilibrio con la naturaleza".

Elige cada uno de los alimentos que se lleva a la boca y hasta ha creado su propia fundación con la que planta árboles por el mundo para compensar el dióxido de carbono que genera al viajar en avión durante sus giras mundiales.

Estos requisitos que se autoimpone en su afán sostenible -extraídos de sus colaboraciones con diversas asociaciones como Free The Slaves, True Colors Fund, Surfrider Foundation, Natural Resources Defense Council, Free The Children o Life Rolls On- son exigencia sine qua non para los miembros de sus bandas. En plural.

Mraz se encierra en un estudio con músicos que considera "de sala", mientras que se sube a los escenarios con aquellos otros con un espíritu más nómada. "Organizo pruebas donde no solo compruebo su talento, sino el tipo de personas que son al bajar del escenario", apunta. "Por ejemplo, me importa mucho si fuman o el tipo de vida que llevan porque creo que dice mucho del respeto que uno tiene por sí mismo y por los demás. Son aspectos que influyen en la música. Además, no quiero compartir una furgoneta con alguien que fuma. Es una preferencia personal". Y eso que confiesa que durante 10 años fue adicto al cigarrillo.

"No suelo escribir sobre asuntos concretos, sino de maneras de ser y estar en el mundo, la forma en la que creo que los seres humanos están conectados", explica Mraz. "Este disco habla del amor, un sentimiento que traspasa culturas hasta tal punto que todos, al final de la vida, siempre necesitamos saber si hemos sido amados o capaces de amar bien".

Para explicar un poco la entelequia, el artista invita a observar durante un rato la portada de "Love is a four letter word". Para representar la palabra amor ha usado formas geométricas que podrían o no ser caligráficas. Algo parecido dice que sucede con este sentimiento. "A veces nos topamos con el amor en un estado con el que habitualmente no nos identificamos. Uno tiene la elección de mirar un poco más allá para encontrarlo o no".

Por Ana Marcos / El País de España

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