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Entre lujuria y castidad

Tannhäuser de Richard Wagner, el gran compositor operístico del periodo romántico de la historia de la música, recrea en un ambiente alemán el dualismo griego entre Apolo y Dionisio, o sea entre la tendencia hacia un amor puro y casto, representado por Elisabeth, frente al impulso lujurioso y sensual que simboliza Venus, todo ello enmarcado en un ambiente medieval de leyendas germanas que sirvieron de inspiración al compositor.

Redacción Gente
12 de octubre de 2015 - 02:00 a. m.

Thomas Mann sostuvo que Wagner llevó a la cúspide la hegemonía del espíritu alemán de la época romántica, y que el atractivo de Tannhäuser se sustenta en la dualidad general y activa, inherente a la poderosa capacidad de síntesis cultural del mito y de la historia.

Tannhäuser, ópera de Wagner anterior a la famosa tetralogía del Anillo del Nibelungo, es una de las más populares, especialmente por el emotivo Coro de los peregrinos. La obertura es igualmente pieza favorita en las salas de concierto. En ésta Wagner enfrenta ya los dos mundos de la obra. La bella introducción del segundo acto es muy característica del espíritu wagneriano, y la extensa del tercero es prácticamente un poema sinfónico. También es muy conocida la llamada Romanza de la estrella, que interpreta el caballero Wolfram.

Wagner, el máximo representante del romanticismo musical alemán, nacido en Leipzig en 1813 y fallecido en Venecia en 1883, no sólo fue compositor sino director de orquesta, poeta y teórico musical, y su influencia se proyectó a tendencias musicales posteriores, como el impresionismo, la obra de Mahler y la música del siglo XX. A diferencia de la mayoría de compositores de ópera, no musicalizó los libretos de otros autores, sino que él mismo escribió tanto el texto dramático como la música, y los integró y fusionó magistralmente. Sus óperas no son historias que buscan permitir el lucimiento de los cantantes y de la orquesta, sino un espectáculo donde la acción teatral es igual o más importante que la música, y donde cada personaje es identificado con un tema musical o leitmotiv. Wagner quiso asimismo rescatar tanto la mitología germana y escandinava, como la tradición oral de su entorno.

Con la ópera Tannhäuser recreó un mundo medieval legendario de minnesinger alemanes, equivalentes a los trovadores provenzales, combinándolo con aspectos religiosos. La ópera está basada posiblemente en el libro de leyendas turingias de Ludwig Bechstein de 1835, que incluye la leyenda pagana de la Hörselberg, montaña de Turingia en cuyo interior —se decía— había buscado refugio la diosa Venus (la Holda germánica) al cristianizarse el país. Poetizada dos años después por Heinrich Heine con el poema Tannhäuser, una leyenda, la ópera se desarrolla en la región alemana de Turingia a comienzos del siglo XIII.

En el acto primero el caballero y minnesinger, Tannhäuser lleva largo tiempo entregado a los placeres sensuales que le ofrece la diosa Venus en el interior de la Venusberg o montaña de Venus, donde moran la diosa y su amante. Los habitantes del reino subterráneo se entregan a una bacanal. Tannhäuser manifiesta la añoranza de su vida anterior en la superficie de la tierra, y entonando el Himno a Venus pide a su amante que lo deje partir. Ya en el Wartburg, residencia del landgrave de Turingia, Tannhäuser ve acercarse a los peregrinos que se dirigen a Roma para obtener el perdón por sus pecados. Entran el landgrave y los caballeros “cantores del amor”, entre ellos Wolfram, quien relata que Tannhäuser había llenado de gozo a Elisabeth, la sobrina del landgrave, y que al irse el caballero, Elisabeth perdió toda su alegría y ha evitado todas las fiestas de canto. Todos piden a Tannhäuser que vuelva a unir sus canciones a las de ellos para que Elisabeth regrese también a la noble sala de los torneos. Tannhäuser pide ser llevado a la presencia de la virtuosa doncella. Entonces el landgrave y los cantores, con gran alegría, se dirigen al Wartburg.

Wolfram abre el torneo de cantores en el acto segundo, cantando sobre el amor como un manantial de aguas purísimas, y Tannhäuser responde con palabras apasionadas que exaltan el amor sensual y el erotismo carnal, entonando el Himno a Venus, lo cual provoca que los caballeros se lancen contra Tannhäuser para matarlo. Elisabeth se interpone e implora que le permitan ir a Roma a pedir perdón.

En el acto tercero Elisabeth canta una plegaria a la Virgen implorando su mediación y muere en aras de la salvación del caballero. Al regresar a Turingia, Tannhäuser se entera de su muerte. Arrepentido dice: “Santa Elisabeth, ruega por mí”, y cae muerto junto al féretro, mientras los peregrinos provenientes de Roma proclaman que Tannhäuser ha hallado perdón por la Gracia Divina.

Por Redacción Gente

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