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Decibeles al aire libre

Uno de los festivales más importantes de América Latina llega a su edición número 21. Tres escenarios alternos, invitados internacionales y una agenda académica especial caracterizan este voluminoso encuentro.

Juan Carlos Piedrahíta B.
08 de agosto de 2015 - 03:54 a. m.

Cuando la falda comenzó a escalar, el rock también lo hizo. En los años 60, y después de algunos intentos de popularizarse durante la década de los 50, este estilo musical se convirtió en un fenómeno sonoro casi sin precedentes porque pasó de ser el hijo del blues, un hijo cuestionado por sus tintes algo comerciales según la opinión de sus detractores, a marcar la pauta musical de buena parte del mundo occidental.
 
Tal y como ocurrió con el atuendo femenino destinado al deleite de la óptica masculina, o como sucedió con ese elemento glucoso que sin mucho conocimiento denominamos chicles, el rock se consolidó tanto que durante la historia contemporánea se puede decir que es el estilo musical de mayor convocatoria en América y Europa. Un claro ejemplo de ello es el festival Rock al Parque, cuya edición 21 se realizará los días 15, 16 y 17 de agosto y congrega a fanáticos, melómanos y curiosos de todas las latitudes.
 
Este evento, organizado e impulsado por la Alcaldía Mayor de Bogotá desde sus más remotos inicios y que tuvo la impronta “Naturaleza rock, naturaleza viva”, se gestó en 1994 con la intención de realizar jornadas en las que, de una sola sentada, se pudieran apreciar propuestas de diversas bandas nacionales y extranjeras. Esa idea fue motivada también por la ausencia de conciertos de carácter gratuito, una costumbre que estaba aferrada en el inconsciente colectivo porque durante los 80 todos los artistas contratados para venir a Colombia tenían la obligación de ofrecer una presentación con entrada libre. Muchos de estos recitales al aire libre se llevaron a cabo en la Media Torta y por eso se pensó en este espacio como el escenario primordial, como núcleo ideal para el desarrollo del naciente Rock al Parque.
 
Algunos antecedentes del certamen indican que para la década de 1990, Bogotá, con una población cercana a los cinco millones de habitantes, en medio de un país en guerra, cercado por el narcotráfico y el terrorismo, suspendió los conciertos masivos, dificultando la circulación de las agrupaciones. La sociedad y los estamentos oficiales estigmatizaron a los jóvenes en general y particularmente a los seguidores del rock. Por influencia de la Constituyente del 91, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT) promovió acciones en busca de un mayor reconocimiento de las artes en Bogotá y la participación de los jóvenes en la oferta oficial.
 
En 1992 se lanzó una convocatoria pública para identificar los gustos musicales de estos jóvenes, cuyos resultados sorprendieron por el número de bandas rockeras. La entidad dio una respuesta inmediata organizando el Primer Encuentro Música Joven Santa Fe de Bogotá, en la sala Oriol Rangel del Planetario Distrital. Hicieron su entrada por primera vez a este espacio las guitarras eléctricas con grupos como La Derecha, 1.280 Almas y Andrea Echeverri, entre otros. El festival realizó un segundo encuentro entre el 9 de junio y el 1º de julio de 1993, en el que participaron 19 agrupaciones entre las que se destacaron Sangre Picha, Monóxido y los Aminoácidos, El Duodeno y sus Intestinos, de Ramiro Meneses, Ekhymosis, Ex-3, Marlo Hábil, La Catedral, Yuri Gagarin, Carpe Diem, La Derecha, Juanita Dientesverdes, Bajo Tierra y Los Árboles.
 
Ni el más optimista de los rockeros sospechó entonces que el evento necesitaría de un espacio inmenso debido a la afluencia de público. Visitantes de Medellín, Cali, la región Caribe y el Eje Cafetero comenzaron a pensar en la capital como el gran centro musical. Esa bola de nieve llamada voz a voz hizo que el festival tuviera que desplazarse del teatro al aire libre de La Media Torta al parque metropolitano Simón Bolívar, un espacio que básicamente quintuplicaba la capacidad de su antecesor. Pero además de crecer en convocatoria, Rock al Parque también lo ha hecho en la inclusión de manifestaciones sonoras cercanas al rock. El metal, uno de los máximos consentidos del evento, el punk y el reggae han tenido su espacio de evolución durante este encuentro masivo.
Por cuestiones climáticas, desde hace algunas temporadas Rock al Parque ya no se celebra en octubre y ahora el mes que suena a guitarras, bajos y baterías es agosto. Pero además de ser uno de los festivales al aire libre más significativos del continente, se puede dar el lujo de decir que ha sido ejemplo para la realización de otros eventos de carácter similar. Puede resultar paradójico afirmar que Rock al Parque parió a Jazz al Parque, Salsa al Parque y hasta Ópera al Parque, pero así ha sido. Fue pionero y hasta chivo expiatorio para identificar si el público respondería con aplausos y emotividad a una oferta tan tentadora como la fusión entre agrupaciones nacientes, invitados nacionales y bandas de reconocimiento mundial. Todo ello con un condimento de innegable atractivo: la palabra “gratis” comandando los carteles.
 
La política de los Festivales al Parque, y Rock al Parque no es la excepción, incluye espacios para la reflexión, la investigación, la formación y el emprendimiento, así como alianzas público-privadas con empresas como la Cámara de Comercio de Bogotá y Circulart de Medellín. Más de veinte años de historia consolidan al encuentro musical como una política pública exitosa que aportó a la visibilización de un género sonoro en Bogotá, convirtiéndose en uno de los referentes de las múltiples identidades de la ciudad. El festival, como un organismo vivo, promueve actitudes de respeto y cultura ciudadana en espacios públicos y provoca debates y reflexiones permanentes sobre el entorno social, que seguirán transformándolo para reflejar las nuevas tendencias del movimiento rockero.
 
El argentino Fito Páez aseguró alguna vez que el rock son sólo cuatro letras juntas, y tal vez tenga razón… pero cómo ha subido esa unión, casi tanto como la falda.
Rock al Parque. Agosto 15, 16 y 17. Parque Metropolitano Simón Bolívar (Bogotá). Entrada libre.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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