Las dos óperas más conocidas de Bizet no alcanzaron el éxito durante la vida del compositor. Que haya sucedido con Los pescadores de perlas no parece tan extraño, porque aún en la actualidad es una ópera que se presenta en escasas ocasiones, a pesar de sus innegables méritos. Pero que la primera temporada de la popularísima Carmen se haya saldado con un fracaso no deja de sorprender hoy a los amantes de la ópera. Al menos dos hechos contribuyeron a tales contrariedades: el lenguaje musical de Bizet, que era considerado por algunos de sus contemporáneos franceses como algo extraño, armónicamente osado y afín a la estética de Wagner, y la muerte prematura del compositor, que se extinguió por una afección cardíaca tres meses después del estreno de Carmen, sin llegar a enterarse de la gloria futura de su obra.
Cuando Bizet estrenó sus Pescadores de perlas, en 1863, estaba próximo a cumplir 25 años. En 1857 le habían concedido el Premio de Roma, una prestigiosa y codiciada beca de composición que también ganaron en su momento Berlioz, Gounod, Massenet y Debussy. Así que era un joven prometedor y con algo de reconocimiento que esperaba una oportunidad para dar un golpe maestro ante el público y la crítica. Se sabe muy poco sobre las circunstancias de composición de Los pescadores de perlas, pero es claro que Bizet debió trabajar a toda prisa porque tuvo poco tiempo para realizar el encargo que le hizo el Teatro Lírico de París. Como esa institución había recibido una importante subvención del Estado se garantizaba un montaje de alta calidad, más la ilusión de una puerta abierta al éxito inmediato. Sin embargo, la obra no tuvo una buena acogida. La crítica fue desfavorable en términos generales, y después de dieciocho funciones la producción salió de cartelera y nunca se volvió a presentar en vida del compositor. Aunque los críticos lanzaron dardos —uno ofreció pública recompensa a quien lograra explicarle de qué trataba la ópera—, el trabajo de Bizet también encontró valiosos defensores, como Héctor Berlioz y Ludovic Halévy, futuro colibretista de Carmen, quien después de tres audiciones serias pensaba que la obra contenía “las más singulares cualidades”. Los pescadores de perlas, en efecto, goza de todo el talento melódico del compositor, que se manifiesta en bellas arias y conmovedores conjuntos; del encanto de sus armonías, que le hacen guiños al mundo exótico en el que se desarrolla la historia, y del poder expresivo de su orquesta.
El drama transcurre en la isla asiática de Ceilán (hoy Sri Lanka) y trata del amor de dos amigos por una misma mujer, que a su vez debe enfrentar un dilema: respetar el voto de castidad que le impone su condición de sacerdotisa o entregarse a lo que le dicta su deseo. Los dos momentos más conocidos de Los pescadores de perlas, obra que desde hace cien años no se representaba en el Met, aparecen en el primer acto: el dúo de la amistad de Nadir y Zurga (Au fond du temple saint), un pasaje venerado por los amantes de la ópera, y la refinada aria de Nadir (Je crois entendre encore), teñida por un solo melancólico del corno inglés y que exige al tenor unos agudos sutiles y delicados. Pero hay muchos otros momentos memorables, como los dúos que Léïla sostiene con Nadir y con Zurga, o el aria de la sacerdotisa en el segundo acto, que según Berlioz contiene efectos orquestales de “preciosa originalidad”.
Dirección musical: Gianandrea Noseda. Producción: Penny Woolcock. Léïla: Diana Damrau. Nadir: Matthew Polenzani. Zurga: Mariusz Kwiecien. Nourabad: Nicolas Testé.
Sábado 16 de enero. 1:00 p.m. Salas de Cine Colombia en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena.