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Un lugar para los artistas

Café de día y bar de noche: de día el olor del café y de la pastelería; de noche, música y el choque de botellas de cerveza.

Adriana Marín Urrego
18 de octubre de 2013 - 10:00 p. m.
En Rec han tocado músicos nacionales e internacionales. /Cortesía
En Rec han tocado músicos nacionales e internacionales. /Cortesía

Lo importante era hacer un proyecto artístico. Eso era lo importante. Todo por el arte. Lentamente las cosas fueron evolucionando, se fueron construyendo, fueron mejorando. Ya llevan cuatro años vendiendo café. Pero antes del café, fue la música y antes de la música fue el amor. En una fiesta se conocieron, como muchos. Él quedó deslumbrado. La miró una vez, dos veces. A la tercera ya estaba, valiente, intentando acercarse a ella. Ella volteó la mirada, no quiso salir a bailar. Se hizo la difícil. Vieja historia. Él insistió, y menos mal. Él, músico, ella, artista (o estudiando para serlo), se fueron a vivir juntos en un apartamento muy amplio para ellos solos.

No fue por mucho tiempo, sin embargo. Él, buscando nuevas maneras de hacer y grabar música, encontró, en algún mercado, un magnetófono. Su primer magnetófono. Grabó. Grabó y descubrió formas de hacer música. Se enamoró de nuevo, esta vez de la máquina, y a ella no le molestó compartir el amor. Desde allí siguió la búsqueda. En cada mercado, en cada lugar. Compraba todos los magnetófonos que encontraba, funcionaran o no, los cambiaba por otras cosas. Televisores, electrodomésticos, lo que fuera. Y su apartamento, tan grande, de repente se fue llenando de máquinas, una al lado de la otra. “Parece un museo”, les decían sus amigos cuando iban a visitarlos.

Entonces decidieron convertirlo en uno, o casi. “Aprovechamos que Susana se graduó y que ni el negocio del arte ni el de la música estaban dando. Decidimos montar un lugar en forma de proyecto artístico, donde pudiéramos desempeñarnos como artistas y ganar dinero vendiendo productos alimenticios”, cuenta él, Jorge Luis Chejab. El espacio fue el de una casa en La Candelaria, de algún familiar que no tuvo problema en arrendarla, y cuyas paredes rápidamente se llenaron de magnetófonos, para ambientar, para que la gente los mirara. Él se encargaba de las máquinas y de la música, y ella, Susana García, se encargaba de todo lo visual: los colores, el menú, la distribución del lugar. Rec Café Bar había nacido.

Desde ese momento se preocuparon por dos cosas. Vendían, por un lado, productos que a la gente le gustara consumir y , por el otro, en un lugar donde músicos de diferentes corrientes y proveniencias podían hacer conciertos. Las condiciones eran mínimas. Cuadraban una fecha y el artista tocaba. Toda la plata del cóver iba para el músico, Rec ponía la bebida y la comida. Abogaron por el café, el té, la buena pastelería, los sánduches, la cerveza y el vino. Se dejaban llevar por su intuición y escogían las marcas que vendían por la calidad. Siempre fue lo más importante. Que a la gente le gustara comer ahí.

“El primer año fue el más difícil, no venía nadie”, sostiene Chejab, “Lentamente el sitio fue conociéndose, fue teniendo un voz a voz entre los músicos. Es extraño, pero nunca hemos buscado a nadie que toque acá. Siempre nos lo proponen”, dice. Ahora, pasados cuatro años, siguen con su misma filosofía: todo por el arte y por la calidad. Ya pasaron de los 100 conciertos, ya los buscan músicos internacionales para que los dejen tocar en Rec. El sitio da para eso. Hace que las cosas sean más fáciles para el artista.

En el camino han ido descubriendo cosas. Han mejorado la carta y han perfeccionado la preparación del café. Tienen métodos manuales especializados que van más allá de la máquina espresso, con la que normalmente se producen los tintos y los capuccinos. Máquinas que parecen sacadas de un laboratorio científico y que extraen tintos con sabores amargos o más dulces, dependiendo del gusto del cliente. Y que permiten que se prepare frente a él, sobre su mesa, que resulte todo un espectáculo. “Estamos acostumbrados a que el café es algo rápido y no...”, dice Chejab. “Es una experiencia que debe tomar su tiempo”, complementa García.

Su barista, Fernando Tamara, ha estudiado sobre el tema y explica el proceso mientras lo prepara. Chejab está dispuesto a hablar de cómo funcionan los magnetófonos y de cuál es su historia, para el que quiera aprender.

Máquinas, sonidos, aromas, sabores. Eso es Rec. Un café, un bar, para los artistas.

Cra. 6ª Nº 7-08.

 

amarin@elespectador.com

@adrianamarinu

 

Por Adriana Marín Urrego

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