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La vida sin prejuicios

La natural y desprejuiciada ‘La vida de Adele’ llega a una sociedad en la que la discusión sobre los derechos homosexuales aún está vigente. ¿Cómo contribuyen estas películas a la lucha contra la homofobia?

Juan Pablo Castiblanco Ricaurte
31 de enero de 2014 - 09:10 p. m.
‘La Vida de Adele’ busca acabar con el escozor que produce ver a dos personas del mismo sexo darse el mismo amor que se da una pareja heterosexual.  / Cortesía Babilla Cine
‘La Vida de Adele’ busca acabar con el escozor que produce ver a dos personas del mismo sexo darse el mismo amor que se da una pareja heterosexual. / Cortesía Babilla Cine

La vida de Adele son tres horas de voyerismo. Sin afanes, el franco-tunecino Abdellatif Kechiche muestra la cotidianidad de una joven de 17 años que cursa el bachillerato, está enfocada en la literatura, hace parte de un círculo de amigas impertinentes y sale con un hombre. Sin afanes, también, y con extrema naturalidad, comienzan a surgir las preguntas sobre su sexualidad, sobre su deseo, sobre lo que la satisface. Aparece en su vida la artista de pelo azul Emma, para revolcar el orden, para cuestionar la sexualidad de Adele y así comenzar el proceso inherente a toda relación sentimental. Aparece en pantalla y sin tapujos la pasión (la película viene precedida por la fama de sus extensas escenas de sexo lésbico), la ilusión, el miedo, las angustias, la decepción. El amor en su estado más puro. El amor indiferente a ser catalogado como homosexual o heterosexual. (Ver el tráiler de "La vida de Adèle").

La crítica mundial (excepto, sorpresivamente, por la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas encargada de entregar los Premios Óscar, que no la incluyó en las nominaciones de Mejor Película Extranjera) aclamó el largometraje y en Cannes marcó un record al convertirse en la primera ocasión en la que su director y sus dos protagonistas –Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux– fueron reconocidos con el máximo galardón del certamen, la Palma de Oro. Más adelante, la película volvió a resonar en los medios por las disputas entre Kechiche, las actrices y el equipo técnico, quienes cuestionaron los métodos del cineasta.

Hoy uno de los títulos más comentados y sonados del 2013 se estrena en las salas de cine nacionales en medio de un clima no menos propicio: cuando en Colombia el matrimonio gay es un hecho cada vez más irreversible, cuando en Bogotá ya se han comenzado a abrir refugios LGBTI, o cuando en plena ceremonia de los Grammy Queen Latifah, Madonna y Macklemore casaron a 33 parejas homosexuales. El cascarón que encerraba la discusión de los derechos homosexuales se está resquebrajando en medio de una sociedad en la que, desde sus más altos funcionarios hasta sus ciudadanos más comunes, aún persisten rasgos de homofobia. Sin embargo, ¿contribuyen obras como La vida de Adele (basada en el cómic Le Bleu est une couleur chaude de Julie Maroh) a la disminución de los prejuicios en la discusión de los derechos homosexuales?

Para Marcela Sánchez, directora de la ONG Colombia Diversa, “la película ayuda a cambiar imaginarios, especialmente sobre la relaciones lésbicas donde hay mucho prejuicio negativo y muy poca información. Es demasiada natural y parece una historia real, casi un documental. No es educativa, no es un panfleto, ni un taller sobre lesbianas. Eso es lo que me parece maravilloso del arte, porque una película hace más rápido lo que hace un taller”. Por su parte Elizabeth Castillo, candidata al Senado por el Partido Liberal y activista de la comunidad LGBTI, cree que el filme “muestra de manera muy tranquila las posibilidades en relación de pareja y le quita el ‘misterio’ a la relación. Hace énfasis en cosas muy interesantes como el contacto con las familias y puede servirles de espejo a muchos sobre cómo acoger a las parejas de sus hijos”.

Sin embargo, Castillo afirma: “no creo que por el hecho de que haya más películas va a haber más tolerancia. Tiene que ver con la calidad de las películas. Hay mucha basura cinematográfica, comercial y ramplona. En todos los espacios hay que generar la posibilidad de hablar sobre la diferencia. En Colombia no necesitamos una serie como The L Word; con que se logren naturalizar las caracterizaciones de personajes en televisión y que no caigan en el cliché, se da un mensaje de que los homosexuales existimos. La representación errónea es puro prejuicio y expresa en su dimensión compleja la discriminación en los imaginarios culturales”.

Por eso, el adjetivo “polémico”, con el que tanto se ha descrito a la película, parece ser desajustado para su propósito final. Sánchez explica que “las noticias relacionadas con las parejas del mismo sexo siguen siendo noticia porque no las hemos visto de manera natural, y estas películas ayudan a que se vaya acomodando esta realidad social a lo que es”. La Vida de Adele busca acabar con el escozor que produce ver a dos personas del mismo sexo darse el mismo amor que se da una pareja heterosexual. Acabar con el tabú, reconocer la diferencia, y aceptar que el otro no tiene por qué ser como los demás.

 

juancastiblanco12@gmail.com

@KidCasti

Por Juan Pablo Castiblanco Ricaurte

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