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El nacimiento de 1.280 Almas no responde a una motivación espiritual. Corresponde, más bien, a una urgencia hormonal, a la necesidad masculina de conquistar mujeres a través del empleo infalible de la música como arma letal para derribar las fronteras femeninas y atacar, de frente y con buen volumen, sus corazones.
Las hormonas sirvieron también para que los integrantes de la banda, liderada por el vocalista Fernando del Castillo, se sintonizaran con el rock y entendieran al género rebelde por excelencia como un argumento sólido para respaldar las historias que querían contar. Lo hicieron en su momento The Clash y Sex Pistols, dos de las influencias más significativas para 1.280 Almas, así que el camino ya estaba abonado para adelantar un buen ejercicio sonoro.
“Cuando comenzamos con el grupo sentíamos que había un vacío, un bache en el rock que en un momento se empezó a dar en nuestro país. Ese hueco se traducía en la falta de conexión entre la música tradicional colombiana o América Latina y el rock con factura nacional. En países como México se había dado muy bien y ahí empezamos a entender que no se necesitaba cantar en inglés para ser una banda”, cuenta Fernando del Castillo como vocero de 1.280 Almas, una agrupación que según sus integrantes debía disfrazar sus limitaciones musicales con una propuesta tan enérgica como sincera.
El grupo alcanzó a publicar sus primeras producciones discográficas en acetato. Háblame de horror (1993) y Aquí vamos otra vez (1994) sirvieron para consolidar un sonido y para confirmar que el formato tradicional del rock, basado en la conjunción del bajo, las guitarras, la batería y la voz, podía alcanzar texturas insospechadas a partir de la inclusión de elementos de percusión latina. Luego aparecieron álbumes como La 22 (1996), Changoman (1998), Sangre rebelde (2004) y Pueblo Alimaña (2012), con los que sus integrantes lograron afinar las posibilidades de lo que ellos denominan una “formación de garaje”.
“Nosotros hemos hecho experimentos ampliando el formato a otros músicos, y en parte lo que haremos en este concierto en el Teatro Mayor es tocar temas que no tocamos desde hace mucho tiempo. Son canciones que se salieron del molde que teníamos y entonces para que suenen chévere se necesita ampliar la familia. Ese es el problema, es mejor quedarnos con lo que podemos hacer los cinco músicos y no versiones extendidas, aunque ahora lo vamos a hacer irrespetando un poco el formato que tanto hemos defendido”, asegura Fernando del Castillo, para quien las presentaciones más enriquecedoras son aquellas que se realizan en escenarios pequeños, como teatros y bares.
“Nosotros no hicimos un grupo para satisfacer a nadie más que a nosotros mismos, teníamos cosas por dentro que queríamos echar para fuera. Luego nos dimos cuenta de que no éramos ningunos bichos raros que pensábamos cosas que estaban por fuera del alcance de las mayorías, sino que éramos intérpretes del ambiente y que éramos capaces de transmitir ideas propias de una generación. Claro que hoy ya llevamos como dos o tres generaciones. Por eso somos 1.280 Almas”, concluye Del Castillo.
La banda celebra hoy el cumpleaños de Bogotá y conmemora dos décadas de aparición de su registro Aquí vamos otra vez. Lo hace como le gusta, en un teatro, pero con el respaldo de las voces de más de 1.280 Almas.
jpiedrahita@elespectador.com
Miércoles 6 de agosto, 8:00 p.m. Teatro Mayor, calle 170 Nº 67-51. Información y boletería: 593 6300 y www.tuboleta.com.