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“Lulú”, el erotismo destructor

De Alban Berg, se transmite desde la Ópera Metropolitana de Nueva York. Apartes del programa de mano que se les entregará a los asistentes.

Luis Carlos Aljure
21 de noviembre de 2015 - 03:36 a. m.

La ópera fue el género que le dio mejores reconocimientos a Alban Berg, un músico que a lo largo de su vida sintió una gran afinidad por el canto y dedicó la mayoría de sus obras a la voz. Y la primera ópera que compuso fue la que más contribuyó a su fama: Wozzeck, estrenada en 1925 con éxito rotundo, para incredulidad del propio compositor, que al igual que tantos representantes de la vanguardia musical de entonces se había acostumbrado al desdén del público por sus creaciones. En cuanto a su segunda y última ópera, Lulú, ésta no alcanzó a darle frutos en vida porque aún estaba sin terminar cuando el compositor murió prematuramente a causa de la infección provocada por la picadura de un insecto, pero paso a paso se consolidó, junto a Wozzeck, como una de las obras maestras del repertorio lírico del siglo XX.

Arnold Schönberg y sus discípulos, Anton Webern y Alban Berg, integraron en el siglo XX la Segunda Escuela de Viena (la Primera Escuela de Viena, a su vez, es un término que se emplea para reunir los nombres históricos de Haydn, Mozart y Beethoven). La música de Schönberg y sus alumnos se caracteriza por su alta cuota de disonancias y la utilización de técnicas de composición atonal, en una época de intensa experimentación y búsqueda de nuevos caminos para la música, como alternativa al tradicional y para algunos ya caduco sistema tonal que se había utilizado exitosamente en Occidente desde el siglo XVI. La obra de Berg, vale decirlo, se considera la más romántica, lírica y accesible de los tres compositores que conforman la Segunda Escuela de Viena.

Como su maestro Schönberg, Berg creó sus primeras obras atonales dentro de la llamada atonalidad libre, es decir, un tipo de composición que ignoraba las normas, jerarquías y relaciones de la música tonal, pero sin seguir aún un método determinado. Después incursionó en el sistema organizado de composición atonal que concibió su maestro en la década de 1920: el dodecafonismo, que Berg empleó con su matiz muy personal en obras tan destacadas como la Suite lírica, el Concierto para violín y Lulú, que se basa en dos obras del dramaturgo alemán Frank Wedekind: El espíritu de la tierra y La caja de Pandora, historias irreverentes que fueron prohibidas en Alemania durante años por su obscenidad. En la ópera, que se presentará en la versión terminada por Friedrich Cerha, se muestra a una mujer de atractivo erótico irresistible que conduce a sus amantes a la aniquilación.

Berg confirma en Lulú lo que ya había anunciado en Wozzeck: la fuerza expresiva de la orquesta en sus óperas. Una clara muestra nos la ofrece el interludio orquestal del acto II, para el que Berg dispuso la proyección de una película que, según su deseo, debía mostrar la secuencia de detención, juicio, encarcelamiento y liberación de Lulú. El pasaje tiene la particularidad de ser un palíndromo musical, es decir, suena igual si se interpreta de izquierda a derecha o en el sentido contrario. Como es habitual en el sistema dodecafónico, la ópera pone en juego diversas series de doce tonos, series que deben incluir cada una de las doce notas de la escala cromática (las siete teclas blancas y las cinco teclas negras que forman una octava en el teclado del piano). La serie principal está asociada al personaje de Lulú, y de ella se derivan otras series que sirven para identificar a los demás personajes destacados y otros elementos del drama. A pesar de la severidad del lenguaje musical, Berg dota su obra de ciertos elementos melódicos y hace traslucir efectos tonales dentro de las construcciones atonales. En la obra, además, pueden reconocerse estructuras de la ópera tradicional, como arias y dúos de amor, y también formas clásicas, como el rondó, la variación y el canon.

Sábado 21 de noviembre, 12:30 p.m. Salas de Cine Colombia en Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena. Dirección musical: Lothar Koenigs. Producción: William Kentridge. Lulú: Marlis Petersen.

Por Luis Carlos Aljure

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