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El punto de vista de una voz

La cantante estadounidense, considerada una de las voces más revolucionarias del jazz en su país, se ha aproximado al country, el rock y el hip hop.

Juan Carlos Piedrahíta B.
13 de septiembre de 2014 - 02:28 a. m.
Cassandra Wilson publicó su primer trabajo discográfico a mediados de los 80.  / Cortesía Idartes
Cassandra Wilson publicó su primer trabajo discográfico a mediados de los 80. / Cortesía Idartes

Para Cassandra Wilson, la voz es como un río. A veces exhibe su cauce con potencia mientras que en otras oportunidades puede arrasar con un caudal limitado en apariencia, pero potente en su profundidad. Las vertientes, tanto en el río como en la voz, pueden ser las mismas, lo que cambia es el periplo, y con ello se modifica la forma como evolucionan y crecen.

El río y la voz, según Wilson, pueden estar canalizadas, pero cuando menos se espera ocurre la revolución y el sendero determinado encuentra un recorrido propio. Se extienden, disminuyen, se estiran, se encogen y hasta manifiestan sus deseos de libertad sin contemplaciones.

En ambos casos, lo mejor es dejarlos fluir. Eso lo aprendió Cassandra Wilson durante varias jornadas dedicadas a la observación del río Misisipi. El comportamiento, los cambios de ritmo, la textura y el sonido de ese espectro acuoso determinaron buena parte de lo que la cantante comenzó a hacer con su voz de manera intuitiva. Ya después supo que esas aguas caudalosas fueron vitales para el surgimiento del blues y del jazz, dos de sus géneros musicales predilectos.

Cassandra Wilson se interesó por la música a los nueve años y, a pesar de ser hija de un contrabajista, instrumentos como la guitarra y el piano le llamaron la atención. Con los teclados y las cuerdas escribió, de manera aficionada, sus primeras canciones. Lo hizo al comienzo en Nueva Orleans, aunque después se radicó con su familia en Nueva York.

Estas dos ciudades marcaron su infancia y su adolescencia y fue en ellas donde descubrió que la música, así como los ríos, tenía múltiples vertientes. El folk, muy de moda durante los años 70, y el rhythm & blues, estilo de gran efervescencia gracias a la labor desarrollada por sellos discográficos como la Motown, fueron los géneros con los que primero se conectó la cantante estadounidense, que no tuvo la necesidad de recurrir a otra denominación artística.

El nombre de Cassandra Wilson ya era suficientemente llamativo y sonoro para añadirle algún condimento. Faltaba encontrarle el lugar de desarrollo y ese fue el jazz. Se topó con el denominado género de las síncopas durante su época universitaria y allí se estableció con su propia anuencia y con el respaldo de algunos parientes (padre y esposo) que ya tenían un camino recorrido en el arte sonoro.

“La música es un idioma maravilloso. Todas las músicas son la Música. Básicamente es una vibración y todo el mundo reacciona ante ella de una manera u otra. En concreto, el jazz simboliza para mí parte de la historia de Estados Unidos. Es un patrimonio muy importante, porque muestra al mundo cómo somos los estadounidenses. Cualquier cosa puede influir en el jazz: la pintura, la escultura, los paisajes. El término glamoured viene a significar ‘bajo encantamiento’ o algo relacionado con la magia. Por eso espero que a quien escuche mi música le llegue al menos un poco de ese misterio mágico al que hago referencia con esa palabra”, cuenta Cassandra Wilson, cuyos primeros vínculos profesionales con el jazz fueron los saxofonistas Steve Coleman y Greg Osby.

Durante la primera mitad de la década de 1980, Wilson hizo parte del M-Base Collective. Sin embargo, por el tipo de experimentación del conjunto, el rol de una cantante era muy limitado. Los instrumentos se llevaban todo el protagonismo y ella caminaba hasta las paredes de la tarima para no interferir en los desarrollos de las improvisaciones. Esperaba en el rincón hasta que sus compañeros terminaran la descarga (llamada jam en el jazz) y allí se reincorporaba a la formación para continuar proyectando su voz.

Su lugar no estaba relacionado con una actividad limitada dentro de una agrupación. Más bien, Cassandra Wilson gritaba protagonismo, exigía su función como imán capaz de atraer miradas y tenía la fuerza suficiente para mantener despierto el interés colectivo. Por eso, su voz asumió un papel de mayor relevancia y logró publicar trabajos discográficos como Point of View (1985), Days Aweigh (1987), Blue Skies (1988) y She Who Weeps (1990).

“Desde el comienzo de mi carrera he pensado que mi función como intérprete de jazz es capturar el pasado, abrir la mente a un mundo de instrumentos y comprender a la gente. Hago énfasis en la búsqueda de las raíces, porque si no sabemos de dónde venimos, es muy difícil saber hacia dónde queremos ir”, comenta Cassandra Wilson, quien marcó diferencia con otras cantantes porque fue una de las pioneras en ampliar el panorama para convocar dentro de los formatos jazzísticos estilos como el country, el rock y el hip hop.

Su voz no podía ser exclusiva de un género. Hubiera sido irracional no permitir una promiscuidad musical amparada por sus capacidades artísticas. Con las mismas habilidades con las que recurre a los clásicos del jazz, Wilson puede interpretar sin dubitaciones temas del repertorio rockero de antaño y letras cercanas al rap, esa poesía de la calle a la que le guarda tanto respeto.

“Todos los músicos tenemos una gran deuda con los clásicos de los años 30 y 40, pero la música tiene que evolucionar; no podemos anclarnos en el pasado. Desde muy pequeña he oído que el jazz trata de vivir el momento. Para mí es muy importante tener tiempo para mis cosas y expresar mis sentimientos. No puedo juzgar a otros músicos si defienden una música más tradicional. En mi caso, intento hacer la música con el corazón. Creo que no importa de dónde eres o de dónde vienes si lo que haces te sale de adentro”, concluye Cassandra Wilson, una de las invitadas al Festival Jazz al Parque organizado por Idartes y que llega a su edición XIX.

La cantante estadounidense estará en escena mañana en la noche y seguro dejará brotar su talento, mostrará el poder de su garganta y evidenciará los alcances del jazz.

 

jpiedrahita@elespectador.com

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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