Antígonas colombianas, aclamadas en América y Europa

La obra “Antígonas tribunal de mujeres”, en la que participan como actrices madres de Soacha cuyos hijos fueron víctimas de falsos positivos, se presentó en México, Canadá y España.

Carlos Satizábal *
04 de diciembre de 2016 - 02:00 a. m.
Puesta en escena de “Antígonas tribunal de mujeres” en Jerez de la Fronteresa, España. Una de las madres de Soacha interpreta la canción final.   / Cortesía
Puesta en escena de “Antígonas tribunal de mujeres” en Jerez de la Fronteresa, España. Una de las madres de Soacha interpreta la canción final. / Cortesía

Beatriz Pizano nos invitó al Festival Rutas, en Toronto, con Antígonas tribunal de mujeres. Aceptamos. El reto era conseguir los pasajes. Haríamos igual que el año pasado con la gira a EE. UU.: a la Universidad de Minnesota y a Nueva York: ofrecer funciones de la obra a las oficinas gubernamentales de cultura y derechos humanos.

Doña Luz Marina Bernal, una de las madres de Soacha, le contó de nuestro viaje a un amigo suyo, refugiado de la UP en Vancouver. Nos ofreció organizar otras presentaciones en Vancouver. Hablamos. Nos pusimos en contacto con académicos de varias universidades. Y en la UBC (University of British Columbia) nos ofrecieron el teatro. Hecho. Vamos a Toronto. Luego nos invitó nuestra amiga Perla de la Rosa, de Ciudad Juárez, al Festival sin Fronteras. Encontrarnos con las madres de Ciudad Juárez era un sueño. Una locura, pero aceptamos. Y nos dimos a la tarea de ofrecer la obra al nuevo gobierno de la ciudad y a la nueva dirección de la unidad nacional de víctimas. Pero nada resultaba.

“Estoy preocupado”, nos dijo uno. Está viajando, nos dijeron del otro. Pero seguimos. Hicimos una temporada de solidaridad con el viaje. Nuestro público fue hermosamente generoso. El artista Eduardo Esparza nos donó varias de sus obras gráficas. La artista Mónica Savdié nos donó un grabado. Piedad Córdoba en nombre de Colombianos y Colombianas por la Paz nos donó un portafolio de la obra gráfica Apazionarte. Nos hizo gran ilusión, aunque no sabemos aún qué hacer, cómo convertir estas obras en dinero para terminar de pagar los tiquetes a México y Canadá, comprados con tarjetas de crédito.

Por los mismos días nos llegó la invitación al Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, uno de los más importantes del teatro iberoamericano, una meca teatral. Si aceptábamos, debíamos conseguir los tiquetes. Hicimos cuentas. Era demasiada plata: pasajes, viáticos, visas. Dudamos. Nos callamos. No contestábamos. El director insistía. Preguntaba. Finalmente una colombiana, una de las curadoras del FIT, cartagenera, llamó: “Erdaaa… ¿qué pasa que no contestan?”. Nos convenció. “Tienen que ir, la plata se resuelve. Ya verán”. Y aceptamos. Y pronto aparecieron más invitaciones en España: a Jerez, a Sevilla, a Madrid.

Y nos fuimos al primer viaje: Ciudad Juárez. Nuestra presentación fue en el teatro Gracia Pasquel de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Luego del ensayo general, un técnico comentó: “Qué paradoja, en este teatro donde van a presentar su obra tan bonita que habla de los crímenes de estado en el gobierno de Uribe, el gobernador de Chihuahua recibió a Uribe cuando lo invitó dizque a ayudar contra el narco”. ¿Y?, le preguntamos. “Pues, la purita verdad, fue peor”. Se rieron. Reímos. Luego nos presentamos en el Teatro Telón de Arena.

Nuestra amiga Perla de la Rosa y su compañera Guadalupe, y el grupo mismo, tienen un trabajo muy conmovedor con madres de las mujeres desaparecidas o asesinadas de Juárez. Vieron nuestra obra. Nos abrazamos al final. Lloramos. Y acordamos hacer un trabajo conjunto. El próximo año volveremos. Estaban también un chico y una chica, artistas grafiteros que hacen murales con ellas, retratos de las muchachas desaparecidas o asesinadas. Fuimos a visitarlos. Son de gran belleza, cuentan las historias, los sueños de las jóvenes. Lo hacen en colectivo, con las madres y las familias y amigas. Pintan también en las barriadas, en las casas de ellas. En la noche tocamos cumbias en la casa de la chica grafitera. Tomamos una exquisita bebida destilada del sotol, un ágave endémico de la sierra Tarahumara, del desierto Chihuahuense, ahumado, suave, un licor que no embriaga, sino que produce felicidad y lucidez. Las serpientes de cascabel anidan en las sotoleras. El corazón del que brotan las pencas del sotol lo destilan con el cascabel de la serpiente que anidaba en la planta.

Acababa de morir Juan Gabriel, fuimos a visitar su casa. Lucerito, una de las madres de nuestro grupo, es mariachi en Bogotá. Y él es su ídolo. El Divo de Juárez. Cantamos con ella en los jardines de su hermosa casa. Regresamos al D.F. para tomar el vuelo a Vancouver. Llegamos al Benito Juárez a las 11 de la noche, nuestro vuelo a Vancouver salía a las 6:30 de la mañana. Dormimos en la sala de espera.

Vancouver es otro mundo. Nuestras dos primeras funciones serían en el Frederic Wood Theatre de la Facultad de Teatro y Cine de la UBC. Nos presentamos el día de la firma del Acuerdo de Paz de Cartagena. Paramos de montar para ver el acto. Quisimos hacerlo por Telesur, pero Fanny, sobreviviente del genocidio de la UP, que vivió en el campo antes de que le asesinaran a su padre y a sus hermanos y tuviera que huir, dijo: “No, mejor Caracol o RCN, para ver cómo es que van informar”. Y fue casi una advertencia: igualaron el Sí al No. Pero la emoción de la paz no nos dejaba ver.

El decano de la Facultad de Teatro y Cine nos presentó y dijo con emoción que una feliz coincidencia hacía que justo el día de la firma de la paz en Colombia nos presentáramos allí un grupo de artistas de Colombia que habla en su obra de la necesidad de la paz y de la resistencia civil a la guerra y a sus horrores. Pero antes recordó a la audiencia que el territorio en que se levanta este teatro y toda la UBC es un territorio usurpado, no cedido en tratado alguno por sus habitantes ancestrales, los musquean. Nos explicaron luego que hay dos modos de habitar los territorios en la nación canadiense: usurpando o llegando a acuerdos, a tratados con los habitantes ancestrales o first nation. Antes de cualquier acto público, siempre se recuerda a los presentes si el territorio donde se está es cedido en un tratado o usurpado. Ese ritual lo vimos preceder todos los actos públicos en que estuvimos.

Una de nuestras compañeras, Maira López Severiche, exdirigente estudiantil víctima de montajes judiciales e injusta cárcel, nuestra cantante y compositora, sucreña de hermosa voz bullerenguera y cierta ascendencia wayuu, nos había convencido de que parte de la plata que recogimos en Bogotá en la temporada de solidaridad con la gira, la invirtiéramos en comprar mochilas wayuu, para aumentar en algo nuestros viáticos. Esa noche, el esplendor de esos tejidos nos regaló su generosidad.

En Ciudad Juárez, la universidad nos había alojado en un hotel de lujo. En Vancouver nos alojábamos en los cuartos de reuniones de una bella y muy sobria iglesia del siglo XIX: Grandview Calvary Baptist Church, bautistas defensores de la justicia social. Fueron quienes organizaron nuestra visita a Vancouver. Todo era muy digno, pero muy modesto. Los generosos dólares de las mochilas fueron también una especie de don del cielo. En la iglesia hicimos nuestra última presentación en Vancouver.

La escalera para montar era casi tan vieja como la iglesia. Y el cielo raso de la iglesia era muy alto. Debíamos subir a ella para colgar de él las telas de nuestra escenografía. Transformar el altar en escenario. Esa escalera temblaba. Más con el miedo al subirla. Teníamos poco tiempo. Así que decidí hablar con el dios del templo. Le dije que haríamos algo tan sagrado y profundamente espiritual como lo que él inspiraba en sus fieles con su evangelio de amor y justicia. Que me cuidara para subir a la escalera y colgar nuestros telones blancos. Milagrosamente la escalera no tembló más. Montamos. Nuestra presentación la precedió un grupo de jóvenes mujeres indígenas: Mariposas en Espíritu. Contaron y cantaron y danzaron.

Su performance contó historias de jóvenes mujeres musquean muertas, desaparecidas, asesinadas; cantaban el clamor de la espera, el deseo de verlas regresar a casa. Son más de cinco mil. Un genocidio feminicida. Como en Ciudad Juárez. Pero en Canadá, en la Columbia Británica, en Vancouver, una de las ciudades de más alto nivel de vida, sus mujeres indígenas son víctimas de un genocidio tan silenciado y numeroso como el genocidio político y social nuestro.

Les dedicamos nuestra presentación en este lugar sagrado a ellas y a sus espíritus, las mariposas en espíritu. Al final de nuestra presentación se dio una catarsis muy profunda, muy bella y misteriosa. Ellas tocaron con su tambor de sanación una hermosa canción de equilibrio, de limpieza, de salud. Eso nos dijeron al terminar. Y nos regalaron el tambor. Antes de partir a Toronto, almorzamos con el decano de Teatro y Cine de la UBC y hablamos de hacer el próximo año un taller de creación colectiva con estudiantes, con las jóvenes indígenas y con nuestras compañeras y venir luego a un intercambio con la Escuela de Cine y TV de la Universidad Nacional y al festival Mujeres en Escena por la Paz que hacemos en la Corporación Colombiana de Teatro bajo la dirección de Patricia Ariza.

En Toronto vivimos la derrota del plebiscito. ¿Cómo explicar lo qué pasó? Es difícil el camino de la paz. Tantos años de propaganda de guerra y de repetir que la guerrilla es la encarnación del mal y de todas nuestras desgracias, de sembrar en las mentes y los corazones el odio y los deseos de venganza, no se diluyen en toda la ciudadanía fácilmente. Menos cuando esa propaganda sigue viva, repitiéndose cada día en las telenovelas y en las noticias y en los discursos políticos y en los púlpitos religiosos.

Y los medios pusieron el Sí y el No como dos opciones de la misma importancia. La inmensa mayoría, escéptica con la democracia electoral, se quedó en su casa. El día de nuestra primera presentación fue la marcha de los estudiantes. Al final hacíamos foros, conversaciones con el público, y les invitábamos a que se hicieran manifestaciones públicas por la paz de Colombia. Y también a comprar nuestras mochilas y a participar en la rifa del tambor alegre que usamos para acompañar los bullerengues que canta Maira en la obra.

Ambas ideas fueron un éxito. Hicimos una demostración frente al consulado de Colombia y rifamos el alegre. Ahora teníamos para comprar regalitos. Regresamos a Bogotá. Descansamos unos días y retomamos el camino: al Fit de Cádiz. Al cierre de nuestra primera presentación, el público espontáneamente comenzó a clamar: “¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!”. Y les invitamos a repetir tres veces la consigna de las marchas en el país: “¡Acuerdos ya!”, como un mantra que enviaríamos a los campamentos por la paz de los jóvenes en las plazas públicas del país. Así, al final de cada presentación, en Cádiz, en Jerez, en Sevilla, en Madrid, nuestro público repetía: “¡Acuerdos ya! ¡Acuerdos ya! ¡Acuerdos ya!”.

Varias de nuestras presentaciones en España las organizaron las plataformas sociales por la paz de Colombia, los comités por el Sí y organizaciones culturales, políticas y de derechos humanos. En Sevilla nos presentamos en la histórica sala La Imperdible, en la Plaza del Duque, sala de la época republicana, restaurada por el sindicato Comisiones Obreras; también en el auditorio de posgrados de la Universidad Pablo de Olavide. Allí, en el foro al final de la obra, dijimos que las mujeres nos enseñan la necesidad de trabajar por la justicia y la paz desde el amor, que es el amor la fuerza que les lleva a buscar a sus hijos, más allá de la muerte, un amor constante más allá de la muerte, como el bello soneto de Quevedo, y también es el amor el que les guía en su lucha por la paz, porque la paz y la verdad de lo sucedido, la memoria poética compartida, son necesarias para impedir que se repitan los crímenes que ellas y sus familiares han padecido. Por ello, como decía el movimiento hippie, Paz y Amor.

De inmediato, un señor que estaba en primera fila agregó: y anarquía, porque si no, vuelven los fascistas y nos acaban con el amor y la paz. Luego, como en otros foros, la discusión derivó hacia la necesidad de una nueva democracia, una democracia que fuese más allá de la democracia representativa electoral. Porque la gente ahora vota desinformada, sin saber por qué vota, vota manipulada por las mentiras emocionales de los medios, engañada por los fanatismos. Vota sin saber por qué vota. Vota incluso por la guerra. Como nos pasó en el referendo en Colombia.

En Sevilla nos presentamos luego en la sala TNT Atalaya, en la Muestra Internacional de Teatro de Investigación; su director, Ricardo Iniesta, maestro de una larga trayectoria en el teatro de España y quien además trabaja con las comunidades gitanas, se interesó en nuestra propuesta estética y política. En la creación colectiva. En el trabajo conjunto entre artistas y mujeres que de ser víctimas se han convertido en lideresas de la resistencia y la lucha por la paz, la verdad y la justicia social.

Nos dijo: “De seguro estarán aquí de nuevo muy pronto. Tienen que volver”. También la prensa estuvo muy interesada en nuestro trabajo, por la situación del país, por la calidad del trabajo y por estar nuestro grupo integrado por artistas y mujeres víctimas, o mejor, mujeres de la resistencia a la guerra que buscan la verdad deXXX.

Los sitios donde presentamos Antígonas tribunal de mujeres estuvieron llenos a reventar. Es como si nuestra época necesitase ir más allá de la representación, o unir a la representación del mito la presencia viva, ver en la escena también la presencia directa de quienes viven la tragedia mítica en sus cuerpos y sus vidas y nos la presentan convertida en poesía, en verdad poética.

En Madrid, luego de nuestras presentaciones en la Sala Joaquín Rodrigo del Centro Cultural Úrculo, en Tetuán, en el Teatro del Barrio, en Lavapiés y en la Biblioteca de la Fundación Baltasar Garzón, el periódico El País nos hizo un reportaje que publicaron el 7 de noviembre en la contracarátula con el título “Antígonas de carne y hueso”. Con la Fundación Baltasar Garzón hablamos de hacer un trabajo de creación colectiva con personas del éxodo colombiano en Madrid. Quizá hagamos un primer taller al comenzar el 2017.

Ahora, de vuelta al país, debemos imaginar qué inventar para vender o rifar las obras de arte que nos han donado. Esperamos así pagar lo que aún debemos a los bancos. Ya les cancelamos parte de la deuda con lo que ganamos por nuestras presentaciones y lo que conseguimos con las mochilas y la rifa de los tambores. El último tambor alegre lo rifamos en Madrid, pero fue justo dividirnos lo obtenido para traer regalos y pasear un poco por la ciudad.

*Director de Tramaluna Teatro. Poeta, dramaturgo, escritor y actor. Profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Colombia.

Por Carlos Satizábal *

 

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