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En plena actividad 'saxual'

El cubano, radicado en Estados Unidos desde hace más de treinta años, presenta en Bogotá, Cali, Medellín y Barranquilla su concierto ‘Canciones para Maura’, junto al Trío Corrente.

Juan Carlos Piedrahíta B.
01 de septiembre de 2013 - 02:00 a. m.
Paquito D’Rivera considera que cualquier persona que escriba y toque bien puede ser su influencia. Algunos de sus maestros han sido Dizzy Gillespie y Mario Bauza. / Cortesía Teatro Libre de Bogotá
Paquito D’Rivera considera que cualquier persona que escriba y toque bien puede ser su influencia. Algunos de sus maestros han sido Dizzy Gillespie y Mario Bauza. / Cortesía Teatro Libre de Bogotá

Un exiliado jamás es completamente feliz. Le hace falta algo para tener una sonrisa plena. Continúa atado, como le pasa a Paquito D’Rivera, al territorio que abandonó por decisión propia o por circunstancias ajenas. Su cabeza está llena de recuerdos de La Habana, su ciudad natal, y le aterra estar en la total certeza de que allí lo único que avanza es el deterioro de sus calles y la amargura de sus pobladores.

Para el saxofonista y clarinetista cubano los recuerdos, que son abundantes y algunos de ellos deliciosamente sonoros, ya no son suficientes para equiparar la balanza en relación con lo que ha sucedido después de 1981, año en el que guardó las nostalgias y aprovechó una gira por España para solicitar asilo en la Embajada de Estados Unidos en ese país.

A comienzos de la década de los 80 Paquito D’Rivera, cuyo verdadero nombre es Francisco de Jesús Rivera Figueras, se olvidó del saxofón de plástico con el que imitaba los movimientos de su padre, el también músico Tito D’Rivera, se apropió de las enseñanzas del Conservatorio de La Habana y dejó de darles importancia a proyectos como La Orquesta Cubana de Música Moderna y el colectivo Irakere, que ayudó a consolidar.

A partir de ese momento desechó lo que no necesitaba ya de Cuba para darles la bienvenida a nuevas experiencias, que muy pronto lo ayudaron a redimensionar su talento. Su vínculo estrecho con personajes determinantes en el jazz como Dizzy Gillespie y Mario Bauza lo ubicó en un lugar de privilegio. En exhibiciones musicales exigentes mostró su inmensa vocación por el género de las síncopas, pero también dejó en claro que tenía un ancestro latino poderoso y que su cabeza tenía la facilidad de adaptarse a estilos propios de países como Brasil y Argentina.

“Yo crecí en una cultura de películas argentinas, en las que el tango estaba muy presente, pues los argentinos son muy musicales. Al igual que hice con los brasileños y los venezolanos, en este caso me he rodeado de buenos músicos argentinos y uruguayos para adelantar varios proyectos artísticos. Me gusta aprender lo máximo posible sobre cada género musical, por respeto a los artistas y al público que sigue esos estilos”, comenta Paquito D’Rivera, quien a pesar de ser un gran admirador del jazz, no niega que lo que más le gusta escuchar en sus momentos de ocio es a Igor Stravinski (1882-1971), Gabriel Fauré (1845-1924), Maurice Ravel (1875-1937) y Manuel de Falla (1876-1946), y que se divierte al máximo interpretando las sonatas y el trío de Johannes Brahms (1833-1897) para clarinete, chelo y piano.

Para el músico, cualquiera que escriba bien y sea capaz de componer una melodía, así sea básica, es digno de ser su influencia. Él por fortuna ha bebido de tantas corrientes sonoras que ya ha perdido la noción de aquellos que fueron sus maestros de manera tácita y de quienes le ayudaron a solucionar alguna encrucijada musical. Por eso sigue las instrucciones del veterano bajista Ron Carter, componente esencial en la propuesta de Miles Davis, quien evita profundizar en el tema de las influencias.

“Yo no creo en aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Los tiempos cambian y en todas las épocas hay cosas buenas y malas. Yo aseguro que lo bueno jamás ha abundado en ninguna época. Ni antes ni ahora. Si ese dicho fuera verídico tendríamos más genios y hasta dónde yo recuerdo Beethoven sólo ha habido uno”, dice Paquito D’Rivera quien en algún momento contempló la idea de ser arquitecto y en varias charlas establece con fluidez el vínculo entre la creación artística y la elaboración de estructuras.

 Libros como Mi vida ‘saxual’, con prólogo de Guillermo Cabrera Infante, y Ser o no ser, ¡esa es la jodienda!, subtitulado como Paisajes y retratos, un recuento con algunas anécdotas de sus viajes, muestran una faceta alterna de Paquito D’Rivera cuya propuesta actual está centrada en la serie de conciertos “Canciones para Maura”, dedicada a su mamá y en la que lo acompaña el Trío Corrente, del Brasil.

“Mi relación con los brasileños y ‘brasileñófilos’ (que hay muchos por el mundo) ha continuado y florecido a través del tiempo, y uno de los grupos musicales que más me impresionaron ha sido el maravilloso Trío Corrente, de São Paulo. Antes de escuchar sus grabaciones, fue el mánager del grupo, Jacques Figueras —un francés brasileñizado— quien me llamó hace unos años para trabajar con ellos. Yo le contesté que ya había tenido malas experiencias con músicos desconocidos y por eso prefería viajar con mi propio grupo. Sin embargo, el resultado ha sido maravilloso, porque es un homenaje a Brasil y a la vez una canción de amor a la memoria de la bella Maura, mi madre”, concluye Paquito D’Rivera, quien tendrá un rol protagónico en el circuito del jazz este año en Colombia. Aquí vendrá con sus instrumentos a evidenciar su completa actividad ‘saxual’.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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